Revolución o Guerra n°20

(Febrero 2022)

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Marxismo y conocimiento

El texto que aquí se publica es una continuación de la contribución iniciada en el número anterior sobre Comunismo y Comunidad. Seguirá una tercera parte de este estudio en el próximo Revolución o Guerra. Sometemos esta contribución a la reflexión crítica de todos. Cualquier comentario o incluso aportación, crítica o no, es bienvenida. Y si es posible, no dudaremos en publicarlos.

Reflexionar sobre la función y la naturaleza del partido comunista implica necesariamente reflexionar sobre el estado del conocimiento humano. Obviamente, el conocimiento de la sociedad moderna es el producto del método científico, que se desarrolló paralelamente al desarrollo del propio capitalismo. Pero, ciertamente, la ciencia no ha sido la única forma de establecer el conocimiento a lo largo de la historia. Todos los miembros de las sociedades precapitalistas sin clases aprendieron lo necesario sobre el modo de vida, por ejemplo los rudimentos de la caza y la recolección, a través de una educación no separada de la socialización general. Del mismo modo, el campesino medieval poseía algunos conocimientos de agronomía simplemente por la experiencia cotidiana de la agricultura. Desde un punto de vista histórico, la ciencia no tiene el monopolio del conocimiento, sino que aparece más bien como el modo de adquisición de conocimiento dominante y específico del capitalismo.

Por lo tanto, intentaremos aclarar la naturaleza y el estatus del conocimiento humano en general desde una perspectiva marxista. La cuestión política que subyace a esta contribución es volver a poner en la agenda el imperativo marxista de transformar la sociedad. En efecto, se trata de comprender mejor el vínculo entre la transformación social y el conocimiento, vínculo que ha sido formulado de manera abstracta en la tradición filosófica burguesa de la siguiente manera dualista: ser y conciencia o materia y Espíritu.

Metodo : continuidad del marxismo

Antes de intentar plasmar sobre el papel las líneas maestras de una teoría marxista del conocimiento, es importante explicitar una noción que estará constantemente en el fondo de nuestro desarrollo. Esta es la noción de continuidad y unidad teórica del marxismo. Esto puede parecer, a primera vista, un intento de fijar el marxismo en forma de dogma inmutable, pero intentaremos mostrar que es, por el contrario, una concepción importante para una correcta comprensión del conocimiento tanto desde el punto de vista materialista como histórico.

En el trasfondo de todas las grandes polémicas y debates en las filas de lo que convencionalmente se llama marxismo, siempre aparece una duda sobre la validez del análisis marxista ante la aparición de nuevos hechos. La mayoría de las veces, esta duda aparecía en el seno de las corrientes más derechistas del movimiento obrero: es lo que se llama revisionismo, una forma aguda de oportunismo. Muchos militantes trataron de disipar esta duda mostrando que la validez del marxismo no se limita a la Inglaterra del siglo XIX, sino que la teoría es válida para todo el curso de la historia capitalista. A finales del siglo XIX, ¿no defendió Engels [1] la teoría marxista en su totalidad frente a Dühring, que pretendía purgar el pensamiento socialista de todo rastro de dialéctica? En los albores del siglo XX, ¿no defendió Luxemburgo [2] la totalidad de la teoría marxista de las crisis económicas catastróficas frente a Bernstein, que afirmaba que la nueva evolución del capitalismo le permitía resolver sus contradicciones económicas? ¿No defendió Lenin [3] el programa político revolucionario en su totalidad frente a Kautsky, que abogaba por una transición pacífica al socialismo, posible gracias a nuevos hechos como la constante democratización de los regímenes políticos europeos? Lo que se desprende de estos ejemplos de polémicas históricas sobre el marxismo es que Engels, Luxemburg y Lenin no defendían el marxismo como un conjunto de escritos divinos a los que suscribir con fe. Por el contrario, el principio que planteaban implícitamente es bastante simple: el marxismo, como teoría de la transformación revolucionaria de las sociedades y teoría crítica del capitalismo, sigue siendo válido mientras persistan las relaciones sociales capitalistas. Esto es ya una forma implícita de la noción de continuidad teórica del marxismo. Dicho esto, el principio de invariabilidad – aunque sea válido en sí mismo – no debe servir de pretexto para defender posiciones que han quedado obsoletas por la propia experiencia del movimiento comunista. De hecho, podemos ver cómo ciertos grupos del campo proletario utilizan este principio como hoja de parra para ocultar posiciones oportunistas, como los sindicatos rojos, las luchas de liberación nacional, etc.

