Revolución o guerra n°13

(Semestral - Octubre 2019)

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La fracción "Bujarin" de 1918 contraria a la Izquierda comunista

Desde la publicación en francés de la revista Kommunist completa por la editorial Smolny, parece de buen gusto en el medio revolucionario reivindicarse de la lucha de esta fracción efímera dentro del partido bolchevique. Incluso la Communist Workers Organization (el grupo británico de la Tendencia Comunista Internacional) publica algunos artículos traducidos al inglés en su revista Revolutionary Perspective. Pero reivindicarse de esta fracción y de su lucha es inevitablemente darle razón contra Lenin y Trotsky en cuestiones de política interior y exterior durante los primeros años de la Revolución de octubre. Del mismo modo que equipar esta fracción de la etiqueta comunista de izquierda [1] conduce inevitablemente a una reivindicación de continuidad política entre la revista Kommunist y los grupos de la actual Izquierda comunista.

Sin embargo, la Izquierda comunista, especialmente en su tradición "italiana", siempre ha apoyado a los bolcheviques en todas las cuestiones principales planteadas por los camaradas de la revista Kommunist. La moda actual para la revista Kommunist es de hecho sólo una nueva manera para que las corrientes más o menos concejistas del actual medio político revolucionario nos sirvan con su eterno e invariable lamento anti-leninista: desde el primer día de la revolución, los bolcheviques sólo han allanado el camino para la contrarrevolución y el estalinismo.

El propósito de este artículo será, pues, demostrar que las posiciones defendidas por los militantes en torno a la revista Kommunist, a pesar de que son ilustres militantes del partido bolchevique en muchos casos, no pueden ser asociados con la Izquierda comunista. De hecho, estos camaradas defendían posiciones y concepciones más bien anarquizantes. Dividiremos nuestro argumento según los temas principales que la revista Kommunist planteaba, es decir, primero la cuestión del Tratado de Brest-Litovsk y las tácticas de la guerra revolucionaria, luego la construcción del socialismo y el capitalismo de Estado.

Brest-Litovsk y la guerra revolucionaria

Para comprender plenamente la firma del Tratado de Brest-Litovsk por el poder bolchevique en 1918, es necesario, en primer lugar, poner en perspectiva el contexto histórico. Después de la propaganda derrotista incesante dentro del viejo ejército zarista por parte de los revolucionarios, pero también después de que este ejército sufriera grandes derrotas frente al enemigo, el frente militar en el Este estaba en completo colapso. La revolución de octubre sólo clavó el ataúd de la guerra imperialista en Rusia. El antiguo territorio del Imperio Ruso ya no estaba en guerra con nadie. Está claro, sin embargo, que los otros imperialistas querían aprovecharse de esta situación para intentar atacar a Rusia. Y eso es exactamente lo que hizo Alemania.

Por lo tanto, la firma de los bolcheviques no fue en modo alguno un compromiso o una traición a los principios. Sólo se trataba de utilizar el canal diplomático para evitar una invasión del territorio revolucionario que, en cualquier caso, ni siquiera habría tenido la capacidad de defenderse seriamente de sus atacantes, ¡ya que todavía no tenía ejército!

La falsa alternativa en el fondo, por infantil que fuera, de morir o traicionar, fue perfectamente expresada por Radek: « Si la revolución rusa fuera aplastada por la contrarrevolución burguesa, renacería como el Fénix; si por otro lado perdiera su carácter socialista y, por lo tanto, decepcionara a las masas trabajadoras, entonces este golpe tendría consecuencias diez veces más terribles para el futuro de la revolución rusa e internacional » [2]. Los revolucionarios actuales pueden ver en estas hermosas palabras, hermosas sólo desde un punto de vista literario, una profecía que predice lo que se convertiría en estalinismo [3]. Pero esto sólo sería una re-escritura de la historia modificándola bajo el efecto del trauma muy real que el estalinismo ha causado al movimiento revolucionario. El uso fuera de contexto de esta cita por corrientes más bien concejistas hoy en día sólo sirve para apoyar su teoría de que el gusano estalinista estaba oculto desde el principio en la manzana bolchevique. Sin embargo, desde un punto de vista político, ¿cuál es la alternativa que Radek proponía en abril de 1918? Perecer en manos de la contrarrevolución o traicionar los principios puros y eternos. Esta perspectiva fue completamente derrotista en 1918 cuando, recordemos, la revolución internacional estaba ganando impulso. Si llegamos al final del razonamiento de Radek, ¿deberían los bolcheviques haber abandonado el poder por temor a traicionar los principios? Considerar como posibilidad el hecho de que los militantes revolucionarios renuncien al poder desde el principio del proceso revolucionario porque es imposible lograr principios revolucionarios en el futuro inmediato no es mostrar intransigencia revolucionaria. Por el contrario, es una de las muchas máscaras que puede llevar el oportunismo, en este caso: el inmediatismo anarquizante y el abandono en la práctica del principio internacionalista de la dictadura del proletariado y de su ejercicio.

