(Mayo 2024) |
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Contra el individualismo y el espíritu de círculo “2.0” de los 2020
Una nueva generación de militantes comunistas tiende a surgir desde unos años. Este fenómeno se ha visto acelerado por la angustia y la conciencia de que el capitalismo no sólo no puede resolver sus contradicciones económicas, sino sobre todo de que está arrastrando a la humanidad al abismo de la guerra imperialista generalizada. ¿Cómo pueden los individuos “conscientes” oponerse a este dramático desenlace si no es a través de la militancia revolucionaria y, por tanto, comunista? Esta generación, categoría relativa que utilizamos aquí para facilitar la exposición, está llamada a constituir el partido mundial que, armado con el programa comunista y las consignas de insurrección y de dictadura del proletariado, podrá y tendrá la tarea de “dirigir” al proletariado en medio del huracán y de las diversas batallas de clases sociales que se avecinan. Porque, que no quepa duda, la burguesía está y estará siempre obligada a atacar al proletariado para preparar y marchar hacia la guerra.
Los periodos en los que el proletariado se moviliza en masa, en particular los periodos revolucionarios e incluso prerrevolucionarios, modifican la atmósfera social en la que viven y actúan el partido, o al menos los grupos comunistas, y sus miembros, en comparación con los periodos en los que las luchas de masa son escasas. En ausencia de tales luchas obreras, las fuerzas revolucionarias y sus miembros, como comunistas militantes, se encuentran más o menos aislados “socialmente”, a veces incluso en contradicción con los sentimientos y opiniones de los proletarios en tanto que individuales. El resultado, entre otras cosas, es que el compromiso comunista individual – a diferencia del militantismo izquierdista [1] – es “socialmente” marginal, incluso entre los obreros y asalariados explotados, y en gran medida ignorado e incomprendido, a veces incluso por las personas cercanas al militante comunista. De esto, puede resultar que el miembro pueda tener dificultades para vincular las dimensiones militante y privada de su vida personal en el día a día.
Entre los camaradas nuevos y jóvenes, hay muchas preguntas sobre la relación entre la vida militante y la vida personal: ¿es posible participar en la lucha comunista organizada y mantener relaciones afectivas con gente no militante, o incluso con personas extrañas e insensibles al comunismo y al compromiso revolucionario? Y si es así, ¿hasta qué punto? ¿Qué decirles y qué compartir con ellos? ¿Cómo relacionar el cumplimiento de las tareas militantes con la vida familiar y/o profesional? ¿Con una relación sentimental? ¿La crianza y el cuidado de los hijos, por ejemplo?
Un modo de vida individual “conforme” con la lucha por el comunismo
La comprensión de la relación partido-miembro es una cuestión política por derecho propio que el movimiento obrero ya ha abordado y sobre la que ya ha definido principios generales. No es casualidad que, desde la Liga de los Comunistas, las cuestiones de funcionamiento y las normas organizativas que dictan las relaciones en el seno de la organización política se hayan considerado también como cuestiones programáticas. Como tales, los estatutos de la organización comunista deben considerarse parte integrante de la plataforma política de cualquier grupo comunista, del partido de mañana. Ya en 1847, una de las primeras condiciones para ser miembro de la Liga de los Comunistas era que el miembro adoptara una “vida y actuación en consonancia con el fin propuesto”, [2] es decir, el del comunismo.
De entrada, se deduce una serie de reglas. Por poner un ejemplo sencillo que debería estar claro para todos, un militante comunista no puede estar al servicio de la represión anti-proletaria del Estado capitalista. Un miembro de una organización comunista que sea policía o agente de un servicio de inteligencia estatal supondría un riesgo en términos de represión e infiltración para el partido. Pero también podría encontrarse en abierta contradicción con cualquier forma de convicción y compromiso comunista, por el hecho mismo de su vida cotidiana y las actividades prácticas que implica su “medio de vida”. La situación sería insostenible para el individuo, en el caso altamente improbable de que se creyera sinceramente comunista. Lo mismo se aplica a otras actividades como el tráfico de drogas, de armas [3], seres humanos, etc. La lista no es exhaustiva. Incluye las creencias religiosas, que sólo pueden expresar una incomprensión fundamental de la teoría revolucionaria del proletariado, es decir, el materialismo histórico o el marxismo, o la pertenencia a la masonería. Del mismo modo, la organización comunista no puede aceptar en sus filas a militantes que manifiesten opiniones y prácticas abiertamente racistas, xenófobas o sexistas, el ejercicio de la violencia física en cualquier relación de pareja, etc.
Más complejos de zanjar son los casos en los que el miembro se ha puesto en un callejón sin salida personal que le lleva a dedicarse a actividades dudosas y peligrosas para intentar “salir adelante”. Por ejemplo, un miembro que haya trabajado como gánster, o tenga deudas de juego, o haya tenido que prostituirse, para sobrevivir o no. Desgraciadamente, estas situaciones se han dado y sin duda volverán a darse en el futuro. O bien, otra situación difícil de gestionar para el militante y la organización, el primero tiene en su círculo cercano, familia, amigos, trabajo, a individuos pertenecientes a la policía, a los bajos fondos, o incluso a miembros activos – dirigentes en particular – de partidos políticos burgueses. Hasta qué punto un militante comunista puede conseguir, no tanto de hablar de sus “ideas políticas”, sino de su compromiso y su militancia en una organización comunista, sigue siendo un problema y una preocupación constante.
Cuando surgen estas situaciones individuales, la organización está obligada a afrontarlas y ayudar – y proteger – al miembro para que responda o salga de ellas. A menudo, sólo puede hacerlo con retraso, porque el miembro es reacio a confiar en la organización y sigue esperando salir de ella por uno u otro medio. Surgen entonces dos peligros para el todo que constituye la organización: el primero es que el miembro se vea sometido al chantaje, en particular de las fuerzas represivas del Estado; el segundo es que se debilite mucho, si no se destruya, su convicción política y militante. Tanto más cuanto que es posible, a veces, pero no siempre, que el colectivo de la organización comunista prevenga y ayude a los miembros a evitar encontrarse en tales callejones sin salida personales, que sólo pueden ser catastróficos tanto para el individuo “particular” – o incluso sus familiares – como para el militante comunista.
Por eso, toda adhesión e integración en una organización comunista debe pasar por un proceso sistemático de clarificación y verificación política, no sólo del acuerdo del aspirante a miembro con las posiciones programáticas y orientaciones generales de la organización, sino también de lo que significa el compromiso militante, de las reglas y estatutos de la organización, y de las condiciones y modo de vida del camarada. Y ello por la seguridad de la organización y el futuro del militante comunista en su seno, de su voluntad militante y de sus convicciones políticas.