Esta noción, aunque siempre defendida implícitamente por las fracciones de izquierda del movimiento comunista contra la derecha revisionista, fue sobre todo sistematizada por la corriente de la llamada Izquierda comunista italiana. Para esta última, la noción de continuidad – o invariancia – es en cierto modo una postura metodológica del marxismo en relación a sí mismo. En efecto, « la expresión “marxismo” se utiliza no para designar una doctrina descubierta o introducida por el individuo Karl Marx, sino para referirse a la doctrina que surge al mismo tiempo que el proletariado industrial moderno y lo “acompaña” a lo largo del curso de la revolución social. » [4] El marxismo es, pues, un producto histórico, no el pensamiento de un individuo aislado, por muy brillante que sea. Es una teoría que nace al mismo tiempo que la clase en la que se afirma la negatividad frente al capitalismo, es decir, el proletariado.

Como teoría que, al igual que todas las teorías, surge de la materialidad de las relaciones sociales, el marxismo no puede ser modificado según las voluntades individuales y las modas pasajeras, pues de lo contrario traicionaría sus premisas y, sobre todo, sus objetivos:

« Es precisamente porque el marxismo niega todo sentido a la búsqueda de la ’verdad absoluta’ y ve la doctrina no como un dato del espíritu eterno o de la Razón abstracta, sino como un ’instrumento’ de trabajo y un ’arma’ de combate, que postula que no se abandona su arma o instrumento en medio del esfuerzo o en el momento álgido de la batalla para ’repararlo’: es empuñando buenas herramientas y armas desde el principio como se sale victorioso, tanto en la paz como en la guerra.» [5]

Se trata de una crítica implacable a la ideología dominante que hace de la Razón un progreso continuo hacia el conocimiento infinito, pero también a la teoría corolaria de que el ser humano inventa ideas que luego son constantemente mejoradas por las sucesivas generaciones hasta alcanzar el conocimiento perfecto del mundo. En definitiva, es una flecha lanzada a la ideología del progreso constante de la Razón asociada a la Ilustración. En cambio, desde el punto de vista marxista, las ideas son históricamente específicas y están determinadas en última instancia por los diferentes modos de producción.

Se nos podría reprochar que no veamos el carácter eminentemente dinámico del capitalismo. En efecto, está cambiando y transformándose constantemente. Al fin y al cabo, hemos pasado de la fábrica artesanal a la fábrica científica taylorista, del empresario individual a la sociedad anónima, y de la primacía del sector industrial a la explosión del sector tercario. Tantos cambios que Marx u otros teóricos no pudieron percibir en su época, argumentarían los Dühring, Bernstein y Kautsky del pasado y del presente. Si consideramos el problema desde el punto de vista de la metodología marxista, el capitalismo sólo se desarrolla permaneciendo absolutamente fiel a su funcionamiento intrínseco. Todos los cambios que han tenido lugar en su historia están determinados por su propia naturaleza, por lo que hace del capital el capital. Así, Marx y Engels « mostraron que esta evolución del capitalismo, lejos de modificarlo, tendía, por el contrario, a acercarlo cada vez más al capitalismo puro; respondían por adelantado a los descubridores de nuevos hechos que están demasiado ansiosos por declarar obsoleto lo que no conocen: el análisis marxista del capitalismo con todas sus implicaciones políticas no puede ser superado, ¡sólo puede hacerse cada vez más verdadero! » [6]

Principios de base del marxismo

Para abordar específicamente la teoría marxista del conocimiento, es necesario dar una breve exposición de los principios que forman la base del edificio marxista. Son estos mismos principios los que nos permitirán tener una idea más clara de lo que es el conocimiento.

El materialismo puede entenderse como una filosofía que afirma que todos los fenómenos tienen su origen en la materia. Así, se puede clasificar la teoría de Darwin sobre la evolución de las especies como materialismo naturalista. De hecho, esta teoría sitúa la fuerza motriz de la evolución de las especies en su capacidad para adaptarse a su entorno natural. La existencia de la diversidad de especies vivas se deriva del funcionamiento orgánico de la propia naturaleza, no de un diseño inteligente original de Dios. La premisa filosófica del materialismo es, pues, deshacerse de una visión dualista del mundo en la que la materia y el espíritu son dos elementos separados y autónomos.