¿Cuál era la perspectiva alternativa propuesta por los camaradas de la fracción Kommunist? La famosa guerra revolucionaria. « Antes del triunfo de la revolución obrera y campesina, será necesario declarar la guerra revolucionaria, es decir, dar apoyo armado a los proletarios que aún no han ganado. Esta guerra puede tener diferentes aspectos. Si podemos recuperar nuestra economía, tomaremos la ofensiva. Pero si nos es imposible reunir las fuerzas necesarias, libraremos una guerra defensiva (...), una guerra santa en nombre de los intereses del proletariado; nuestra lucha resonará como una llamada fraterna a las armas. Este conflicto encenderá el infierno de la revolución socialista mundial » [4]. Por lo tanto, se quería proponer una táctica ofensiva inmediata al estilo francés, es decir, a imagen de las guerras revolucionarias que tuvieron lugar durante la Revolución Francesa.

Lenin respondió vigorosamente a la táctica de la guerra revolucionaria en su polémico artículo Acerca de la frase revolucionaria. De hecho, este último respondió a los camaradas de la fracción Kommunist que llamar a la guerra revolucionaria cuando el ejército está desmovilizado, es decir, sin tener un ejército a su disposición, es, en el mejor de los casos, buenas palabras en el aire, en el peor de los casos, puro y duro aventurismo. « Es evidente para todos (salvo, quizá, para quienes están completamente embriagados por la frase) que aceptar un importante conflicto insurreccional o militar a sabiendas de que no se dispone de fuerzas, a sabiendas de que no se tiene ejército, es una aventura que, lejos de ayudar a los obreros alemanes, hace difícil su lucha y facilita la tarea de su enemigo y del nuestro » [5]. Para Lenin, la única posibilidad de usar la táctica de la guerra revolucionaria sería en una situación en la que la revolución estaría aislada, es decir, una situación en la que la revolución habría ganado en un país pero no se habría extendido a otros después de un cierto período de tiempo. Esta táctica es, por lo tanto, el último recurso para Lenin: « Nuestra prensa ha hablado siempre de la necesidad de preparar la guerra revolucionaria en el caso de que triunfe el socialismo en un solo país y subsista el capitalismo en los países vecinos. Esto es indiscutible » (idem). En 1918, o sea al comienzo del proceso de la revolución internacional que se inició en octubre de 1917, no se podía ya decir que la revolución en Rusia estuviera aislada.

La táctica de los bolcheviques es, por lo tanto, clara y, sobre todo, revolucionaria. La paz debe firmarse a toda costa para ahorrar tiempo a la espera de que la revolución se extienda, al menos en primer lugar en Europa Occidental. Además, este breve respiro les permitirá construir un ejército rojo, como efectivamente hizo Trotsky.