Pero el principio que guía la resolución de estos casos excepcionales y particulares, a veces dolorosos y gravísimos, no basta para aclarar y exponer la relación entre las diferentes dimensiones de la vida individual del militante comunista. A partir de la experiencia del movimiento obrero, el marxismo ha definido toda una serie de reglas sobre el partido político proletario que tienen valor de principio. Para el lector que desee re-apropiarse y verificar la validez de los principios comunistas en este terreno, recordemos el hilo continuo de la lucha entre las fuerzas que Lenin describía como pro-partido y anti-partido a lo largo de la historia del comunismo. Comenzó en serio con la lucha de Marx y Engels en el seno de la Liga de los Comunistas contra las sectas proletarias de la época, y en el seno de la 1a Internacional, la AIT, contra el anarquismo. “La historia de la Internacional también ha sido una lucha continua del Consejo General contra las sectas y los experimentos de diletantes que tendían a echar raíces en la Internacional contra el verdadero movimiento de la clase obrera.” [4] Luego continuó en el seno de la 2a Internacional al menos en dos planos: el de la relación del partido con sus fracciones parlamentarias, que buscaban la autonomía, y el de la lucha contra los círculos que Lenin dirigió en el Partido Socialdemócrata Ruso – su folleto Un paso adelante, dos pasos atrás fue un momento esencial en la lucha histórica por el partido político proletario. Le siguió la lucha conjunta del Partido Bolchevique y la que entonces era todavía la fracción abstencionista del Partido Socialista de Italia, la llamada “Izquierda de Italia”, por la adopción y observancia de las 21 condiciones de admisión en la Internacional Comunista. Por último, continuó con la lucha de esta Izquierda, antes de que se convirtiera en una fracción del PC de Italia, y más tarde, durante los años veinte, contra la bolchevización zinovievista que preparó el camino para la estalinización de los partidos comunistas de la época.
Posteriormente, las corrientes llamadas “Bordigista” y “Damenista” [5] se beneficiaban de una continuidad orgánica directa con el Partido Comunista de Italia y su fracción de izquierda. Sin duda por eso sólo volvieron sobre estos temas en contadas ocasiones. Por su parte, la Corriente Comunista Internacional, surgida directamente de 1968 e influida por el individualismo característico del ambiente de protesta estudiantil imperante en la época, se vio obligada a llevar a cabo una serie de debates y luchas internas sobre la cuestión organizativa, en particular durante sus sucesivas crisis organizativas. El resultado fue una serie de textos que el lector puede encontrar en su Revista internacional. [6]
Antes de seguir avanzando en nuestro tema, las diferentes dimensiones de la vida del militante comunista, conviene pues recordar de manera muy general los grandes principios que definen las relaciones militantes y en qué marco o lucha histórica deben articularse.
El proletariado como clase produce organizaciones comunistas, no individuos comunistas
Al asignar al partido revolucionario su puesto y función en la regeneración de la sociedad, la doctrina marxista provee la más brillante de las resoluciones al problema de la libertad y de la determinación en la actividad del hombre. Mientras sea planteado con referencia al «individuo» abstracto, dicho problema proveerá por mucho tiempo aún material para las elucubraciones metafísicas de los filósofos de la clase dominante y decadente. El marxismo lo plantea correctamente a la luz de una concepción científica y objetiva de la sociedad y de la historia. Está muy lejos de nuestra concepción la opinión de que el individuo – y un individuo – pueda actuar sobre el ambiente externo deformándolo y plasmándolo a su gusto, y con un poder de iniciativa que le habría sido transmitido por una virtud de tipo divino; del mismo modo, para nosotros es condenable la concepción voluntarista del partido, según la cual un pequeño grupo de hombres, habiéndose forjado una profesión de fe, la difunden e imponen al mundo con un esfuerzo gigantesco de voluntad, actividad y heroísmo.” [7]
Históricamente, la clase proletaria “de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolución radical, la conciencia comunista,” [8] no produce individuos revolucionarios, sino organizaciones políticas a las que confía militantes que adhieren a ellas y las componen. En este sentido, la organización, el todo, permite al militante, a condición de integrarse en la actividad revolucionaria del cuerpo colectivo, ir más allá de su propia singularidad. Al hacerlo, el militante, en la acción colectiva, se convierte en producto y expresión del todo, de la organización, y de la lucha permanente por su unidad, como cualquier otra parte de la organización, sección local, sección territorial, órganos centrales, etc. El resultado es que el todo, el partido o grupo comunista, prevalece sobre el militante individual.
La implicación política de esta posición es que el partido o la organización no están al servicio del militante, sino que el militante está al servicio del colectivo. Por ejemplo, la organización política proletaria no tiene ninguna concepción escolar educativa, ni ningún deber particular para la formación y el desarrollo teórico individual de sus miembros. En cambio, sí tiene la responsabilidad de llevar y asegurar la re-apropiación y la profundización teórica y política del todo, para su lucha permanente por la clarificación teórico-política y su unidad política.
Como expresión y materialización de la conciencia comunista, las posiciones programáticas de la organización comunista, del partido, no son la suma de las posiciones individuales de cada uno de sus miembros, ni el producto de tal o cual pensamiento de un individuo comunista o de una suma de individuos comunistas, ni siquiera de una sucesión de pensadores comunistas particularmente brillantes. Son ante todo el producto histórico de la lucha proletaria que las minorías comunistas – más altas expresiones de la conciencia de clase – han ido recogiendo y sintetizando desde el Manifiesto Comunista. Su tarea es propagar esta conciencia de clase en las filas obreras y asegurar la dirección política del combate proletario. Esta visión no significa que el papel del militante individual pueda resumirse simplemente a la re-apropiación – imprescindible – de posiciones programáticas. [9] El militante debe participar en su verificación y desarrollo colectivos. En este sentido, si bien puede y debe aportar una contribución individual que no puede negarse ni rechazarse, sólo puede hacerse en el marco del patrimonio histórico y en el marco organizado y colectivo de la organización militante comunista.