Marx, por su parte, hace entrar el campo social dentro del materialismo. Según él, las relaciones sociales de clases vinculadas a la manera con que los seres humanos producen y reproducen su vida constituyen la base material de la vida social. Es precisamente esta base material la que determina la conciencia y las ideas que los seres humanos se hacen de sus propias prácticas. Así, el Espíritu, la conciencia, las ideas, el conocimiento e incluso la Razón no son lo que determina la forma de vivir en sociedad, sino que están determinados por la manera en que los seres humanos organizan sus relaciones sociales. Según Marx, « no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia » [7] o, en otras palabras, no es el pensamiento que actúa de forma autónoma el que determina las modalidades de las relaciones sociales, sino que son las modalidades de las relaciones sociales las que determinan el pensamiento de los seres humanos.

Por lo tanto, son precisamente las relaciones sociales materiales las que determinan la conciencia de los seres humanos de su propia existencia. Marx añade que « la conciencia jamás puede ser otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real » [8] para dejar de lado todavia más la concepción dualista entre materia y Espíritu, entre ser y pensar. Esta postura metodológica implica necesariamente una cierta forma de determinismo. De hecho, « Y este modo de considerar las cosas posee sus premisas. Parte de las condicionas reales y no las pierde de vista ni por un momento. Sus premisas son los hombres, pero no tomados en un aislamiento y rigidez fantástica, sino en su proceso de desarrollo real y empíricamente registrable, bajo la acción de determinadas condiciones. En cuanto se expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empíricos, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como lo es para los idealistas. » [9]

Esta concepción deja poco espacio para el contingente. Tales relaciones de producción implicarán tales relaciones de clase social que necesariamente producirán tales conciencias, ideas y conocimientos. Dicho de forma aún más sencilla, « la "racionalidad del mundo" es el hecho de que los fenómenos y acontecimientos del mundo no son independientes e incoherentes, sino que están interrelacionados, que es posible descubrir estas relaciones y las leyes que las rigen, para comprender el mundo. Es simplemente la noción de determinismo. » [10]

A diferencia de la tradición filosófica burguesa dominante que hace de la Razón el motor esencial de la historia, Marx sitúa las relaciones sociales – la lucha de clases – como base material en el centro del proceso histórico. Asimismo, a diferencia de la Ilustración, que hacía de la lucha entre la Razón y los prejuicios de todo tipo la base del progreso histórico, Marx hace de la Razón un factor determinado más bien que determinante de la historia. Desde el punto de vista marxista, « es absurdo preguntarse si las leyes del universo corresponden a las "leyes de la razón": no hay "leyes de la razón" a priori e inmutables, nuestra razón y sus leyes son un producto del mundo y de nuestra actividad en el mundo; reflejan nuestro esfuerzo por comprender, representar y dominar los fenómenos del mundo. De ello se desprende que no hay nada estable en la razón; al igual del ser humano, cambia a medida que cambian las condiciones de existencia, las necesidades, las actividades y los conocimientos del género humano. Las cosas que ayer eran "racionales" ya no lo son hoy y viceversa; asimismo, en una sociedad dividida en clases antagónicas, cada clase tiene su propia "racionalidad". » [11]

La historia no es, pues, un despliegue infinito de la Razón, de la Idea o de la conciencia humana. De hecho, el significado de estas nociones cambia constantemente precisamente porque los cambios en las relaciones sociales determinan la transformación de su significado. Imaginar el desarrollo de la historia como el progreso de la Razón es, por tanto, históricamente incorrecto y tiene más que ver con la mistificación ideológica. Por el contrario, « el conocimiento que posee la especie humana se ha desarrollado a través del contacto con la materia y la naturaleza, nunca a través del trabajo autónomo del pensamiento. » [12]

El otro aspecto igualmente importante del marxismo es el método dialéctico. Para conseguir la unión entre el materialismo y el método dialéctico, Engels afirma que « el movimiento es el modo de existencia de la materia. » [13] Como acabamos de ver, la tradición marxista es muy crítica con las tradiciones filosóficas burguesas que hacen de ciertas categorías como la Razón elementos estables, inmutables, incluso eternos. En cambio, en la concepción marxista, cada categoría es históricamente específica. Más allá de la tradicional tríada tesis-antítesis-síntesis, que en sí misma expresa el movimiento, se trata del fundamento de la dialéctica marxista, es decir, en el campo social, nada es estable. Todo es movimiento, cuyo motor es el antagonismo de clase.

