(Mayo 2023) |
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Ante la amenaza de una guerra mundial, ¡la clase obrera debe responder con la huelga de masa!
Ante la amenaza de una guerra mundial,
¡la clase obrera debe responder con la huelga de masa!
Una revuelta proletaria generalizada puede poner fin a la guerra en Ucrania y ralentizar la marcha hacia la Tercera Guerra Mundial. Una revolución proletaria global es la única manera de evitar definitivamente la perspectiva de un holocausto nuclear que acabe con la civilización, y de crear un marco global para hacer frente a otras amenazas existenciales como el cambio climático.
La guerra de Ucrania ha tenido un profundo impacto en la economía mundial y en la situación geopolítica. Fue una oportunidad para que Occidente lanzara una guerra económica contra Rusia, imponiéndole sanciones y excluyéndola del sistema de mensajería SWIFT, que las instituciones financieras utilizan para las comunicaciones cifradas y las transferencias internacionales de dinero. El objetivo de estas sanciones era provocar un colapso financiero de Rusia y crear inestabilidad política que condujera a un posible cambio de régimen. Esta política dirigida por Estados Unidos fracasó, pero tuvo la consecuencia imprevista de acelerar el proceso de formación de un bloque de países dispuestos a comprar y vender combustibles fósiles en monedas distintas del dólar. Entre estos países se encuentran aliados tradicionales de Estados Unidos como Turquía, India y Arabia Saudí. La diplomacia estadounidense hacia sus aliados y países semicoloniales ha consistido en utilizar medios coercitivos para presionarlos a denunciar a Rusia y sumarse a las sanciones [1]. Rusia, por otra parte, no ha tenido que insistir en que los países africanos se pongan de su parte en la guerra de Ucrania. Se presentó como una potencia anti-colonial que luchaba contra la hegemonía estadounidense por un mundo multipolar en el que los Estados africanos tendrían todas las de ganar. Esto ha permitido a Rusia y China extender su influencia en África y en el llamado ’Sur global’ en general, que Josep Borell [2] ha descrito como una jungla en contraste con el jardín civilizado que es la UE, a expensas de Occidente. Existe un claro incentivo para que los países que deseen protegerse de las sanciones estadounidenses (y occidentales) lo hagan, lo que es posible en gran medida por la influencia que el dólar tiene en la economía mundial. Así pues, en la competición interimperialista está en juego el estatus del dólar como moneda de reserva internacional.
Además de perder parte de la influencia que tenía sobre otros países cuando disfrutaba de una supremacía indiscutible en las décadas posteriores al colapso del bloque del Este, la burguesía estadounidense corre el peligro de perder la influencia que le da el estatus del dólar como moneda de reserva mundial. Ahora vemos que países como Irán, Rusia y Venezuela ya están vendiendo su petróleo en monedas distintas del dólar y Arabia Saudí ha amenazado con vender también su petróleo en otras monedas. El petróleo sigue siendo el recurso más importante para la industria moderna y el crudo es la mercancía más comercializada del mundo. El hecho de que durante décadas el crudo se haya negociado casi exclusivamente en dólares, y el papel central de este recurso en la economía mundial, ha permitido a EE.UU. emprender una política monetaria que habría sido ruinosa para cualquier país “normal”.
Hoy, esta situación está llegando lentamente a su fin. Al mismo tiempo, vemos cómo se desarrolla una situación económica desastrosa en Occidente, donde la inflación, la recesión y la fragilidad de las instituciones financieras son evidentes. En un intento de controlar la inflación, los bancos centrales han subido los tipos de interés. Sin embargo, esto se ha sumado a la enorme carga de la deuda, que en Estados Unidos se ha disparado hasta los 30,93 billones y el ratio deuda/PIB no ha dejado de aumentar desde el año 2000. Sin embargo, si esta subida de los tipos de interés para controlar la inflación provoca una reacción en cadena de quiebras masivas de instituciones financieras, los bancos centrales no tienen otra respuesta que nuevas rondas de flexibilización cuantitativa [Quantitative Easing] para evitar un colapso total del sistema financiero, lo que aumentaría aún más la carga de la deuda. Con la erosión del estatus del dólar como moneda de reserva mundial, se acabará la capacidad de emprender políticas de Quantitative Easing evitando las peores consecuencias. En otras palabras, la actual situación económica mundial es peor que la "estanflación" (en lugar de inflación más estancamiento económico, tenemos recesión más inflación) y las perspectivas de futuro parecen funestas. El desarrollo de esta crisis económica no hace sino exacerbar las tendencias militaristas que ya se están manifestando en todo el mundo.