Salvo raras excepciones históricas correspondientes a un período pasado del capitalismo, las energías individuales sólo pueden encontrar su campo de acción y su papel en el marco formal del partido o de la organización comunista, expresión material de este todo. Pueden existir individuos con posiciones revolucionarias al margen de las organizaciones políticas comunistas. Los que aún hoy pueden aparecer como tales han sido casi todos miembros de grupos de la Izquierda comunista u otros, que acabaron abandonando por una u otra razón. Las posiciones políticas que pueden defender son en sí mismas producto de la experiencia histórica del proletariado que han adquirido a través de su paso por organizaciones comunistas o de su referencia directa o indirecta a ellas. Pero la existencia de individuos revolucionarios no organizados sólo puede ser temporal y circunstancial. Tarde o temprano, en uno u otro grado, estos individuos se ven obligados a relacionarse y referirse a un marco programático y a una corriente comunista histórica si quieren poder mantener su convicción comunista y un mínimo de voluntad militante. De lo contrario, están condenados a justificar individualistamente su negativa a participar en un colectivo organizado y militante, y entonces, o bien a distanciarse de las posiciones revolucionarias, o bien a desmoralizarse y, a largo plazo, a desaparecer como militante efectivo del proletariado. “De estas consideraciones se desprende, asimismo, cuán equivocado está Feuerbach (...) al calificarse como [comunista], convirtiendo esta cualidad en un predicado « del Hombre » y creyendo, por tanto, reducir de nuevo a una mera categoría la palabra « comunista », que en el mundo existente designa a los [adherentes] de un determinado partido revolucionario.” [10]
Las posiciones actuales de la Izquierda comunista son el resultado de todo un trabajo realizado por sucesivas generaciones de revolucionarios o, más exactamente, de organizaciones, grupos y partidos comunistas. En sí, no tiene sentido “rehacer el trabajo que ya se ha hecho”. “Seria totalmente errónea la concepción que fundase el organismo partido en la exigencia de una perfecta conciencia crítica y de un completo espíritu de sacrificio en cada uno de sus adherentes considerados individualmente.” [11] De ahí el trabajo de re-apropiación, que difiere del método de quienes quieren descubrirlo todo por sí mismos. Hoy es imposible que militantes individuales puedan “redescubrir” y rehacer por sí mismos todo el recorrido teórico y político realizado desde El Manifiesto. La tarea es inmensa y toda una vida no bastaría. Por eso, por poner un ejemplo, no tiene sentido que un militante quiera leer y releer todo El Capital antes de poder formular una posición política sobre tal o cual cuestión vinculada a la crítica marxista de la economía política. Tal método sólo puede conducir a una re-apropiación incompleta con consecuencias políticas erróneas. Esto no significa que no invitemos y animemos encarecidamente a todos los camaradas, y no animaremos mañana con la misma fuerza a los miembros del partido, a leer y releer los textos teóricos y programáticos clásicos del movimiento obrero, empezando por El Capital. Pero el enfoque académico de decir que no se puede tomar una posición política, o incluso que no se puede comprometerse como militante, hasta que haya leído todos los textos de K. Marx sólo puede conducir a un enfoque universitario individualista y a la impotencia y renuncia militantes. Es a través de la participación activa en la acción revolucionaria de la organización comunista como un todo como el militante puede “formarse” teórica y políticamente y adquirir experiencia militante.
La participación del miembro en la actividad colectiva del partido
Estas consideraciones y reglas generales sobre la relación partido-organización comunista y miembro-militante, en particular la dimensión colectiva y, en principio, “impersonal” del compromiso comunista, tiene múltiples implicaciones políticas para la cuestión del partido y su funcionamiento, por un lado, y la relación de los militantes con ambos, por otro. Se basa y se desarrolla en una crítica de la ideología y la mistificación burguesas del individuo-rey, de la unidad-individuo, y rechaza toda forma de individualismo – y, de paso, de la ideología y mistificación democráticas.
“Se puede considerar la unidad-individuo como un elemento utilizable en las deducciones o en las construcciones sociales, o, si se quiere, para negar la sociedad, sólo partiendo de una premisa irreal que, en el fondo, y aún en formulaciones modernisimas, no deja de ser una reproducción diferente de los conceptos de la revelación religiosa, de la creación, y de la independencia de una vida espiritual respecto de los hechos de la vida natural y orgánica. La divinidad creadora, o una fuerza única regidora de los destinos del mundo, habría dado a cada individuo esta investidura elemental, haciendo de él una molécula autónoma bien definida, cociente, volitiva, responsable, del conglomerado social, independientemente de las contingencias agregadas por las influencias físicas del medio. Este concepto religioso e idealista está modificado sólo en apariencia en la concepción del liberalismo democrático o del individualismo libertario: el alma como centella encendida por el Ente supremo, la soberanía subjetiva de cada elector, o la autonomía ilimitada del ciudadano de la sociedad sin leyes, son otros tantos sofismas que pecan de la misma puerilidad frente a la crítica marxista, por más resuelto que haya sido el «materialismo» de los primeros burgueses liberales y de los anarquistas.” [12]
Toda acción o lucha del proletariado es en esencia colectiva. “En presencia de la fuerza del capital, la fuerza humana individual ha desaparecido, en una fábrica, el obrero no es más que un engranaje de la máquina. Para que el obrero recupere su individualidad, tiene que unirse, formar asociaciones para defender su salario, su vida”. [13] Y este colectivo, en acción, en lucha, sobrepasa con mucho en una unidad “superior”, de clase, la simple suma de individuos proletarios, la simple suma de su pensamiento o voluntad individuales. Toda huelga o lucha obrera significa una superación de los individuos proletarios en la acción colectiva, sin la cual la huelga o la lucha se extinguirían. “El proletario no es nada mientras sigue siendo un individuo aislado. Todas sus fuerzas, toda su capacidad de progreso, todas sus esperanzas y anhelos las extrae de la organización, de su actuación sistemática, en común con sus camaradas. Se siente grande y fuerte cuando hace parte de un organismo grande. Este organismo es todo para él. Y el individuo aislado, en comparación con él, significa muy poco.” [14]
Lo mismo ocurre con el partido y las organizaciones comunistas, que representan y van mucho más allá de las conciencias y voluntades políticas y militantes de cada uno de los miembros que las componen, aunque sólo sea por la dimensión universal, histórica e internacional del programa comunista y de las posiciones y orientaciones que de él se derivan. “La integración de todos los impulsos elementales en una acción unitaria se manifiesta a través de dos factores principales: uno de los cuales es de conciencia crítica del cual el partido extrae su programa; el otro de voluntad, que se expresa en la organización disciplinada y centralizada del partido, que es el instrumento de su acción. Seria erróneo considerar a estos dos factores, de conciencia y de voluntad como facultades que puedan obtenerse o deban exigirse de cada individuo, ya que sólo se realizan por medio de la integración de la actividad de muchos individuos en un organismo colectivo unitario.” [15] El militante individual no es, pues, más que el portavoz, o la pluma cuando escribe, de posiciones políticas producidas, no por su propio pensamiento, sino por toda la historia del proletariado. Debe rechazar toda concepción de su individualidad militante como un todo individual. Por el contrario, debe verse a sí mismo como miembro de un todo colectivo.
