Revolución o Guerra n°22

(Septiembre 2022)

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Crisis y guerra braman. El reto del momento... ? No dejar la iniciativa y la dirección de las luchas a los sindicatos

Prosperidad y paz han desaparecido de la Vulgata capitalista. Y de las mentes. Desde el estallido de la guerra en Ucrania, las líneas de confrontación entre la propaganda y la ideología burguesa, por un lado, y la teoría y los principios del proletariado, el marxismo, por otro, se han desplazado. La lucha por advertir a las filas proletarias de la inevitabilidad de la crisis del capital, así como de la guerra imperialista, pertenece al pasado como batalla central. La lucha por convencer al campo proletario, especialmente a sus fuerzas que se reclaman de la Izquierda comunista, del peligro y la perspectiva de la Tercera Guerra imperialista mundial y de la alternativa histórica de revolución o guerra, pertenece al pasado. La crisis y la guerra se han convertido en realidades inmediatas que anuncian una caída creciente y brutal en el sufrimiento y la miseria generalizados. Un hecho evidente para todos. E incluso para la burguesía, que ya no trata de ocultarlo. [1]

En cuanto a las fuerzas políticas revolucionarias, sólo las más sectarias y escleróticas se niegan a tomar nota del rearme general, de las llamadas a desarrollar la economía de guerra y de la polarización imperialista acelerada de los últimos seis meses [2]. No hay ahora ninguna lucha central, ninguna urgencia, para convencer a los componentes más dinámicos del campo proletario, que se han mantenido fieles a los principios del marxismo, de la realidad y la actualidad de la amenaza de una marcha hacia la guerra imperialista generalizada, así como de la alternativa histórica. Están convencidos de ello y tratan de actuar en consecuencia.

La confrontación ideológica y política central se ha trasladado al terreno de la confrontación directa entre clases, al terreno de las luchas obreras y sobre todo al de su conducta, de su dirección política. La cuestión ya no gira en torno a la capacidad de reacción del proletariado, como algunos podían dudar todavía hace unos meses. Así como la crisis y la guerra se han convertido en realidades dramáticas y sangrientas, la reanudación de sus luchas por parte del proletariado internacional es igualmente real. Las revueltas más o menos masivas en los países capitalistas menos desarrollados están siendo respondidas por la dinámica de las huelgas y luchas proletarias en los países más desarrollados. No es necesario convencer a los proletarios de que tienen que luchar. Están luchando. Intentan responder a la crisis. Reaccionan, ante todo, a la subida generalizada de los precios, a la inflación que estalla en todas partes, en todos los continentes, en todos los países, sin excepción. Ante la inflación actual, la reivindicación salarial es central. Por lo tanto, se convierte en el objeto y el factor políticos de la generalización y la unidad de las luchas proletarias. Y, al luchar por el salario, el proletariado rompe la unidad nacional y se levanta contra los sacrificios que cada burguesía nacional, cada gobierno, cada Estado, quiere imponerle para la defensa del capital nacional y las necesidades de la guerra imperialista. En consecuencia, su indisciplina nacional tiende a convertirse en un freno, un obstáculo, objetivo, relativo y tendencial, a la marcha forzada del capitalismo hacia la guerra imperialista generalizada.

Las actuales huelgas en el Reino Unido están marcando el tono de la lucha de clases internacional. El proletariado en Gran Bretaña está mostrando el camino a seguir: comprometerse en la lucha sin más demora [3]. El hecho de que la burguesía británica sea una de las más favorables a la guerra contra Rusia en Ucrania ilustra, oh cuánto, la realidad de lo que está en juego en la historia, de la alternativa revolución o guerra y de las potencialidades proletarias. Pero, sobre todo, las huelgas actuales demuestran que la lucha central que los proletarios en lucha tienen que dirigir hoy cristaliza en torno a su dirección y su control. Frente a una dinámica de reacciones obreras espontáneas, de huelgas salvajes, desde mayo, la burguesía no ha permanecido inactiva. Lejos de oponerse frontalmente a estas huelgas, los sindicatos intentan solaparse con ellas y tomar la delantera para socavar y obstaculizar mejor la dinámica hacia su generalización y unidad desde dentro. Al organizar votaciones para decidir sobre las huelgas legales, han buscado, y aparentemente logrado, controlar el ritmo e imponer su terreno: el de las jornadas sucesivas de acción por corporación o empresas. Su objetivo está claramente establecido: ganar tiempo amenazando con una huelga general para... octubre [4]. Tras el nombramiento del nuevo Primer Ministro.

A la realidad en movimiento de un verano caliente marcado por una dinámica de movilización y huelga generalizada, de huelga de masa, los sindicatos oponen un “otoño caliente” para más adelante. Aceptar este tempo es aceptar el tempo de la burguesía y sus sindicatos. Significa cederles el control del tiempo y del terreno de la confrontación. Significa dejar que la sucesión de días de acción por profesión o corporación continúe sin oposición, lo que sólo puede desorientar primero, luego dividir y finalmente desmoralizar a los proletarios en lucha. Supone renunciar a la lucha por unas reivindicaciones unitarias que permitan a todos los sectores reconocerlas como propias, asumirlas y, por tanto, unirse en torno a ellas. Significa no asumir la imprescindible lucha real en las asambleas, en los piquetes, en los lugares de trabajo, contra la sustitución por parte de los sindicatos de la dinámica de extensión, generalización y unidad por la de sectorización y separación por corporación y reivindicaciones específicas; en definitiva, significa dejar que la división se imponga. Esperar el otoño sindical significa permitir que las distintas jornadas de acción sirvan de contrafuego y, en definitiva, sofoquen el incendio del verano proletario que aún se está produciendo. Es aceptar la preparación de la derrota de los trabajadores sin entablar una verdadera lucha.