Este movimiento de la historia o dinámica social resulta del hecho de que cada modo de producción que ha tenido lugar en la historia hasta ahora no era estable ni inmutable. Cada modo de producción contiene en sí mismo su negación. Así como el feudalismo dio lugar a una clase que tendía a afirmar su negación – la burguesía –, el surgimiento del capitalismo crea una clase que tiende a negarlo – el proletariado. La concepción dialéctica es metodológicamente llevada a analizar las contradicciones, los conflictos, las tendencias a la negación, en definitiva, la transformación social. Este énfasis en el movimiento está completamente en desacuerdo con otras metodologías estrictamente empíricas típicas de las ciencias sociales que promueven la sociedad capitalista, que tratan de demostrar que toda sociedad tiene instituciones sociales en su interior que tienen como objetivo el buen funcionamiento, la sostenibilidad y la estabilidad del conjunto social.

La dialéctica de Marx implica una determinada postura en relación con el conocimiento. De hecho, plantea la aparición de nuevos conocimientos como el resultado de cambios materiales en la sociedad, de una transformación revolucionaria de las relaciones sociales. Esta postura exige diferenciar la dialéctica de la ciencia tradicional: « trabajar como ciencia descriptiva significa registrar los hechos considerados en un cuadro estático, eterno e inmutable; trabajar como dialéctica, como programa revolucionario, significa extraer de los hechos la ciencia de su dinámica inagotable. » [14] ¿No encontramos aquí, en otra formulación, la famosa undécima tesis de Marx sobre Feuerbach, que afirma que « los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo » [15]?

Desde el punto de vista del método, la dialéctica marxista impone la transformación de la sociedad como tarea del conocimiento. Pero hay que tener cuidado de no volver a caer en los callejones sin salida del idealismo, es decir, de hacer depender la transformación de la sociedad de un desarrollo global y previo del conocimiento. Como hemos visto, el ser precede a la conciencia. Así que, en cierto modo, la transformación social precede a los nuevos conocimientos. Intentemos ahora desentrañar estos complejos vínculos entre transformación social y conocimiento, que a primera vista pueden parecer del orden de lo paradójico.

Teoría marxista del conocimiento

Para resolver de manera concluyente esta aparente paradoja entre el conocimiento y el imperativo de la transformación social, tomemos un momento para tratar de entender la naturaleza del marxismo en relación con el conocimiento humano en general.

Es cierto que Marx y Engels se reivindicaron rápidamente del método científico en sus escritos militantes. Sin embargo, no se trataba de que asumieran de forma a-crítica todos los cánones habituales de la ciencia, como la objetividad, la neutralidad o la verdad. El carácter científico del método marxista se elaboró por primera vez en oposición a las corrientes socialistas anteriores – el socialismo utópico – que Marx y Engels, aun reconociendo su importante legado, intentaron superar. Es importante destacar la oposición entre las dos tradiciones socialistas para comprender mejor el carácter científico del marxismo:

« El utopismo consiste en "proponer", a partir de una construcción elaborada en la cabeza del autor y dictada por una supuesta racionalidad, una nueva forma de sociedad que debería implantarse gracias al apoyo de otros hombres pensantes en la difusión de esas sabias propuestas o, en su versión más degradada, gracias a una decisión de los poderes y gobiernos existentes. » [16]

Para simplificar, los socialistas utópicos generalmente proponían cambiar primero la conciencia de los individuos. Estos nuevos individuos, ahora transformados por la educación socialista racional, podrían entonces, a su vez, transformar la sociedad a imagen de sus ideas. Por lo tanto, la conciencia precedería al ser. Por el contrario, « el socialismo científico consiste en prever, no según planes racionales, ni preferencias sentimentales o morales, el desarrollo de los fenómenos de la forma social burguesa, así como los procesos históricos que llevará a cabo, así como la nueva y muy diferente dinámica de las fuerzas económicas que no sólo las sucederán, sino que se opondrán a ellas, en la dialéctica de la investigación doctrinal y la lucha revolucionaria. » [17]

En otras palabras, el socialismo se vuelve científico con Marx y Engels en la medida en que deriva la necesidad de la transformación social no de ideas geniales, sino de las características materiales de la propia lucha de clases. La posibilidad del comunismo no existe como una idea en la cabeza de algunos militantes ilustrados, sino en la realidad material de la sociedad capitalista. Por lo tanto, el ser precede a la conciencia.