Que estas posiciones sean más o menos claramente expresadas y defendidas, que sean más o menos correctas, por el militante mandatado – directamente o no – para la intervención de la organización no cambia nada en el asunto. Cuando interviene en una asamblea obrera o en una reunión política, el militante – preferentemente la delegación de militantes – no es más que la herramienta de que dispone la organización comunista para llevar a cabo una intervención de partido. Esto no significa que sea un simple robot que repite las fórmulas del partido. Pero sólo en la medida en que la organización política haya sido capaz de definir, a partir de su marco programático, las orientaciones adecuadas y en la medida en que el militante individual haya sido capaz de hacerlas suyas, incluso participando y contribuyendo a su definición y elaboración en el marco colectivo, podrá asumir mejor el papel de la intervención de partido.
El partido no espera a que todos sus miembros tengan la misma capacidad de compromiso, de “trabajo” o de tiempo para dedicar a la organización, ni que todos tengan las mismas cualidades “políticas” y de formación. Uno tendrá habilidades de escritura que el otro no tendrá. Otro sabrá hablar en una reunión o en un acto público. Otro tendrá más capacidades organizativas, etc. No hay ni puede haber igualdad absoluta entre las capacidades y la participación efectiva de los miembros del partido, como tampoco puede haber igualdad de compromiso en una huelga entre los distintos proletarios que participan en ella. La concepción de la organización comunista sobre la participación individual de sus miembros en las tareas se basa en el principio de “cada uno según sus capacidades.” La capacidad de la organización en partido – es decir, basada sobre todo en el programa comunista y en las posiciones políticas que de él se derivan – de aprovechar las capacidades individuales le permite ir más allá de la simple suma de las capacidades individuales de sus miembros y convertirlas en una fuerza histórica. Lejos de partir de la unidad-individuo, el partido o la organización comunista parte de la unidad-partido, pasando por sus diferentes partes, es decir, las secciones locales como células de base, los órganos centrales a todos los niveles y los miembros individuales, para llegar no a la unidad-individuo, sino a la unidad-partido.
Contra el mantenimiento del espíritu y de los métodos de círculo
La lucha contra el individualismo es, pues, una lucha histórica y permanente de los comunistas, en particular en el seno de las organizaciones políticas proletarias. A lo largo de la historia del movimiento obrero, el individualismo se ha expresado de una u otra forma, en particular durante el período de las sectas y los círculos. “El desarrollo de las sectas socialistas y el desarrollo del movimiento obrero real se encuentran siempre en proporción inversa. Las sectas están justificadas (históricamente) mientras la clase obrera aún no ha madurado para un movimiento histórico independiente. Pero en cuanto ha alcanzado esa madurez, todas las sectas se hacen esencialmente reaccionarias.” [16] La lucha de Lenin en el 2o Congreso del POSDR, al que está dedicado su folleto Un paso adelante, dos pasos atrás, tenía como objetivo establecer un verdadero partido que, hasta entonces, había estado formado por círculos, es decir, agrupaciones más o menos formales basadas esencialmente, o principalmente, en vínculos personales, o incluso de amistad. “El problema en discusión se reduce de este modo a un dilema: ¿círculos o partido?” [17]
Nos parece posible y útil establecer un paralelismo entre la realidad del campo proletario actual y la realidad de las fuerzas revolucionarias que entonces intentaban crear “auténticas organizaciones oficiales del Partido.” Materialmente, numéricamente, el conjunto del campo proletario actual, empezando por sus principales organizaciones, agrupa a una ínfima minoría de miembros, los más antiguos de los cuales se conocen personalmente desde hace décadas y que han permanecido y permanecen, en su mayor parte, aislados de su clase. Sigue marcado en gran medida por las condiciones de su surgimiento en los años posteriores a 1968 y 1970, en particular por los restos del espíritu del círculo que aún persisten hoy en día. Esta generación – o lo que hoy queda de ella – tiene la tarea, antes de desaparecer, de pasar el testigo a la nueva generación que emerge y tiende a reagruparse. Esta nueva generación sufre aún más las prácticas individualistas inherentes a la aparición de los nuevos medios de comunicación, Internet y las redes sociales, que la ideología burguesa retoma y propaga para reforzar la fragmentación social y el individualismo en general. ¿Cómo no reconocer la realidad de las agrupaciones, debates y círculos de discusión propios de las redes sociales actuales en las siguientes prácticas criticadas por Lenin en 1903?
“… el Partido consistía en círculos aislados, sin ningún nexo orgánico entre sí. El pasar de un círculo a otro era simplemente cuestión de ‘buena voluntad’ de un individuo, que no tenía ante sí ninguna expresión clara de voluntad del todo. Los puntos en litigio, en el seno de los círculos [podemos actualizar con en las redes sociales internet], no se resolvían según unos estatutos, “sino luchando y amenazando con marcharse’”. [18]
Cualquiera que frecuente o haya frecuentado las redes sociales no puede dejar de reconocer el predominio abrumador del método y el espíritu del círculo en las redes. No hay verdadero debate. Nada de controversia real. No hay confrontación abierta y argumentada de posiciones divergentes. Cualquiera que exprese una posición divergente es eliminado de la lista de suscriptores sin más recurso. Las fórmulas son igual de radicales, incluso grandilocuentes, pero carentes de sentido práctico, es decir, políticas y clasistas. Peor aún, se destruye el formalismo de la organización, si alguien trata de imponerlo. Ningún estatuto. Ningún programa. Ningún informe o balance de las discusiones y debates con una resolución de organización o otra cosa. Ninguna centralización política efectiva de las discusiones y debates. El individuo es libre de pensar y decir lo que se le ocurra. Sólo es responsable ante sí mismo o ante su smartphone o, en el mejor de los casos, ante su círculo, perdón, su red. Al final, los criterios de selección no son políticos, sino personales. La oposición entre espíritu de círculo y espíritu de partido puede resumirse en lealtad a los amigos y compinches o lealtad a las posiciones y principios comunistas y, por tanto, a las propias convicciones políticas. [19]
Como corolario, la práctica de las reuniones por vídeo tiende desgraciadamente a sustituir a las reuniones presenciales. No tenemos nada en contra de la organización de video-encuentros entre camaradas aislados, sobre todo a escala internacional, que no pueden reunirse en el mismo lugar. En cambio, el hecho de que los militantes ya no hagan el esfuerzo, e incluso lo consideren superfluo, de desplazarse y participar en reuniones físicas, o “cara a cara”, supone un retroceso en relación con una conquista y un principio de organización del movimiento obrero. [20] Pero, ¿qué sentido tiene salir de casa para asistir a una reunión de la sección local, llevar lápiz y papel, o incluso un micro-ordenador para tomar notas, y hacer el esfuerzo de desplazarse hasta el lugar donde se celebra? Cuando se puede celebrar una en casa por vídeo utilizando su smartphone. Cuando se puede quedar calentito – o fresquito, según la temporada – en casa después de un día de trabajo. O aún no tener que “sacrificar” parte de un fin de semana con la familia o los amigos por una reunión. Sobre todo si la reunión por vídeo permite atender a la familia al mismo tiempo, cuidar de los niños o echar un ojo a la lavadora.
