Revolución o Guerra n°19

(Octubre 2021)

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La pandemia de Covid-19: una prueba más de la necesidad histórica objetiva del comunismo

En marzo de 2021, en una llamada video con otros diputados tories, Boris Johnson saludó el rápido desarrollo de muchas vacunas eficaces contra el Covid-19 como fruto del capitalismo y de la atracción de la ganancia. [1] Inmediatamente se retractó de sus comentarios, tal vez porque sabía instintivamente que el triunfalismo capitalista en un momento de asesinato social en curso, del que tiene una parte importante de responsabilidad, sería contraproducente para el interés capitalista que personifica No obstante, suponemos que su lógica es que la competencia capitalista y el espíritu empresarial que conlleva habrían motivado a las distintas empresas farmacéuticas a desplegar los considerables conocimientos que tienen y emplean, para correr a desarrollar vacunas y terapias que sacar al mercado. De hecho, la rapidez con la que se han desarrollado diferentes tipos de vacunas – ARN, vector viral, partículas similares a los virus, inactivadas – es una hazaña impresionante que demuestra la capacidad técnica y productiva de la sociedad moderna, una capacidad que una sociedad en la que la producción social sería al servicio de las necesidades sociales sería aprovechada para evitar las muertes masivas por pandemias.

Por desgracia, no vivimos en este tipo de sociedad. Por otro lado, si consideramos los intereses de clase de la burguesía, las instrucciones de la clase dominante son perfectamente racionales. El hecho de que las distintas burguesías nacionales no hayan podido controlar la pandemia no es consecuencia de su incompetencia, que es relativa, ni de una supuesta crisis política en el seno de esta clase. Que se explique esta supuesta crisis política como una consecuencia automática de la crisis económica, una supuesta revuelta de una pequeña burguesía rabiosa, o en base a la teoría idealista de la Descomposición, no cambia el hecho de que la conclusión subestima peligrosamente la habilidad con la que la burguesía responde políticamente a las contradicciones sociales y económicas del capitalismo para imponer su ’solución’ a estas contradicciones. El ’fracaso’ del control de la pandemia no es más que la expresión de una sociedad sin futuro, de un modo de producción cuyas contradicciones sólo pueden conducir a una matanza mutua de una magnitud históricamente inédita si se permanece en el marco de esta sociedad sin futuro, o a una revolución proletaria mundial, también inédita en su magnitud y alcance en cuanto a revoluciones. Pero para lograr esta revolución y detener la carrera hacia la guerra mundial, el proletariado tendrá que actuar como sujeto de la historia en función de sus propios intereses históricos objetivos, y no sólo como categoría de clase obrera.

Los fundamentos malthusianos de la respuesta burguesa a la pandemia

En un número anterior, analizamos el neomaltusianismo en el contexto de la respuesta ideológica burguesa a la realidad de la devastación ecológica causada por un modo de producción que prioriza el beneficio por encima de todo [2]. El maltusianismo sirve para dar cobertura ideológica a la acumulación de una riqueza obscena, por un lado, y a la miseria, por otro, haciendo a las víctimas de esta miseria – los explotados, la población que el capitalismo rechaza como ’excedente’, los indigentes – responsables de su propia miseria por su deseo biológico de procrear. En el contexto de esta pandemia, vemos en acción una de las principales recomendaciones de Malthus, a saber, evitar tomar medidas para limitar el impacto de las enfermedades infecciosas. La diferencia es que el ’bien mayor’ por el que los proletarios están llamados a sacrificarse es ahora explícitamente la economía nacional.