El marxismo es, por tanto, científico en relación con el socialismo utópico. ¿Pero qué hay de su cientificidad en relación con la ciencia en general?

« En efecto, si el marxismo no es una ciencia en el sentido habitual del término, es sin embargo científico, es decir, basado en el conocimiento real de las leyes reales del mundo real. Mientras que la sociología burguesa, que pretende ser una ciencia, no se atreve, y con razón, a aventurarse fuera del empirismo más banal, el rigor científico y revolucionario de su análisis ha permitido al marxismo prever, hace ya cien años, todo el desarrollo posterior de la sociedad capitalista y los aspectos generales de la sociedad que la sucederá. » [18]

En efecto, las corrientes de las ciencias sociales que conciben las realidades sociales como hechos estáticos y transhistóricos según un método que se limita a querer « interpretar de otro modo lo existente » [19] son incapaces de pensar en la transformación social. De este modo, la pretensión de cientificidad de muchas corrientes de pensamiento de las ciencias sociales es, de hecho, « una apología de la eternidad de la sociedad burguesa. » [20] Realizan un trabajo de conservación social. Y esta es precisamente la distinción que hace Marx entre el conocimiento válido y la ideología, una distinción que sobrepasa el marco de lo que sería y lo que no sería la ciencia. El conocimiento válido tiene como objetivo la transformación social, mientras que la ideología tiene como objetivo la perpetuación de las relaciones sociales y el orden político actuales.

En la sociedad capitalista, las ciencias sociales producen así más ideologías que conocimientos válidos. Esto se debe a que « en una sociedad en la que la actividad productiva está determinada no por las necesidades humanas sino por las leyes de la reproducción ampliada del capital, lo mismo ocurre con la ciencia, que ve los objetos que trata y los objetivos que persigue determinados por las relaciones de producción capitalistas y las relaciones sociales que se derivan de ellas. Además, ni siquiera el método científico escapa a la determinación social, en la medida en que la ideología de la clase dominante interviene en el trabajo de teorización, o bien impone a la ciencia considerar como objetos naturales e irreductibles, productos de la actividad social. » [21]

A pesar de su objetividad y neutralidad, la ciencia como fenómeno social no puede pretender de forma creíble estar por encima de las determinaciones sociales que están en su propia base. Negar e ignorar la realidad de los intereses y antagonismos de clase es para la ciencia admitir la aceptación del mundo tal como es y su voluntad de proteger dicho orden social. En cambio, reconocer la existencia del conflicto social y ponerse al servicio de los explotados plantea a la ciencia la necesidad de transformar el orden social actual. Esto es de nuevo lo que separa la ideología del conocimiento. Por ejemplo, los economistas burgueses demuestran, con la ayuda de un método científico y objetivo que desde su punto de vista es absolutamente riguroso, que el precio de una mercancía en un mercado varía según la ley de la oferta y la demanda. No se puede discutir que esto es un hecho real. Pero los economistas pasan por alto el hecho de que detrás de la relación entre cosas (mercancías) en un mercado hay relaciones sociales entre seres humanos [22]. Este hecho real – la ley de la oferta y la demanda – oculta, por tanto, unas relaciones sociales de opresión de clase igualmente reales. Negar la realidad de estas relaciones sociales de explotación, con el pretexto de hacer un análisis objetivo, es pasar del dominio del conocimiento al de la ideología.

Hemos tratado de diferenciar entre lo que es conocimiento y lo que es ideología. Ahora debemos determinar quién es el sujeto del conocimiento. De hecho, es común pensar en el conocimiento humano como una especie de destello de genio que fue producido por un cerebro individual en forma aislada y que posteriormente se transmite a otros individuos a través de la educación en su sentido más amplio. Esta concepción, más bien de carácter ideológico, legitima una serie de prácticas e ideologías altamente capitalistas: la “fibra empresarial”, la propiedad intelectual, el self-made man, la meritocracia, etc.