Al hacerlo, la célula básica de toda organización comunista, que da ritmo a la vida de la militancia comunista y a la vida política del cuerpo colectivo, o sea la sección local semanal, desaparece. Se disuelve. El momento privilegiado que es la reunión local, indispensable para la vida política y para la circulación de la sangre en el organismo, ya no existe. El momento privilegiado de cada militante, el encuentro con sus camaradas, que le convierte en parte integrante de la organización, ya no es. Ya no es el momento en que, a diferencia de otros momentos de su vida personal – trabajo, familia, etc. – el militante puede dedicarse por entero, sin reservas, sin trabas, sin dispersión, durante unas horas, a la actividad militante colectiva y dar lo mejor de sí mismo para la organización y la lucha común. Ya no es el momento particular en que el militante comunista puede darse cuenta en la práctica de lo que significa poner el compromiso comunista en el centro de su vida – no decimos de toda su vida y todo su tiempo – y así, además de dar vida a su organización, fortalecer, consolidar y dar vida a sus convicciones políticas y militantes.
El peligro de la penetración de la ideología individualista y democrática de Internet amenaza más allá de las fuerzas comunistas. Las recientes huelgas en Estados Unidos, en UPS, en la industria del automóvil, la huelga del sector público en Quebec, todas terminaron con votaciones, a favor o en contra de los acuerdos firmados por los sindicatos, a través de Internet. ¡Una “asamblea” por videoconferencia reunió a 4.000 trabajadores de la enseñanza en Quebec! ¡Cada uno en casa! Aparte del control total que ejercen los sindicatos organizadores de la videoconferencia, que les permite maniobrar a su antojo en caso de que la votación no sea de su agrado, el hecho de quedarse en casa imposibilita un auténtico “debate” contradictorio sobre la propia lucha, en este caso sobre el valor del acuerdo salarial y sobre la dirección y los términos de la propia huelga. Y sobre todo, imposibilita que los trabajadores puedan “sentir” la fuerza y la vitalidad de su colectivo, que puedan darse cuenta de que, unidos en la lucha, son mucho más que la suma de votantes a favor o en contra.
El informalismo y el individualismo inherentes a las redes sociales y a los smartphones refuerzan el peligro de los círculos y del espíritu de círculo. Las concesiones organizacionales y militantes hechas por las principales organizaciones comunistas como una cuestión de “costumbre” [21], por comodidad e inmediatismo [22], al informalismo y al individualismo inherentes a los medios de comunicación en Internet representan un obstáculo para el imprescindible esfuerzo de re-apropiación teórica, política, organizacional y militante que debe realizar la generación más joven. Lo mismo ocurre, al menos en gran medida, con la generación anterior, la que debe pasar el testigo y que, en su mayor parte, los ha descuidado más o menos o los ha dejado de lado. En particular, los grupos de la Izquierda comunista deben re-apropiarse y poner en práctica las lecciones aprendidas por el movimiento obrero para luchar contra el mantenimiento del espíritu de círculo en las filas del campo proletario y de sus organizaciones. En Un paso adelante, dos pasos atrás, Lenin y la fracción bolchevique contraponen el método de partido al del espíritu de círculo.
No se podía ni debía revestir de una forma precisa el nexo existente en el interior de círculo, o entre los círculos, porque estaba basado en un compadrazgo o en una ‘confianza’ absoluta y no motivada. El nexo del Partido no debe descansar ni en el uno ni en la otra; debe basarse precisamente en unos estatutos formales, redactados ‘burocráticamente’ (desde el punto de vista del intelectual relajado [indisciplinado dice la versión francesa de las Éditions sociales]), y cuya estricta observancia es lo único que nos garantiza de la arbitrariedad y de los caprichos de los círculos, de sus querellas, calificadas de libre ‘proceso de la lucha ideológica’. (…) Cuando yo era sólo miembro de un círculo (…) tenía derecho a justificar, por ejemplo, mi negativa a trabajar con X., alegando sólo la falta de confianza, sin tener que dar explicaciones ni motivos. Una vez miembro del Partido, no tengo derecho a invocar sólo una vaga falta de confianza, porque ello equivaldría a abrir de par en par las puertas a todas las extravagancias y arbitrariedades de los antiguos círculos; estoy obligado a motivar mi ‘confianza’ o mi ‘desconfianza’ con un argumento formal, es decir, a referirme a esta o a la otra disposición formalmente fijada de nuestro programa, de nuestra táctica, de nuestros estatutos.” [23]
Para nosotros, este método de partido , opuesto al de los “viejos” círculos y al de los actuales “círculos 2.0”, es una cuestión de principios. El militante, como cualquier otra parte de la organización, incluidos sus órganos centrales, no es libre de “pensar lo que quiera”. El estalinismo, ampliamente asumido por todas las formas de izquierdismo, ha desnaturalizado completamente la relación entre el militante y el partido. No se puede prohibir a los individuos, aunque sólo fuera porque sería en vano, tener pensamientos y posiciones políticas y creer que son producto de su cerebro. Por otra parte, el militante comunista es responsable y debe rendir cuentas a su organización, al igual que ésta lo es ante el proletariado internacional. No se trata de imponer una disciplina formal, un decreto o un estatuto organizacional, a los militantes para que piensen “como se debe”. Menos aún se trata de obligar a un militante que discrepe de la posición del partido a defenderla “por disciplina”, como estableció la bolchevización zinovievista en el seno de los partidos de la Internacional a principios de los años 20 y como desarrolló el estalinismo hasta la caricatura – dramática y sangrienta – a continuación. Aparte de que la defensa de la posición será menos eficaz desde el punto de vista del todo, de la organización política, o incluso totalmente contraproducente, si el militante mandatado para intervenir no la comparte, defender por disciplina una posición política con la que no está de acuerdo sólo puede conducir al debilitamiento y a la destrucción final de sus convicciones políticas y militantes. [24]
Cuando exprese posiciones particulares o divergentes, el militante individual, y por tanto miembro de la organización, al igual que cualquier otra parte de la misma, incluidos los órganos centrales, como hemos dicho, debe remitirse siempre al programa y plataforma política de la organización a la que pertenece, y a las posiciones y orientaciones adoptadas en sus congresos u otras asambleas generales. Puede ocurrir que un militante, o un grupo de militantes, acabe adoptando una determinada posición que, en mayor o menor medida, ponga en tela de juicio un punto o pasaje concreto de la plataforma política del grupo, o una orientación o posición adoptada por la organización. Si bien la organización no puede “prohibir” la existencia de esta posición en nombre de un respeto – que sería absoluto y dogmático – por la plataforma, debe subrayar que es contraria a ella y pedir al miembro, o grupo de militantes, que la defiende que se remita al documento histórico que es la plataforma o a cualquier otro texto programático – aunque ello suponga cuestionarla, o incluso abandonar la organización si no se le puede convencer de que cambie la plataforma.