El arma más efectiva para trabajar a la extensión de la revolución internacional en ningún caso podía ser la guerra revolucionaria. La corriente de izquierda del Partido Socialista Italiano, la misma que más tarde asumiría el liderazgo en la formación del Partido Comunista de Italia, ya estaba desarrollando argumentos paralelos a los bolcheviques en 1918 con respecto a Brest-Litovsk y la guerra revolucionaria: « El argumento de los partidarios de la resistencia, es decir, que la "guerra santa" – aparte de sus posibilidades de éxito – habría constituido una verdadera y auténtica lucha de clases del proletariado ruso contra el imperialismo capitalista, no resiste ante la observación de que los ejércitos del imperialismo están, desgraciadamente, formados por proletarios, y equivale a adoptar la posición intervencionista que pone al pueblo alemán al margen de la Internacional y del Socialismo. (....) Por el contrario, la táctica de la "guerra santa" habría profundizado el abismo entre los dos pueblos y atado al pueblo alemán al carro de sus dirigentes, planteando dificultades insuperables para el futuro desarrollo histórico de la revolución rusa; y habría interrumpido todo el proceso social de eliminación de las instituciones capitalistas, abriendo el camino a un neo-nacionalismo ruso que habría sofocado al socialismo » [6]. En resumen, todo este desvío hacia la guerra revolucionaria no debe hacernos olvidar que el verdadero arma del proletariado internacional para trabajar por la extensión global de la revolución fue fundada en 1919 bajo el impulso del partido bolchevique: la Internacional Comunista. La fundación de esta organización, un verdadero partido comunista mundial, hizo posible establecer en la mayoría de los países una sección del partido cuya tarea era prepararse para la lucha revolucionaria, ser parte de ella y dirigirla.

Y por último, ¿no está completamente justificada la validez de la táctica bolchevique, es decir, la firma de un tratado de paz a toda costa a la espera de un refuerzo revolucionario en Europa Occidental, cuando, ni siquiera un año después de Brest-Litovsk, en noviembre de 1918, la revolución surgió en Alemania?

Construcción del socialismo y capitalismo de Estado

La controversia sobre Brest-Litovsk pronto se volverá obsoleta, ya que los bolcheviques, nunca un partido monolítico, sino más bien un partido con los mismos debates y diferencias que también atraviesan al proletariado como clase en proceso de unificación, han acordado finalmente firmar el tratado de paz con Alemania. El foco de atención de la fracción Kommunist se desplazó así hacia las cuestiones de la gestión económica y el capitalismo de estado. De hecho, en su controversia en las páginas de la revista Kommunist, algunos camaradas critican a los ’comunistas de derecha’ y a Lenin en particular por construir el socialismo con la ayuda de los capitalistas, lo que sólo podría llevar al capitalismo de Estado, la antítesis del socialismo. Bajo esta verborrea revolucionaria, hay tanta confusión y libertad en relación con la teoría comunista de Marx que necesitamos reexaminar este debate de manera global, es decir, vincular el debate sobre la gestión económica desde el comienzo de la Revolución de Octubre con el objetivo final de la revolución: la sociedad comunista.

Como premisa general para establecer una concepción comunista de la gestión económica en la sociedad rusa en 1918, hay que reafirmar que el comunismo es el producto de la gran industria capitalista. Este principio básico está presente en todas las páginas del Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels. Sin embargo, en Rusia, en 1918, hay que señalar que la economía aún está lejos de la fase de la gran industria. Con la excepción de los pocos islotes ultracapitalistas y modernos de las grandes ciudades, Rusia se encuentra en una etapa, muy atrasada en comparación con el resto de Europa, de pequeña propiedad mezclada con restos feudales.

Esto no significa que la revolución no estuviera en la agenda de Rusia. Esto apoyaría la posición menchevique [7] de la época según la cual en Rusia sólo la revolución burguesa estaba en la agenda. Acorde con esta posición, la socialdemocracia rusa debía constituir el ala izquierda de la burguesía durante su revolución y dejarlo así. No es de extrañar que esta posición fundamentalmente oportunista fuera fuertemente criticada por la izquierda socialdemócrata de la época. Por el contrario, esta izquierda internacional, con Lenin a la cabeza, mostró el carácter internacional de la próxima revolución y, por lo tanto, su carácter político fundamentalmente proletario.