Este tipo de concepciones están muy alejadas de la realidad social. De hecho, todo conocimiento es absolutamente el resultado de procesos sociales. Son las contradicciones sociales las que empujan a la sociedad hacia nuevos conocimientos. Los individuos brillantes que la sociedad burguesa pone siempre en escena no son, por utilizar una expresión divertida, más que « rompedores de puertas abiertas. » [23] Esto implica que en una sociedad en la que no sólo se produce socialmente al individuo, sino que su práctica sirve de vínculo social, el individuo considerado brillante recibirá todo el crédito por una obra que es el resultado no sólo del conjunto de relaciones sociales actuales, sino también del conocimiento acumulado anteriormente en la historia de la humanidad

Esta concepción de la naturaleza social del conocimiento puede ser difícil de captar a primera vista, hasta el punto de que en la actualidad se da por sentada la concepción individualista de que las ideas surgen de cráneos aislados especialmente brillantes. Pero Marx ya había intentado conceptualizar el aspecto social del conocimiento, especialmente en los Grundrisses :

« Sobre este punto, Marx tiene una magnífica expresión: el "cerebro social". La tecnología primero, y la ciencia después, se transmiten de generación en generación como una dotación del Hombre Social, de la Especie que ha trabajado y colaborado en ella en la persona de los individuos que la componen. Siguiendo nuestra construcción, el Profeta, el Sacerdote, el Descubridor, el Inventor caminan hacia su liquidación común. En estas páginas, el Hombre Social se llama también Individuo Social, no en el sentido de una ’persona humana’, una célula de la Sociedad, sino por el contrario en el sentido de una sociedad humana tratada como un solo organismo, que vive de una sola vida. (...) Este organismo cuya Vida es Historia tiene su cerebro, un órgano que es el producto de su función milenaria y no la herencia de una Cabeza o un Cráneo. Más que el Oro, el Conocimiento de la Especie, la Ciencia, no pueden ser para nosotros herencias privadas; en Poder, pertenecen enteramente al Hombre Social. » [24]

El conocimiento es, pues, un atributo de la sociedad humana en su conjunto. Como cualquier resultado de la actividad humana – producción, reproducción, arte, etc. – no puede ser apropiado por un individuo aislado. Son las relaciones sociales capitalistas las que individualizan las prácticas humanas, enajenando así a la humanidad de sus propios frutos en beneficio de una clase de individuos supuestamente brillantes y merecedores: los capitalistas.

Praxis : la práctica revolucionaria

Hemos visto que el marxismo deriva su cientificidad, entre otras cosas, de su método dialéctico, es decir, de la concepción de que todo hecho social es concebido en su movimiento y como momento de una transformación radical, pasada o futura. Además, todo conocimiento es el resultado del conjunto de las relaciones sociales y, por tanto, pertenece en realidad a toda la humanidad. Sin embargo, aún no hemos resuelto la aparente paradoja entre conocimiento y transformación social. En efecto, ¿no sería una vuelta al idealismo tan criticado por Marx hacer depender todas las transformaciones sociales de un nuevo conocimiento que la mayoría, o incluso todos los individuos, tendrían que adquirir de antemano para preparar la « gran noche revolucionaria »?

A menudo se critica a Marx por tener una concepción teleológica de la historia, es decir, por concebir que la historia se mueve por sí misma según una finalidad ya conocida. Sin embargo, Marx repitió varias veces que la historia como tal no hace nada. Por el contrario, « los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. » [25] La historia no es, por tanto, una especie de máquina que funciona de forma autónoma, sino el resultado de todas las prácticas humanas, o más exactamente del enfrentamiento material entre las clases sociales. Estos enfrentamientos están determinados precisamente por las condiciones sociales pasadas y presentes. En otras palabras, y para continuar nuestra exploración del conocimiento humano, la voluntad individual nunca actúa como motor de la historia. Lo que impulsa a la historia a transformarse es precisamente la lucha entre esos hechos sociales colectivos que llamamos clases sociales

Pensar el conocimiento humano de esta manera, es decir, desde el punto de vista materialista, implica una crítica implacable a las diversas concepciones del cambio social basadas en la educación y la concienciación previa del individuo. De hecho, la mayoría de las concepciones supuestamente reformistas tienen en común que quieren cambiar primero a los individuos como medio para cambiar la sociedad. Sin embargo, olvidan que la educación alternativa que se da a los individuos sigue estando condicionada y estigmatizada por la sociedad actual [26]. Al hacerlo, estos enfoques sólo pueden dar lugar a cambios superficiales que nunca abordan la raíz del problema, las relaciones sociales capitalistas. Desde el punto de vista marxista, la relación entre los individuos y la sociedad es inversa: si el individuo está determinado por su sociedad, primero hay que cambiar la sociedad para que después se produzca una transformación de la conciencia individual. Evidentemente, como ya hemos indicado, el impulso para el cambio no puede venir del propio individuo, ya que está constantemente sometido al peso de « las ideas de la clase dominante [que] son las ideas dominantes en cada época. » [27] ¿De dónde viene entonces el impulso para la transformación social?