Una característica de este virus que fue evidente desde los primeros días de la pandemia es que causa mortalidad principalmente entre las personas mayores y las que tienen comorbilidades, muchas de las cuales están jubiladas o reciben prestaciones por discapacidad de larga duración. Esto contrasta fuertemente con la pandemia de 1918, que causó una mortalidad desproporcionada entre las personas en edad de trabajar. Esto se verificó en un estudio sobre el exceso de mortalidad en el centenar de países de los que se dispone de datos, en el que se constató que la edad media de la muerte en la actual pandemia era de 70 años, frente a los 27 de la pandemia de 1918. [3] Esto puede explicar en parte la reacción, o la falta de reacción, de la burguesía en los centros del capitalismo mundial al comienzo de la pandemia. El razonamiento de la clase dirigente era que la mayoría de las personas que morían no estaban en edad de trabajar. Por lo tanto, la burguesía decidió sacrificar a la ’población sobrante’ en nombre de ’la protección de la economía y de nuestro modo de vida’. [4] Esto explica las primeras propuestas de permitir que el virus se propague sin obstáculos a través de la población para lograr la inmunidad natural de la manada, propuesta por políticos como Boris Johnson y adoptada por Bolsonaro como una forma de superar la pandemia. Si se ha abandonado, en parte, la política de dejar que el virus se propague sin interrupción, no es porque la burguesía haya adquirido repentinamente una conciencia. La razón es que la magnitud de la mortalidad que provocaría esta política imposibilitaría el funcionamiento normal de la sociedad (ya que los hospitales se verían desbordados), porque tendría un gran impacto en la economía a pesar de la intención de la clase dirigente de elegir la ganancia por encima de la salud, y porque se comprendió que las personas en edad de trabajar no son inmunes a los efectos de la enfermedad.

Los terribles efectos de negarse a tomar medidas para detener la propagación de esta enfermedad fueron evidentes en Brasil. Bolsonaro es quizás la expresión más pura del cinismo malthusiano que han adoptado prácticamente todos los gobiernos occidentales. A pesar de los insistentes consejos de que esto llevaría a cientos de miles de muertes adicionales, Bolsonaro ha impuesto una política de inmunidad natural de rebaño socavando activamente los esfuerzos para implementar intervenciones no farmacéuticas para frenar la propagación del virus. ¿El resultado? Más de dos meses con una media de más de 2.000 muertes diarias, registros de más de 4.000 muertes diarias y hospitales sobrecargados que no pueden garantizar la atención a las víctimas de infartos y accidentes de tráfico [5]. La propagación desenfrenada del virus también está dando lugar a la aparición de variantes más patógenas y transmisibles que no perdonan a los jóvenes. La segunda oleada en Manaos, bajo el estímulo de la variante que se identificó por primera vez allí, estaría asociada a un aumento de 2,7 veces en el número de muertes entre personas de 20 a 39 años, en comparación con un aumento de 1,15 veces en la población general [6] en relación con la primera oleada. Si se añade el hecho de que la mayoría de las personas que se recuperan de Covid-19 tienen síntomas persistentes semanas o meses después de haber eliminado la infección [7], el hecho de que la inmunidad natural disminuye y las personas pueden volver a infectarse, la perspectiva de nuevas variantes insensibles a las vacunas actuales, se tiene un cuadro verdaderamente sombrío de la realidad social de una pandemia bajo el capitalismo decadente.

La respuesta a la pandemia de las clases dominantes de los países capitalistas occidentales más poderosos ha sido repetidamente la introducción tardía de intervenciones no farmacéuticas y su relajo precoz. En lugar de adherirse al principio de precaución, que establece que en ausencia de pruebas, uno debe pecar por un exceso de precauciones, la burguesía ha utilizado la ausencia de pruebas para justificar su inacción. Tras resistirse en un principio a la aplicación de cierres intensivos de empresas reagrupando a trabajadores en su interior, el gobierno británico no tuvo más remedio que imponer un cierre estricto cuando la realidad demostró que el NHS [sistema de salud británico, ndt.] corría el riesgo de verse desbordado por los pacientes de Covid que requerían oxígeno suplementario. En julio de 2021, con las tasas de infección aún elevadas y sólo algo más del 50% de la población británica totalmente vacunada, el Reino Unido levantó todas las restricciones relativas al Covid [8]. La situación en Estados Unidos es similar, con una cobertura de vacunación del 50% y la eliminación de las restricciones. Esta combinación de condiciones favorece la aparición de variantes que escapan a la inmunidad; el virus puede propagarse sin impedimentos en la población no vacunada, mientras que la inmunidad en la población vacunada selecciona las variantes que son más eficaces para causar infecciones ’atravesadas’. [9] Ahora se nos dice que debemos ’vivir con el virus’. En otras palabras, debemos aceptar la realidad de que un virus que podría haber sido controlado eficazmente está aquí para quedarse. Incluso después del final oficial de la pandemia, es probable que nos encontremos en una situación en la que se multiplique el número de muertes de referencia en una temporada típica de infecciones respiratorias.