La revolución proletaria en Rusia se hizo posible a pesar del atraso económico en la medida en que se vinculaba con la creciente revolución internacional. La relación de fuerza entre las clases de la época, pero también la capacidad política de los proletarios rusos, hizo que la chispa de la revolución mundial comenzara desde Rusia. « El socialismo es inconcebible sin la dominación del proletariado en el Estado: eso es también elemental. Y la historia (de la que nadie, excepto los obtusos mencheviques de primera clase, esperaba que diera de modo liso, tranquilo, fácil y simple el socialismo “íntegro”) siguió un camino tan original que parió hacia 1918 dos mitades separadas de socialismo, una cerca de la otra, exactamente igual que dos futuros polluelos bajo el mismo cascarón del imperialismo internacional. Alemania y Rusia encarnaron en 1918 del modo más patente la realización material de las condiciones económico-sociales, productivas y económicas del socialismo, de una parte, y de sus condiciones políticas, de otra » [8]. Así, la dirección política más avanzada de Europa se encontró al frente de un territorio revolucionario aislado rodeado de enemigos que dirigían intervenciones militares directas e indirectas (apoyando a los ejércitos blancos), donde la economía estaba entre las más atrasadas de Europa y había sido devastada por la guerra imperialista y luego por la guerra civil. Esto es esencial tenerlo en cuenta al juzgar la política bolchevique en los primeros años de la revolución.

Rusia apenas salida de la etapa precapitalista, la tarea de los bolcheviques, mientras trabajaban para extender la revolución pero al mismo tiempo esperando su llegada, sólo podía ser, en primer lugar, mantener la dictadura de clase y, en segundo lugar, establecer los cimientos de la gran industria en Rusia. Es cierto que una revolución en un gran centro capitalista habría cambiado drásticamente la situación, permitiendo a Rusia saltarse de alguna manera las etapas del desarrollo capitalista. Por lo tanto, la política bolchevique se basaba en la unidad de la política interior y exterior: internamente, el desarrollo de la gran industria como base para la socialización permitiendo a la sociedad comunista ; externamente, trabajar para fortalecer la revolución mundial a través de la fundación de la Internacional Comunista.

No había sombra en la posición de Lenin. Sabía muy bien que la economía rusa no era todavía socialista y que con el desarrollo del capitalismo de Estado, el nuevo "Estado proletario" sólo estaba sentando las bases para una posterior transformación comunista de la economía. « Ningún comunista ha negado tampoco, a mi parecer, que la expresión República Socialista Soviética significa la decisión del Poder soviético de llevar a cabo la transición al socialismo, mas en modo alguno el no reconocimiento del nuevo régimen económico como socialista » [9]. Por el contrario, los camaradas de la revista Kommunist estaban lejos de arrojar luz sobre el proceso revolucionario, especialmente desde el punto de vista económico. Al oponerse al capitalismo de Estado en principio, estos camaradas no pudieron ver que la gran industria era necesaria para el establecimiento de la sociedad comunista.

Estas confusiones están bien expresadas por Bujarin : « La socialización de la producción es la antítesis del capitalismo de Estado. Es la etapa de transición del socialismo al comunismo cuando la dictadura del proletariado desaparece como inútil y cuando las clases se disuelven en la sociedad comunista unida y armoniosa sin un Estado. Nuestra consigna, como la del Partido Comunista, no es el capitalismo de Estado. Es: "hacia la socialización de la producción - ¡hacia el socialismo!" » [10]. El capitalismo de Estado, por el contrario, era la última etapa de la socialización capitalista de la economía y es por eso que los bolcheviques lo defienden en espera de la revolución en los países más desarrollados. Su consigna "hacia la socialización de la producción" también traiciona el deseo de socializar la producción en Rusia tal como era en 1918, es decir, ¡socializar la pequeña producción pre-capitalista! Además de ser una posición más libertaria o Socialista-Revolucionaria de izquierda que marxista, esta consigna utópica asegurará que la revista Kommunist presente medidas formales de gestión económica que tenderán a perder de vista el objetivo último de establecer una sociedad comunista.