Por tanto, la aparición de nuevos conocimientos depende siempre de transformaciones sociales radicales vinculadas a cambios en el modo de producción. Las revoluciones que se produjeron en la historia y que permitieron la aparición de nuevos conocimientos fueron más bien el resultado del choque material entre las clases, donde las ideas nunca eran el elemento desencadenante. Dicho esto, los episodios revolucionarios sí ven surgir conocimientos críticos con el orden establecido que, debido al poder de la ideología de la clase dominante, son siempre minoritarios: « sólo después de un largo y doloroso conflicto de intereses y necesidades, después de largas luchas físicas provocadas por conflictos de clase, se forma una nueva opinión y una doctrina propia de la clase oprimida, que ataca las defensas ideológicas del orden establecido y anuncia su destrucción violenta. » [28] Pero este nuevo conocimiento crítico no se forma en la cabeza de cada individuo, uno por uno, hasta que sustituye suavemente a la ideología dominante y se convierte gradualmente en la forma de pensar mayoritaria.

Por el contrario, Marx sitúa el nuevo conocimiento crítico de la sociedad actual en un organismo unitario y colectivo que representa los intereses, defiende las necesidades de toda la clase explotada bajo el capitalismo y expresa un conocimiento cierto de la sociedad futura. Obviamente, se trata del Partido Comunista. « Hasta ahora las clases dominantes y sus ejecutores sólo han expresado confusamente su tarea histórica. La primera clase que puede hacerlo con claridad es el proletariado moderno; no todos los proletarios, no un hombre que los guíe y dirija, sino una colectividad formada por una minoría, es decir, el partido de clase. » [29] La aparente paradoja entre el imperativo de la transformación social y el conocimiento humano – entre el ser y la conciencia, entre la materia y el Espíritu – es resuelta así por ese organismo político y militante que es el partido comunista. Su tarea es producir una práctica revolucionaria a nivel histórico :

« Así, mientras que el determinismo excluye que pueda haber en el individuo una voluntad y una conciencia que precedan a la acción, la inversión de la praxis sólo las admite en el partido como resultado de una elaboración teórica general. Por lo tanto, si se quiere atribuir al partido la voluntad y la conciencia, hay que negar que éste se forme por la concurrencia de la conciencia y la voluntad de un grupo de individuos, y que este grupo pueda considerarse en lo más mínimo como ajeno a las determinaciones físicas, económicas y sociales que operan en el conjunto de la clase. » [30]

La noción de práctica revolucionaria es importante porque otorga un grado de voluntad y conciencia previa a la transformación social que puede surgir en las grandes crisis sociales de magnitud histórica, pero sólo en el marco de un organismo colectivo que va más allá de las conciencias individuales. « La coincidencia del cambio de las circunstancias y de la actividad humana o autocambio sólo puede considerarse y entenderse racionalmente en tanto que práctica revolucionaria. » [31]

Por otra parte, sería falso representarse la historia de las revoluciones como un choque material entre clases en el que las ideas están completamente ausentes de la escena. El nuevo conocimiento crítico tiene en sí mismo un cierto efecto en el curso de la historia. De hecho, según Marx, « el arma de la crítica no puede, por supuesto, sustituir a la crítica de las armas. La fuerza material debe ser derrocada por la fuerza material, pero la teoría también se convierte en fuerza material en cuanto se apodera de las masas. » [32] La teoría es fatalmente y por desgracia, siempre por la pugnacidad de la ideología capitalista, compartida sólo por una comunidad militante minoritaria constituida como partido político. Sólo a posteriori, es decir, después de la confrontación política entre las clases, el nuevo conocimiento crítico será absorbido por le conjunto de la sociedad, que entonces se librará de las clases sociales. Como lo afirmaba magistralmente Marx, « esta revolución no sólo se hace necesaria porque es el único medio de derrocar a la clase dominante, sino también porque sólo una revolución permitirá a la clase que derroca a la otra barrer toda la podredumbre del viejo sistema que se le adhiere y ser capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases. » [33]