Por eso hemos llamado, y seguimos llamando en el momento de escribir [5], a los proletarios de Gran Bretaña a entrar en la lucha todos juntos, al mismo tiempo, sin demora, para que puedan mantener la iniciativa que se manifestó tanto en las huelgas no oficiales de mayo y junio como en la participación masiva en las huelgas convocadas por los sindicatos. La organización de sucesivas jornadas de huelga oficial, profesión por profesión, corporación por corporación por parte de los sindicatos, la ausencia – que sepamos – de cualquier intento de “desbordamiento” de los sindicatos, por ejemplo negándose a volver al trabajo tras una jornada de acción, la aparente simpatía o comprensión de los medios de comunicación hacia los huelguistas hasta el momento, nos dejan pensar que ya estamos detrás de los acontecimientos; que la burguesía está consiguiendo dominar la dinámica de los acontecimientos y hacerse con el control efectivo de las huelgas. Sin embargo, el enfrentamiento continúa. Si los proletarios quieren mantener, o recuperar, la iniciativa de la lucha, tienen que disputar la dirección, los objetivos y los medios de la misma a los sindicatos, ya sean las centrales o las secciones sindicales de base. Y es hoy cuando esto está en juego. No en dos o tres meses. Eso será demasiado tarde. En el Reino Unido, en el momento en que los proletarios están en lucha abierta y masiva, no es el momento de la propaganda sino de la agitación. No es momento de explicaciones y análisis, sino de orientaciones concretas y eslóganes para la lucha.

Llamar a los proletarios a disputar a los sindicatos y al izquierdismo el control del tiempo, los objetivos, los terrenos y los medios, es la primera responsabilidad de las vanguardias comunistas. Así, lejos de dejar a la burguesía y a los sindicatos maniobrar a su antojo e imponer el terreno y el momento de las batallas, les corresponde ponerse a la vanguardia política del conflicto, anticipar en lo posible el curso de los acontecimientos y los enfrentamientos; en definitiva, asegurar una verdadera dirección política de la lucha de nuestra clase. En este sentido, también les corresponde, como dirección política, participar en la lucha por la definición y adopción de reivindicaciones inmediatas que permitan la extensión, la generalización y la mayor unidad de la lucha. Convencer de la necesidad de dar orientaciones y consignas de acción concretas en el curso de la propia lucha, y según su dinámica, sus momentos y diferentes episodios, sus altibajos, se convierte a su vez en un reto dentro de las fuerzas comunistas y del campo proletario.

« En vez de romperse la cabeza con el aspecto técnico y los mecanismos de la huelga de masas, los socialdemócratas están llamados a asumir la dirección política de la huelga en el periodo revolucionario. Proveer de línea y dirección a la lucha; disponer las tácticas a utilizar en cada fase y cada momento de la lucha política de modo tal que toda la fuerza disponible del proletariado, ya soliviantado y activo, encuentre expresión en el plan de batalla del partido ; cuidar de que las tácticas que resuelvan aplicar los socialdemócratas sean resueltas e inteligentes y nunca caigan por debajo del nivel exigido por la real relación de fuerzas, sino que lo superen; ésa es la tarea más importante de la organización dirigente en una etapa de huelgas de masas » (Rosa Luxemburg, subrayamos) [6]

En el momento de escribir estas líneas, cuando la semana de huelga de los estibadores de Felixstowe llega a su fin, el reto sigue siendo lo mismo: advertir a los huelguistas y a los no huelguistas, convencer a las demás fuerzas revolucionarias de que esperar al otoño caliente anunciado y planificado por los sindicatos británicos equivale a dejarles el campo de la iniciativa y de la conducción de las huelgas; y dejarles establecer y planificar las jornadas sindicales cuyo objetivo último será sofocar los últimos rescoldos de la movilización estival.

« Seguir arrastrándose a la zaga del movimiento [es] en el mejor de los casos, sería inútil para el propio movimiento y, en el peor de los casos, nocivo en extremo. » (Lenin, ¿Qué hacer?)

Revolución o guerra, 26 de agosto 2022

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Notas:

[1. « El crecimiento económico mundial se ralentiza ante un panorama más oscuro e incierto. (...) Esta desaceleración se debe al estancamiento del crecimiento en las tres mayores economías del mundo, Estados Unidos, China y la zona del euro, lo que tiene importantes implicaciones para las perspectivas mundiales. » (FMI, juillet 2022, https://www.imf.org/fr/News/Articles/2022/07/26/blog-weo-update-july-2022)

[2. Tenemos un pensamiento especial para el caso concreto de la Corriente Comunista Internacional y su teoría oportunista de la Descomposición que excluye cualquier perspectiva y peligro de guerra imperialista generalizada. En efecto, renegar esta posición pondrá inevitablemente en tela de juicio a la Descomposición, llevándose consigo toda su política sectaria antiparasitaria llevada a cabo desde los años 90 a costa de la exclusión y condena de decenas de sus miembros. Ante la realidad histórica y sus contradicciones, la supervivencia de esta organización y la convicción política de sus miembros será cada vez más difícil.

[3. No hace falta recordar que los comunistas no son ’huelga-cultivadores’ [“gréviculteur” se dice en francés], que no llaman en todas partes y siempre a la lucha abierta y a la huelga, independientemente de la evolución de la relación de fuerzas entre las clases.

[4. Vea nuestro comunicado de prensa y volante sobre las huelgas en Gran Bretaña en este número.

[5. Con todas las limitaciones, o incluso reservas sobre tal o cual aspecto concreto, debido a nuestra ausencia en territorio británico y a nuestras dificultades para hacer un seguimiento diario y “sobre el terreno”.