Hoy, en un momento en que una nueva generación de militantes tiende a surgir y a reagruparse en torno a la Izquierda comunista, e incluso a integrarse en las organizaciones que la componen, la lucha contra el mantenimiento del espíritu y del método de círculo y contra la resistencia a la transición hacia el espíritu y el método de partido se convierte en una prioridad. O bien los grupos comunistas actuales consiguen superar sus debilidades históricas en este terreno y resistir a las sirenas del inmediatismo, y en particular a las sirenas del espíritu de círculo 2.0, o bien se dejarán arrastrar por la pendiente fatal y disolvente del individualismo y el informalismo. Sin embargo, los tambores de la guerra generalizada suenan cada vez más fuerte. El tiempo corre.
La relación entre la vida militante y la vida personal del miembro de la organización comunista
Pero volvamos a nuestro punto inicial. Las dificultades que los militantes comunistas pueden encontrar en su vida cotidiana para gestionar o compaginar su compromiso político y los diversos aspectos de su vida personal deben abordarse tanto:
a partir de las normas o principios generales que rigen la relación del miembro con la organización;
y en el marco de la batalla permanente contra el individualismo y el espíritu de círculo, especialmente en la era de Internet y las redes sociales y del control cada vez más totalitario del capitalismo de Estado en todos los ámbitos de la vida social.
Como hemos dicho, la organización política no está al servicio del miembro. Su función y su finalidad no son, por tanto, resolver las dificultades personales y cotidianas de sus miembros. Sin embargo, está obligada a tener en cuenta la realidad de sus fuerzas, aquellas con las que puede contar para llevar a cabo una tarea determinada en un momento y ocasión determinados. Por lo tanto, no puede negar, ni descuidar, que los miembros puedan atravesar periodos y momentos en los que su compromiso y movilización militante tengan que compaginarse, o incluso limitarse o a veces “suspenderse” debido a diversas dificultades en la vida personal del militante.
Por lo tanto, ocurre con frecuencia que las dos dimensiones son vividas y sentidas como contradictorias por el individuo miembro. Si nos quedamos en el nivel de la unidad-individuo, la tentación es grande de eliminar uno de los dos términos de lo que se vive como una contradicción personal. Sacrificar, o al menos “descuidar”, la dimensión vida personal para llevar a cabo la tarea militante y “resolver” así la contradicción. O sacrificar, o al menos “descuidar”, la tarea militante para preservar la vida personal, familiar, afectiva o de otro tipo. Lo que ambas opciones tienen en común es que parecen resolver la dificultad eliminando uno de los dos términos de la contradicción en lugar de superarla. La consecuencia, si no la causa, es un malentendido de la naturaleza del compromiso comunista individual, expresado bien en un tipo de militancia sacrificial o integral que conduce a una visión y una práctica militantes voluntaristas y activistas, bien en una visión y una práctica militantes diletantes que conducen a una visión y una práctica militantes fatalistas.
El concepto marxista del partido y de su acción, como ya hemos enunciado, rechaza tanto al fatalismo (espectador pasivo de fenómenos sobre los cuales no es capaz de influir directamente) como a toda concepción voluntarista en el sentido individual, según la cual las cualidades de preparación teórica, fuerza de voluntad, espíritu de sacrificio, en suma, un tipo especial de figura moral y un requisito de «pureza», deberían ser exigidos indistintamente a cada militante del partido, el que quedaría reducido a una élite distinta y superior al resto de los elementos sociales que componen la clase obrera. Por su parte, el error fatalista y de la pasividad conduciría, si bien no a negar la función y la utilidad del partido, al menos a apoyarlo sin más en la clase proletaria entendida en el sentido económico, estadístico. Por tanto, hay que reafirmar las conclusiones señaladas en la tesis que precede sobre la naturaleza del partido, condenando tanto el concepto obrerista como el de la élite de carácter intelectual y moral: ambos están alejados del marxismo y destinados a encontrarse en la vía del oportunismo.” [25]
El diletantismo, la militancia de dandi, hace del compromiso militante una actividad, un pasatiempo, una de las múltiples ocupaciones del individuo. Su compromiso comunista no está “en el centro de su vida”. Sus convicción política y militante es básicamente más una postura revolucionaria que un verdadero compromiso de militante comunista en el combate colectivo de partido. [26] Para ello, llevar a cabo tal o cual tarea tiene poca importancia: para qué distribuir un volante que nadie leerá, para qué organizar una reunión pública a la que pocos asistirán, ¿para qué? son sus argumentos cuando no está dispuesto a participar en la intervención del partido. Cuántas veces hemos oído a los fatalistas decir que para qué tal o cual intervención, no somos nada, o tan poco...
La militancia que describimos aquí como integral es de orden sacrificial. La prioridad del militante es en todo momento y en permanencia la actividad revolucionaria, aunque su vida personal sufra por ello. Su compromiso comunista no es “al centro de su vida”, sino “toda su vida”. Tiene el mérito, sólo en apariencia, de mostrar un compromiso mucho más decidido. Es similar a muchas formas de militancia izquierdista, maoísta o Trotskysta en particular. Muy a menudo, no puede aceptar que sus relativos, su pareja por ejemplo, no sean también militante comunista. La pareja se convierte entonces en “militante”. La educación de los hijos también se convierte en una tarea militante. El círculo de amigos se reduce a militantes. En resumen, tiende a convertir su vida cotidiana en un catecismo comunista y a menudo quiere que la organización sea una isla de comunismo, lo que a la larga sólo puede conducir a una visión y una práctica de secta. Pero como el diletante, su visión se basa en el individuo y no en el interés colectivo de la organización proletaria. “Inmediatamente da prueba de su ’corazón’ religioso yendo a la batalla como sacerdote, en favor de otras personas, los ’pobres’ en este caso, dejando claro que no necesita el comunismo para sí mismo, sino que va a la batalla por puro sacrificio magnánimo, entregado y chorreando de él en beneficio de los ’pobres, los desgraciados, los réprobos’, que le necesitan.” [27] El resultado es una visión y una práctica militantes que, además de conducir al sectarismo, caen rápidamente en el voluntarismo o el activismo.