Por tanto, la transformación social parte de las necesidades radicales de la clase explotada. El conjunto de la clase no tiene necesariamente una conciencia crítica absolutamente clara de los actos políticos que emprende. Pero durante este proceso, una minoría de la clase explotada emerge con una clara conciencia de la necesidad de transformar la sociedad y se organiza en partido político. Esta minoría tendrá entonces la tarea de impulsar las transformaciones más radicales posibles, asumiendo la dirección política del proletariado, es decir, mira a traer consigo a una gran masa de proletarios. Es precisamente esta conciencia crítica comunista la que se convierte, después de la revolución, en patrimonio de la humanidad, del mismo modo que la filosofía de la Ilustración fue integrada en el patrimonio de la humanidad como ideología dominante de la clase burguesa después de las revoluciones francesa y estadounidense, por citar sólo dos ejemplos, relegando así los viejos conocimientos, a menudo de base religiosa, a la polvorienta estantería de la historia de la humanidad. Sin embargo, a diferencia de la filosofía de la Ilustración, que después de haber cumplido su tarea histórica de destruir el modo de producción feudal se convirtió a su vez en la ideología dominante de una nueva sociedad de clases y de explotación, el movimiento comunista actual que representa los intereses históricos del proletariado no pretende establecer una nueva forma de explotación después de su revolución. Su objetivo es el establecimiento de la comunidad humana libre del Estado, de las clases sociales, del dinero, de las naciones, en definitiva de toda forma de explotación del ser humano por el ser humano.

Robin, Octubre 2021

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Notas:

[1. Friedrich Engels, Anti-Dühring.

[2. Rosa Luxemburg, Reforma social o revolución.

[3. Lenin, El Estado y la revolución.

[4. Invariance du marxisme, Lyon, Éditions Programme communiste, 2009.

[5. Ibid., p. 40-41.

[6. Marxisme et science bourgeoise, Lyon, Éditions Programme communiste, 2002.

[7. Karl Marx, Friedrich Engels, La ideología alemana (https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/feuerbach/1.htm).

[8. Ibid.

[9. Ibid.

[10. Marxisme et science bourgeoise, Op. cit., p. 19.

[11. Ibid., p.4.

[12. « Relativité et Déterminisme : À propos de la mort d’Albert Einstein », Invariance, Série 1, Numéro 8 (1969), p. 44.

[13. Friedrich Engels, Op. cit.

[14. « La guerre doctrinale entre le marxisme et l’économie bourgeoise », Le fil rouge, numéro 5 (2019).

[16. « La guerre doctrinale entre le marxisme et l’économie bourgeoise », Op. cit.

[17. Ibid., p. 64-65.

[18. « La société communiste », Programme communiste, Numéro 17 (1961), p. 10.

[19. Karl Marx, Friedrich Engels, Op. cit.

[20. « Programme du communisme intégral et théorie marxiste de la connaissance », Invariance, Série 1, numéro 8 (1969), p. 48.

[21. Marxisme et science bourgeoise, Op. cit.

[22. Karl Marx, « Le caractère fétiche de la marchandise et son secret », chap. in Le Capital, Paris, Éditions sociales, 1976, p. 68-76.

[23. « Le Battilocchio dans l’histoire », Invariance, Série 1, Numéro 5 (1969), p. 23.

[24. « La guerre doctrinale entre le marxisme et la science bourgeoise », Op. cit.

[25. Karl Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm

[26. Karl Marx, Friedrich Engels, Op. cit.

[27. Karl Marx, Friedrich Engels, Op. cit.

[28. Invariance du marxisme, Lyon, Éditions Programme communiste, 2009, p. 35-36

[29. « Fantômes carlyliens », Invariance, Série 1, Numéro 5 (1969), p. 48.

[30. Invariance historique du marxisme, Op. cit., p. 9.

[31. Karl Marx, Friedrich Engels, Op. cit.

[32. Karl Marx, « Pour la critique à la philosophie du droit de Hegel », Invariance, Série 1, Numéro spécial (1968), p. 35.

[33. Karl Marx, Friedrich Engels, Op. cit.