Entre otras medidas centradas en la gestión económica, se quería eliminar a los capitalistas de la gestión de las empresas para que la gestión pudiera ser llevada a cabo por los propios trabajadores. Esto está bien expresado por Ossinski: « Para que la nacionalización adquiera ese sentido y se convierta en socialización, ante todo es necesario que la organización económica de las empresas nacionalizadas tenga una base socialista, es decir, que se suprima la dirección capitalista y ya no sea posible restaurar este tipo de organización empresarial (...). No nos situamos desde el punto de vista de "construir el socialismo bajo la dirección de líderes de confianza". Estamos a favor de la construcción del socialismo proletario por la propia clase obrera y no siguiendo las directrices de los "capitanes de la industria" »  [11]. Sin embargo, esta posición tiene el inconveniente de hacer importantes concesiones a las teorías anarcosindicalistas y sindicalistas. El comunismo no es la entrega de fábricas a los trabajadores que trabajan allí [12]. Por el contrario, el comunismo destruye la fábrica como la unidad básica de la sociedad capitalista. Por lo tanto, es el conjunto de la sociedad ahora unificada la que coordina conscientemente la producción según sus necesidades. Es completamente ilusorio y peligroso pensar que dar el poder dentro de los muros restringidos de la fábrica capitalista a los trabajadores sea una medida socialista. Hable con trabajadores desilusionados que han experimentado con las técnicas modernas de cogestión y autogestión propuestas por el nuevo management.

Los bolcheviques tenían razón al utilizar de manera controlada los conocimientos y habilidades de algunos capitalistas para sacar a Rusia de la etapa pre-capitalista rápidamente. Obviamente, había que usarlas con cautela, es decir, sin perder nunca de vista el objetivo final de la revolución y asignándolas estrictamente a ese objetivo. Por el contrario, los compañeros de la revista Kommunist sólo propusieron varias panaceas inmediatas que suenan radicales, pero que siguen siendo ajenas al marxismo: socialismo corporativo, anarcosindicalismo, autogestión, obrerismo, etc., y que en lugar de impulsar la evolución económica, la llevaron hacia el pasado pre-capitalista. « Precisamente porque no se puede seguir avanzando desde la actual situación económica de Rusia sin pasar por lo que es común al capitalismo de Estado y al socialismo (la contabilidad y el control por todo el pueblo), es un completo absurdo teórico asustar a los demás y asustarse a sí mismo con la “evolución hacia el capitalismo de Estado” (Kommunist, núm. 1, pág. 8, col. 1). Eso significa, precisamente, desviarse con el pensamiento “apartándose” del verdadero camino de la “evolución”, no comprender dicho camino; en la práctica, eso equivale a tirar hacia atrás, hacia el capitalismo basado en la pequeña propiedad » [13]. Además, estas panaceas han fundado un mito de la construcción del socialismo que en algunos aspectos prefigura el mito de la construcción del socialismo en un solo país estalinista. Sin embargo, como Marx explicaba sobre la Comuna de París, el socialismo no se puede construir. Es liberado revolucionariamente de las entrañas del capitalismo por el proletariado. « La clase obrera no esperaba de la Comuna ningún milagro. Los obreros no tienen ninguna utopía lista para implantar por decreto del pueblo. Saben que para conseguir su propia emancipación, y con ella esa forma superior de vida hacia la que tiende irresistiblemente la sociedad actual por su propio desarrollo económico, tendrán que pasar por largas luchas, por toda una serie de procesos históricos, que transformarán las circunstancias y los hombres. Ellos no tienen que realizar ningunos ideales, sino simplemente liberar los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno » [14].

Todas estas precisiones sobre el capitalismo de Estado no significan que para el marxismo el capitalismo de Estado sea el régimen universal durante el período de transición. Por el contrario, se recomienda bajo ciertas condiciones que ahora están casi completamente agotadas. Para Marx en Alemania en 1848 y Lenin en Rusia en 1917, el capitalismo de Estado seguía siendo una herramienta que la clase obrera tenía que utilizar en el caso de una revolución en un país bastante atrasado, para empujar hacia adelante la economía precisamente atrasada y superar la pequeña producción, mientras esperaba que la revolución se extendiera a otros países, especialmente a los más desarrollados.