Entonces, ¿qué podemos decir basándonos en lo anterior? El bloque occidental liderado por Estados Unidos, que dista mucho de estar libre de contradicciones y antagonismos internos, está en relativo declive y una alianza entre Rusia y China supone una seria amenaza para el dominio estadounidense. China es el mayor fabricante de bienes industriales. Rusia es el mayor exportador de materias primas; también posee un complejo militar-industrial muy desarrollado y un vasto arsenal nuclear. Destacados políticos estadounidenses han afirmado que el ascenso económico de China supone una amenaza para Estados Unidos y que este país debe contener a China para evitar que le suplante. Esta dinámica geopolítica crea una situación de choque interimperialista aparentemente inevitable, con consecuencias catastróficas para la humanidad, ya que el creciente poder del bloque liderado por China choca con la política de contención de Occidente.
Al menos el enfrentamiento sería inevitable si el proletariado no fuera un sujeto histórico capaz de intervenir en la situación internacional y trastocarla por completo.
Empezamos por rebelarnos contra las consecuencias materiales inmediatas de la carrera bélica, a saber, el aumento del coste de la vida debido al alza de los precios de los alimentos, la energía y los alquileres. La única manera eficaz de rebelarse contra estas condiciones es generalizar nuestras huelgas más allá de las fronteras sectoriales y empresariales. Al hacerlo, nos enfrentaremos inevitablemente a los sindicatos, que intentarán mantener el control de la situación aislando las huelgas por empresa o por sector. Las consecuencias de la marcha a la guerra y de la crisis económica no afectan sólo a los trabajadores de uno u otro centro de trabajo, sino a todos los trabajadores de todos los centros de trabajo. Por tanto, existe una base objetiva para generalizar las huelgas en una huelga de masa. Sin embargo, para pasar de la posibilidad objetiva a la realidad será necesaria la intervención efectiva de la vanguardia política en las luchas y la capacidad de los trabajadores combativos implicados en las luchas para empezar a hacerse cargo de la coordinación y difusión de estas. Una de nuestras tareas como vanguardia política es agrupar a los trabajadores combativos en comités de “No a la guerra, sí a la guerra de clases” [NWBCW [3]], que concebimos como comités de lucha creados en previsión del desarrollo de la lucha de masa, para permitir la intervención de la vanguardia política en las luchas y fomentar la capacidad de la vanguardia en los centros de trabajo para asumir la coordinación y generalización de las luchas. Una vez que las luchas hayan tomado una forma masiva, surgirán nuevas formas de organización, como los consejos obreros y las asambleas de masas, pero por ahora la tarea de la vanguardia política es avivar las llamas de la huelga de masa a través de su actividad en los comités del NWBCW, reuniendo a su alrededor a trabajadores combativos e interviniendo en las huelgas locales para impulsar la generalización.
El desarrollo de los acontecimientos históricos no puede tener lugar según la lógica del capitalismo y de las rivalidades interimperialistas. La clase dominante, para imponer su solución asesina a las contradicciones de su sistema históricamente caduco, tendrá que enfrentarse al proletariado internacional, que ya comienza a rebelarse contra el agravamiento de su condición. Sólo la intervención decisiva y radical del proletariado puede impedir una guerra imperialista generalizada y ruinosa para todos.
Una revuelta proletaria de suficiente magnitud obligará a la burguesía a aceptar una tregua en la arena de las rivalidades imperialistas, para poder enfrentarse mejor a su mayor enemigo: el proletariado, primero en el frente interno y luego a escala internacional. Entonces el significado de la huelga de masa se extenderá más allá de la oposición a la guerra a la oposición a los sacrificios necesarios para librarla. El resultado histórico necesario de la huelga de masa – la insurrección proletaria – empezará a surgir concretamente, a medida que la guerra de clases se intensifique y la burguesía pierda su capacidad de dominio. La vanguardia proletaria, fortalecida por todo el período anterior de lucha de clases y de re-apropiación colectiva del programa comunista, intervendrá con orientaciones correspondientes al momento y mostrando el camino a seguir, lo que ya estamos intentando hacer. El desenlace revolucionario de esta tormenta histórica dependerá de la capacidad de la vanguardia comunista para asumir efectivamente la dirección del movimiento de masa de la clase obrera.
El equipo de redacción, Abril 2023
Notas:
[1] . Western Allies Pressure African Countries to Condemn Russia, Robbie Gramer, Foreign Policy (https://foreignpolicy.com/2022/05/05/western-allies-pressure-african-countries-to-condemn-russia/)
[2] . Vicepresidente de Asuntos Exteriores de la UE.
[3] . « No War But Class War »
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