Ambos tipos de militancia, diletante e integral – o “total” –, reflejan una incomprensión de orden individualista de lo que es y debe ser el compromiso individual del militante comunista. Aparte de las consecuencias políticas en términos de práctica errónea del compromiso militante y de la concepción del partido que lo acompaña, expresan el peso de la ideología individualista sobre las fuerzas revolucionarias. Sólo partiendo de la unidad-partido, del colectivo organizado y centralizado, se puede superar la contradicción que puede sentir el militante individual. Inmediatamente, valorando con el militante, y por tanto también ganando su convicción política, lo que es prioritario y lo que no lo es.
El partido o grupo político comunista no puede intervenir en todas partes y todo el tiempo; tiene que elegir prioridades entre los objetivos políticos. Entre ellos, y dependiendo del momento, preservar y proteger al militante, o a los militantes, de una situación personal que puede volverse imposible – una crisis de pareja, por ejemplo – puede convertirse en un reto para la organización. El militante comunista que la clase ha confiado al partido es precioso para ambos. Además, el compromiso comunista individual es un compromiso para toda la vida, no para un momento concreto y limitado. La organización comunista también debe preocuparse de no “quemar” o agotar a los militantes – la situación es diferente para la organización y para el propio militante durante las movilizaciones de masas, y aún más durante los periodos revolucionarios.
“Si la organización se ocupa en la medida de lo posible del buen estado de cada uno de sus miembros, es sobre todo en interés de la organización, para que cada una de sus células pueda cumplir mejor su parte para la organización. Esto no quiere decir que ignoremos la individualidad del militante y sus problemas, sino que el punto de partida y el punto de llegada es la organización para que pueda cumplir su tarea en la lucha de clases, que es para lo que la clase le dio existencia.” [28]
En consecuencia, la organización puede verse obligada a relevar a un camarada de una tarea de la que es responsable para que pueda dar prioridad, en un momento dado, a la resolución o prevención de dificultades personales – por ejemplo, garantizar la armonía de su pareja, para retomar el caso antes mencionado. En este caso, no se trata de que la organización interfiera en la situación personal del miembro, ni mucho menos que la resuelva, sino de garantizar tanto el funcionamiento de la organización con la mayor eficacia posible como la protección del militante cuya situación se torna difícil, a riesgo de debilitar su capacidad militante y sus convicciones políticas.
La organización también debe convencer a sus miembros de la conveniencia de informar a sus familiares – pareja, hijos en edad de comprender, a veces padres y amigos íntimos – de su compromiso militante. No se trata de implicarles en la vida interna de la organización, ni siquiera de informarles, a riesgo de mezclar las relaciones afectivas y familiares con las relaciones políticas. Es importante respetar y mostrar la distinción militante-no militante. Pero se trata más bien de preparar y proteger a los familiares ante cualquier imprevisto en la vida del militante revolucionario. Por ejemplo, en caso de represión, la familia y los relativos se ven directamente afectados con mayor o menor intensidad y consecuencias prácticas. Pero en términos más generales, es importante que las personas con las que el militante comparte su vida cotidiana estén informadas del compromiso militante para gestionar lo mejor posible las implicaciones prácticas en la vida cotidiana de la familia. [29]
Estos pocos ejemplos y situaciones sólo cubren una pequeña parte de las diversas dificultades y situaciones a las que puede enfrentarse el militante, y que la organización debe tener en cuenta, en primer lugar para la realización de sus tareas inmediatas y a largo plazo; y en segundo lugar para la defensa y protección del miembro, que no es un superhombre. En el día a día, es un ser social atomizado como cualquier otro, que se enfrenta a las mismas dificultades personales que los demás. Si la organización no puede ayudarles a resolver sus problemas, ella puede ayudarle a afrontar y superar ciertas dificultades de la vida cotidiana, como los problemas afectivos o familiares, la depresión o el cansancio...
Aquí concluyen nuestras reflexiones. Somos conscientes de que estamos lejos de haber abordado todas las cuestiones que los militantes más jóvenes y menos experimentados pueden plantearse sobre el compromiso comunista. Tanto más cuanto que las situaciones personales y los casos prácticos son innumerables y a menudo únicos y particulares en sí mismos. Del mismo modo que el partido o la organización comunista no pueden resolver las dificultades personales de sus militantes, estas consideraciones generales y en gran medida incompletas no pueden servir de receta para que la organización y el militante afronten las dificultades cotidianas de carácter personal que se les puedan presentar. En cambio, creemos que contribuimos a proporcionar un enfoque y un método para afrontarlas y superarlas.
Ante todo, hay que combatir la ideología individualista y el espíritu de círculo en general, así como el “2.0” que prevalece hoy en día. El enfoque y el objetivo sólo pueden ser el todo colectivo, es decir, la unidad-partido. Y no la unidad-individual. El reto es sencillo: la homogeneidad y la unidad política del partido de mañana, el mismo partido que estará llamado a dirigir la lucha revolucionaria del proletariado frente a la marcha hacia la guerra generalizada a la que nos ha arrastrado el capital.
Notas:
[1] . No tenemos espacio aquí para explicar la oposición de clase entre la militancia comunista y la izquierdista y sus implicaciones concretas.
[3] . Típico aventurero político, Parvus (1867-1924) fue un destacado miembro del ala izquierda de la socialdemocracia, junto a Rosa Luxemburgo y Trotsky en particular. Desempeñó un papel destacado en el debate sobre la huelga de masa y durante la Revolución Rusa de 1905, junto con el propio Trotsky. Los primeros signos de un estilo de vida inconforme aparecieron cuando se negó a pagar lo que debía a Maxim Gorki y al Partido Socialdemócrata por la “producción” de la obra Los bajos fondos. Hombre de negocios “dotado”, “se dedicó a la especulación durante las guerras de los Balcanes y se enriqueció al servicio de los turcos” (Paul Frölich, Rosa Luxemburg), en particular mediante el tráfico de armas. Se hizo muy rico. Todo esto condujo a un distanciamiento progresivo de Parvus de los círculos revolucionarios, en particular su ruptura personal con Rosa Luxemburg. Probablemente un revolucionario sincero, creía que podía utilizar sus habilidades personales como hombre de negocios y sus contactos con el mundo empresarial y el Estado para servir a la revolución. No cabe duda de que este tipo de personaje, que se cree destinado a un papel y un destino históricos, reaparece regularmente en las filas revolucionarias. Evidentemente, aún más durante los periodos revolucionarios... Sean cuales sean los servicios que crean poder prestar al movimiento comunista, en particular su financiación, estos individuos representan para las organizaciones comunistas un peligro que hay que combatir.