En resumen, aunque algunas de las medidas tomadas por los bolcheviques pueden haber parecido antagónicas a los principios del comunismo en el futuro inmediato, estas medidas siempre se tomaron de acuerdo con las necesidades de la época y para abrogar en la medida de lo posible el camino hacia el comunismo. La corrección de estas medidas se debe a su fidelidad al programa comunista y al hecho de que todas sus acciones fueron dictadas directamente por el proceso histórico de establecimiento de la sociedad comunista. Es el objetivo final el que dicta nuestras acciones, no la política de contingencia del día a día. Donde la contrarrevolución empezó a aparecer, fue en primer lugar cuando la perspectiva de la revolución mundial fue abandonada y reemplazada por la construcción del socialismo en un solo país [15]. En segundo lugar, el estalinismo afirmó que el capitalismo de Estado ya era de hecho socialismo, de ahí la confusión que aún mantiene la ideología dominante entre los regímenes capitalistas de Estado, como la URSS o China, y el comunismo, una sociedad sin clases y sin Estado. Pero todo esto no se hizo gracias al legado de Lenin y los bolcheviques, sino en contra de ese legado.

Es precisamente este importante matiz el que los neo-consejista pro-Kommunist están rechazando actualmente. Como resultado, tienden a abandonar el principio fundamental de la dictadura del proletariado (el abandono del poder); y, bajo el disfraz de crítica al capitalismo de Estado, confunden la posibilidad de medidas socialistas en un país aislado que abre el camino a la teoría del socialismo en un solo país. Así, al final, el consejismo de hoy llega al trasfondo teórico de Stalin y lo justifica al mismo tiempo que trata de hacernos pasar esta salsa como Izquierda comunista. Es una lástima que grupos de la Izquierda comunista como la TCI, al menos sus páginas en inglés, se presten a esta ofensiva antibolchevique y antimarxista.

Robin, Julio 2019

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Notas:

[1. De hecho, el término "comunistas proletarios" es más comúnmente utilizado por los editores de esta revista.

[2. Radek, Karl, « Cinq mois après », Kommunist, #1, Éditions Smolny, Toulouse, 2011, p. 67

[3. Véase el mismo contenido político consejista, si no es anarquista, del prefacio y del epílogo de Smolny a la edición. Véase también la crítica hecha por la FGCI [Fracción de la Izquierda Comunista Internacional, ex-FICCI] en su texto Lucha contra el oportunismo: ¡La defensa del carácter proletario de la revolución de octubre sigue siendo una frontera de clase!

(http://fractioncommuniste.org/esp/bci07/bci07_4.php).

[4. Boukharine, Nicolas, cité dans Cohen, Stéphen, Nicolas Boukharine, la vie d’un bolchévik, Éditions Maspero, Paris, 1979, p. 77

[5. Lenin, Acerca de la frase revolucionaria, 1918, https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas07-12.pdf.

[6. Amadeo Bordiga, Histoire de la gauche communiste. Tome I, « 1912 – 1919 ». p. 372-373

http://classiques.uqac.ca/classiques/bordiga_amedeo/histoire_gauche_com_I/HGC_t_I.html

[7. Cabe señalar que a partir de la década de 1930, los concejistas adoptaron en parte la teoría menchevique de que Rusia sólo estaba madura para una revolución burguesa. Ver entre otras las Tesis sobre el bolchevismo publicadas por K. Korsch,, La contre-révolution bureaucratique, Union générale d’éditions, Paris, 1973, p.23-54

[8. Lenin, Acerca del infantilismo izquierdista y del espíritu pequeño-burgués, https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1918/mayo/05.htm

[9. Ibid.

[10. Bujarin, « Certaines notions essentielles de l’économie moderne », Kommunist, #3, Éditions Smolny, Toulouse, 2011, p. 225-226, traducido por nosotros.

[11. N. Ossinski, « La construction du socialisme », Kommunist, #2, Éditions Smolny, Toulouse, 2011, p. 139, traducido por nosotros.

[12. Amedeo Bordiga, ¿ Tomar la fábrica o tomar el poder ?, Il Soviet, 1920, [http://www.igcl.org/Tomar-la-fabrica-o-tomar-el-poder]

[13. Lenin, Acerca del infantilismo izquierdista y del espíritu pequeño-burgués, op.cit.

[14. Marx, Karl, La guerra civil en Francia, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/guer.htm.

[15. Esto no ocurrió de la noche a la mañana y sin lucha. La oposición, dirigida por Trotsky, luchó para que el partido bolchevique mantuviera su programa de revolución mundial, pero fue derrotada.