Las últimas olas epidémicas en Canadá: un caso de estudio de las prioridades de la clase dominante

Durante la tercera oleada en Canadá, la provincia de Ontario experimentó un repunte de casos que supuso la mitad de los nuevos casos diarios de todo el país. Las zonas más afectadas fueron las que tienen una alta concentración de industria. Se ha demostrado que los lugares de trabajo (principalmente fábricas y almacenes) y las instituciones educativas son los lugares más frecuentemente asociados a los brotes, y que los barrios con grandes concentraciones de trabajadores suelen tener el mayor número de casos [10]. La necesidad de garantizar una licencia por enfermedad remunerada a todos los trabajadores ha sido ampliamente reconocida. En la actualidad, el 42% de los trabajadores y el 10% de los trabajadores con salarios bajos de Ontario reciben una licencia por enfermedad remunerada. Dada su precaria situación, trabajadores han tenido que elegir entre ir a trabajar con síntomas o no poder pagar el alquiler y la comida. Esto puede haber contribuido a la gravedad de la tercera ola en Canadá. El gobierno provincial conservador de Ontario hizo caso omiso de las peticiones de los profesionales de la salud para que se pague la licencia por enfermedad y, en su lugar, optó por prohibir las reuniones al aire libre, imponer una orden de permanencia en casa y dar a la policía el poder de detener a las personas en la calle o en sus coches, exigirles que sepan por qué están fuera y ponerles multas de 750 dólares si se considera que el motivo no es esencial. El hecho de que esta última propuesta no se haya llevado a cabo no cambia el hecho de que la respuesta capitalista a la pandemia ha sido principalmente mantener la producción industrial y obligar a los trabajadores a trabajar en condiciones peligrosas.

Quizás la respuesta más desastrosa de Canadá a la pandemia fue la de Alberta. El primer ministro de Alberta, Jason Kenney, aplicó una política de ’apertura para el verano’ en un momento en que menos del 70% de la población elegible (es decir, los mayores de 12 años) estaba parcialmente vacunada. Kenney es miembro del Partido Conservador Unido, de extrema derecha, que se opone ideológicamente al enmascaramiento y a la vacunación obligatoria. Sus políticas han dado voz a los más rabiosos opositores a las intervenciones no farmacéuticas: los propietarios de pequeños negocios como restaurantes y clubes cuyos ingresos dependen directamente de las reuniones en interiores. El intento de Kenney de apaciguar a la pequeña burguesía que niega el Covid, aterrada ante la perspectiva de su inminente ruina, encontró su expresión más clara en su intento de revocar todas las restricciones relacionadas con el Covid, incluido el requisito de que las personas con Covid confirmado por el laboratorio se autoaislen. Como era de esperar, se vio obligado a dar marcha atrás. En la actualidad, la situación en Alberta es que las unidades de cuidados intensivos están al máximo de su capacidad y la tasa de contagio aún no ha alcanzado su punto máximo. A pesar de la oposición de los antivacunas, Alberta también se ha visto obligada a seguir la política del resto de Canadá e introducir un pasaporte de vacunas. Esto significa que se exigirá una prueba de vacunación para acceder a gimnasios, restaurantes y para viajar.