[4] . K. Marx, Carta a F. Bolte, 23 de noviembre de 1871, https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/m23-11-71.htm
[5] . Principalmente, el Partido comunista internacional que publicaba Programme communiste y Le Prolétaire para el primero y, para el segundo, Il Partito comunista internazionalista que sigue publicando Battaglia comunista y Prometeo, al origen de la Tendencia comunista internacionalista
[6] . Algunas referencias: del PCI-Programa Comunista, Programa Comunista nº 86, Los fundamentos de la militancia comunista; de la CCI, Revista Internacional nº 5, 29 y 33 (para limitarnos): Les statuts des organisations internationales du prolétariat, Rapport sur la fonction de l’organisation, Rapport sur la structure et le fonctionnement de l’organisation. Los boletines internos de la CCI contienen numerosas contribuciones sobre el tema. Sería ciertamente útil recopilarlas y publicarlas algún día. En Marc Laverne et le CCI, textes choisis et rassemblés par Pierre Hempel (sólo en francés) se pueden encontrar varias contribuciones escritas por el miembro de la CCI Marc Chirik sobre la relación partido-militante.
[7] . Tesis “de Lyon” presentadas por la Izquierda, la futura fracción de izquierda, al 3o congreso del PC de Italia, 1926.
[8] . K. Marx, La ideología alemana, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1846/ideoalemana/feuerbach/2.htm
[9] . La re-apropiación sólo puede realizarse realmente por lo esencial en un marco organizado y colectivo.
[10] . K. Marx, La ideología alemana, op.cit. La versión española se diferencia de la francesa: utiliza «hombre común» en lugar de “comunista” y “secuaces” en vez de “adherente”. Nos referimos a la versión francesa de las Éditions sociales.
[11] . Tesis sobre la táctica del Partido comunista de Italia (Tesis de Roma), 1922 (https://www.sinistra.net/lib/upt/elproc/mopo/mopobhebos.html)
[12] . Partido comunista de Italia, El principio democrático, 1922 (https://www.sinistra.net/lib/pre/rasseg/wiei/wieibfozus.html)
[13] . Adresse du Conseil général de l’AIT (la 1er Internationale) aux membres et aux sociétés affiliés et à tous les travailleurs, 1867, in Sur le Parti révolutionnaire, Éditions sociales, 2023, traducimos del francés.
[14] . Kautsky citado por Lenin en Un paso adelante, dos pasos atrás. El hecho de que Kautsky traicionara al internacionalismo proletario a partir de 1914, de que fuera el actor más eminente del centrismo dentro de la 2a Internacional al menos desde la década de 1910, antes de la guerra, no resta en absoluto valor político de clase a muchas de las posiciones que adoptó y de los textos que escribió.
[15] . Tesis de Roma, op.cit.
[16] . K. Marx, Carta a F. Bolte, op.cit.
[17] . Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás, Comienza el congreso, incidente del comité de organización, Obras escogidas, Editorial Problemas, 1946.
[18] . idem., La nueva Iskra, el oportunismo en materia en problemas de organización.
[19] . Por supuesto, la actividad comunista y las divergencias, o incluso las separaciones, políticas y organizativas no impiden mantener relaciones amistosas con antiguos camaradas. Las relaciones políticas y personales deben distinguirse lo más claramente posible, aunque la realidad de las luchas políticas también pueda afectar a las relaciones personales. Pero esto es asunto de los militantes como individuos, no de la organización...
[20] . Sabemos, por ejemplo, que la CCI ya no celebra reuniones locales, aunque tenga varios miembros en la misma ciudad. Celebra reuniones “transversales”, “reuniendo” a miembros de diferentes lugares. Así, se quedan así aislados de sus camaradas con los que se supone que deben intervenir en caso de luchas obreras o de otro tipo, pero permaneciéndose así cómodamente en sus casas. Los criterios para asignar miembros a determinadas redes de vídeo sólo pueden ser arbitrarios y personalizados. Un remake moderno de la bolchevización zinovievista de los partidos comunistas a principios de los años 20, que sustituyó las reuniones por secciones territoriales o locales por la creación de células de empresa, y que la Izquierda de Italia denunció enérgicamente.
[21] . Las condiciones imperantes en los años 60 y 70, la ruptura orgánica con las organizaciones del pasado como consecuencia de la contrarrevolución, la influencia del consejismo fomentado por la oposición al estalinismo y el ambiente estudiantil de la época dejaron su huella en las organizaciones de la entonces renaciente Izquierda comunista.
[22] . No estamos exentos de esta dificultad. Por supuesto, esta presión “social” y sobre todo ideológica también se ejerce sobre nosotros.
[23] . Lenin, op.cit.
[24] . Siempre que esté voluntario a ello, o al menos de acuerdo en hacerlo, un militante puede “exponer” públicamente una postura con la que no está de acuerdo, o incluso leer un texto que la defienda, si no hay nadie de acuerdo disponible para defenderla. Y esto con miras a tratar de establecer los términos, o incluso las condiciones, de un debate y una clarificación políticos. Pero el partido o la organización comete un error al obligar a un miembro a defender una posición que no comparte.
[25] . Tesis de Lyon, op.cit.
[26] . A menudo, aunque no siempre, el diletantismo militante es portado por los militantes que calificaríamos de aventureros y que se ven, o se verían, con un destino de figura histórica, sobre todo cuando la historia parece “propicia” y el comunismo se pone “de moda” en ciertos círculos.
[27] . K. Marx, Circulaire contre Kriege de mai 1846, in Sur le Parti révolutionnaire, Éditions sociales, 2023, traducido por nosotros.
[28] . Extracto de una intervención de Marc Chirik ante la sección parisina de la CCI en noviembre de 1980, cf. Marc Laverne et le Courant Communiste International, recueil de textes choisis par Pierre Hempel.
[29] . En un caso caricaturesco, un militante de la categoría “integral” se negaba a informar a su familia y amigos de su compromiso militante. Al cabo de un tiempo, su pareja pensó que tenía una aventura amorosa con alguien a quien visitaba una vez a la semana, ¡aunque iba a la reunión semanal!