La respuesta de la izquierda capitalista a la pandemia

Podemos dar muchos ejemplos que echan un jarro de agua fría a la ingenua esperanza de los izquierdistas de que la izquierda gobernante habría hecho un mejor trabajo para limitar la mortalidad de la actual pandemia. Podríamos citar el caso de México de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que recibió una brillante recomendación de Jean-Luc Mélenchon, de la izquierda de La France Insoumise, durante la campaña presidencial de AMLO. AMLO orquestó una respuesta desastrosa a la propagación del Covid-19 en México, con el gobierno alentando a la gente a seguir con sus actividades normales, afirmando que la enfermedad no era grave y adelantando tonterías como la afirmación de que los pobres (la base de apoyo electoral de AMLO) eran inmunes al coronavirus. La prioridad era claramente retrasar la aplicación de las intervenciones de salud pública que podrían provocar quiebras y hacer que los trabajadores se muestren reacios a seguir trabajando en las abarrotadas fábricas que producen piezas de automóviles para GM y Chrysler, entre otros muchos productos industriales. El resultado de esta política supervisada por el niño mimado de la izquierda es que, de los países de los que se dispone de datos sobre exceso de mortalidad, México ocupa el quinto lugar en exceso de mortalidad per cápita. [11]

La pandemia también ha demostrado que la burguesía estadounidense, especialmente su fracción de izquierda encarnada en la presidencia de Biden, es experta en utilizar el identitarismo cuando se enfrenta a una crisis. El CDC [el sistema de salud norte-americano, ndt] recomendaron dar prioridad a la vacunación de los trabajadores esenciales sobre los ancianos en nombre de la ’equidad racial’ debido a las diferencias demográficas entre las personas en edad de trabajar y los jubilados (los jubilados son ’más blancos’), aunque concluyeron que vacunar primero a los ancianos salvaría más vidas.

Está claro que lo que se entiende por ’esencial’ en el capitalismo es lo que es esencial para la acumulación de capital y los intereses imperialistas. Por eso se consideró esencial una planta de automóviles en Michigan que produce transmisiones para toda Norteamérica. Por eso se permitió la propagación desenfrenada del Covid-19 en los barcos de la marina estadounidense. Por eso se considera a los profesores como trabajadores esenciales y se les ha intentado obligar a trabajar en condiciones peligrosas, de hacinamiento y poca ventilación. Esto tiene poco que ver con un supuesto deseo de proteger el bienestar psicológico de los escolares. Es una falacia, al igual que la falacia de que la propuesta del CDC de vacunar a los trabajadores esenciales antes que a los ancianos es una cuestión de ’igualdad racial’. Pero sí muestra la habilidad con la que la burguesía estadounidense ha sido capaz de afrontar esta crisis sanitaria desde el punto de vista de sus intereses de clase, obviamente no desde el punto de vista de garantizar la salud pública. Ese no es la obra de una burguesía en ’crisis política’.

Imperativos económicos nacionales e imperialistas

Aunque la campaña de vacunación en los países occidentales ha empezado a surtir efecto y a reducir el exceso de mortalidad, la situación en muchas partes del mundo sigue siendo miserable. En Perú, el país con mayor mortalidad per cápita por Covid-19, sólo el 12% de la población está vacunada en el momento de redactar este informe. Los países africanos han tenido dificultades para obtener vacunas, a pesar de la disponibilidad de fondos, ya que los países más poderosos se han apresurado a conseguir contratos con los productores de vacunas. Canadá, por ejemplo, obtuvo 400 millones de dosis de vacunas para su población de 38 millones de habitantes [12]. En Estados Unidos, el director general de Pfizer ha hablado de la necesidad de una tercera dosis el año que viene [13]. Moderna también ha propuesto una vacuna de refuerzo para la población estadounidense. Aunque Israel ha comenzado a vacunar a los niños de 12 años con una tercera dosis [14], sólo el 12,1% de la población de Cisjordania y Gaza está vacunada. Desde el punto de vista de la reducción de la mortalidad masiva y la prevención de la aparición de nuevas variantes, la estrategia óptima de distribución de vacunas sería enviarlas primero a los lugares con mayores tasas de infección y priorizar la vacunación de las poblaciones de riesgo. Sin embargo, los gobiernos occidentales ven en las vacunas una forma de salir de la pandemia y volver a la acumulación de capital sin restricciones. No es de extrañar que en un mundo dominado por la competencia capitalista e imperialista, la distribución de las vacunas se convierta en un problema de esta competencia.

Las burguesías nacionales argumentarán que la pandemia ha demostrado la necesidad de producir vacunas a nivel nacional. Esta repatriación de la producción irá más allá de las vacunas. A medida que las rivalidades imperialistas se agudizan en el contexto de la crisis económica estructural acelerada por la pandemia, la repatriación de partes estratégicas de la producción, incluida la industria pesada debido a su vínculo con la producción de armas, se convierte en una cuestión de competencia internacional. El nacionalismo económico, ya sea de izquierda o de derecha, está a la orden del día para la clase capitalista.

El fracaso en el tratamiento de este virus no inspira confianza en una hipotética pandemia futura, mucho más mortal. Es una prueba más de la obsolescencia histórica del capitalismo... la brecha entre la posibilidad técnica y la realidad capitalista. Cualquier crisis sanitaria futura, incluida la causada por un virus mucho más mortífero, alimentará inevitablemente y se convertirá en un problema de rivalidades interimperialistas, ya que la perspectiva de una guerra imperialista generalizada se hace cada vez más frecuente en prácticamente todos los aspectos de la vida social.

En conclusión, además de la masacre en curso perpetrada por la decisión de la clase capitalista de anteponer la ganancia a las necesidades humanas, debemos anticipar la perspectiva del empeoramiento del coste de la vida y del ritmo de trabajo. La inflación amenaza con erosionar nuestro poder adquisitivo a un ritmo acelerado. Al mismo tiempo, los capitalistas intentarán obligar a los trabajadores a trabajar más por menos para recuperar los beneficios perdidos por la pandemia. Los trabajadores deben unirse en torno a las demandas de mejores condiciones de vida y de trabajo, incluyendo las demandas de licencia por enfermedad pagada universalmente, salarios más altos y alquileres más bajos. Para que esto sea efectivo, tenemos que unirnos como proletarios, no por líneas de identidad como la raza, el género y la nacionalidad. Estos temas identitarios se utilizan para socavar la solidaridad basada en nuestra realidad común como trabajadores.


Stavros, 1 de Agosto 2021

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Notas:

[4. “No sacrifiques el país. No lo hagas... nadie me ha tendido la mano y me ha dicho: ’Como persona mayor, ¿estás dispuesto a arriesgar tu supervivencia a cambio de preservar la América que toda América ama para tus hijos y nietos? (...) Y si esa es la contrapartida, me parece bien. (...) Eso no me hace noble ni valiente ni nada parecido. Creo que hay muchos abuelos como yo en este país.” El vicegobernador de Texas, Dan Patrick, hablando con Tucker Carlson de Fox News. Uno de los primeros defensores del enfoque maltusiano para hacer frente a la pandemia, Patrick aboga por que los ancianos se sacrifiquen ’por el bien mayor’ de la acumulación capitalista. Citado por The Guardian. (https://www.theguardian.com/world/2020/mar/24/older-people-would-rather-die-than-let-covid-19-lockdown-harm-us-economy-texas-official-dan-patrick)

[7Carfì, Angelo, Roberto Bernabei, and Francesco Landi. ’Persistent symptoms in patients after acute COVID-19.’ Jama 324.6 (2020): 603-605.

[9. Infecciones sintomáticas en individuos totalmente vacunados.