(Junio 2022) |
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¿Puede el proletariado internacional obstaculizar la marcha hacia la guerra generalizada?
Cuatro meses después, la guerra imperialista hace estragos en Ucrania. Ciudades enteras han sido devastadas; millones de civiles, mujeres, niños, bebés, ancianos, han abandonado sus hogares, huyendo de las bombas; miles de ellos están muertos o heridos, traumatizados de por vida; las exacciones y violaciones se multiplican, aumentando el terror; decenas de miles de soldados ya han muerto, ucranianos y rusos; otros cientos de miles están heridos, lisiados, mutilados. Estas imágenes de edificios destruidos, puentes destrozados, civiles demacrados en medio de las ruinas, buscando agua o provisiones, nos recuerdan el final de la Segunda Guerra Mundial; la Alemania de 1945, Berlín, Dresde, Colonia; los puertos de La Mancha y del Mar del Norte bajo los escombros, Rotterdam, Amberes, Hamburgo, Le Havre; el éxodo masivo de millones de refugiados lanzados de un país a otro. Para Europa, es un duro despertar. ¿Acaso la Unión Europea y la integración económica no garantizaban la paz? Pero la guerra imperialista ha vuelto. Sangrienta.
Sin embargo, nunca había desaparecido del mundo capitalista. Las ruinas de Mariupol no se diferencian de las de Alepo, en Siria, en 2015-2016; la afluencia de refugiados en los pasos fronterizos polacos la de los pasos fronterizos turcos. Es un hecho: la guerra imperialista es una característica permanente del capital y del imperialismo. Pero señalar la permanencia de la guerra imperialista no es suficiente. Todas las guerras no son iguales; no tienen la misma magnitud; ni el mismo significado; ni expresan la misma dinámica ni lo que está en juego. Limitándonos a las dos guerras más sangrientas de los últimos años, las de Siria y Ucrania, parecen en sí mismas tan bárbaras, devastadoras, asesinas y terroríficas como la otra. Además, implican a los mismos protagonistas, Rusia por un lado y las potencias occidentales por otro, estas últimas unidas bajo el paraguas estadounidense. En este sentido, puede decirse que la dinámica y los contrastes imperialistas que se pusieron de manifiesto en Siria condujeron a la invasión militar rusa de Ucrania. Por lo tanto, hay similitud y continuidad entre ambos.
Pero también hay una ruptura, o más bien un salto cualitativo entre una y otra. La guerra de Ucrania marca el primer acto de la marcha abierta y forzada hacia la guerra imperialista generalizada, una Tercera Guerra Mundial, única respuesta o salida del capitalismo a su crisis económica; y una marcha en la que cada burguesía, empezando por las más poderosas, se ve obligada, forzada, a comprometerse e imponer a sus poblaciones. Hasta entonces, los empujes, la dinámica o el proceso, hacia la guerra imperialista generalizada, no eran directos, no parecían animar de forma inmediata la política exterior e interior de unos y otros. Por cierto, los estados mayores militares ya estaban trabajando en el retorno de la llamada guerra de ’alta intensidad’, la misma que hoy se desarrolla ante nuestros ojos. Por cierto, los presupuestos y los gastos en armamento fueron creciendo año tras año [1]. Por cierto, a raíz de la pandemia de Covid y de la escasez de material médico, la exigencia de volver a la producción de los llamados bienes esenciales en el territorio nacional, es decir, "esenciales" para la defensa de cada capital nacional, marcó una ruptura en la centralización, la organización y la planificación de los grandes ejes de la producción nacional, indispensables y adecuados para el establecimiento de una economía de guerra. Con la crisis y, por tanto, la competencia a muerte entre cada capital nacional, la guerra generalizada como tendencia y devenir ya tendía a dictar el curso de los acontecimientos y las políticas.
Pero con la guerra en Ucrania, la cuestión de la guerra imperialista generalizada se convierte en un elemento directo, un factor, de la situación hasta el punto de precipitar las decisiones conscientes de la clase dominante. "Tendremos que organizarnos de forma duradera en una economía de guerra" dijo, ayer mismo, el presidente francés Macron. La guerra en Ucrania está provocando reacciones en cascada de todos los imperialistas que la guerra en Siria no había producido, ni podía producir. O, al menos, no requería producir. ¿Lo más significativo? El rearme masivo de Europa, empezando por Alemania, traumatizada por las dos guerras mundiales y la catástrofe final de 1945. La decisión alemana es en sí misma otra ruptura histórica. Pero es toda Europa, hasta la pequeña Dinamarca, la que ha decidido relanzar el gasto militar. Otra ruptura histórica tras la invasión rusa de Ucrania, Suecia y Finlandia, tradicionalmente "neutrales", decidieron unirse a la OTAN; y de paso reforzar el cerco en torno a Rusia... que Putin intentaba aflojar invadiendo Ucrania. En definitiva, el peligro y la dinámica hacia la guerra imperialista generalizada que expresa la guerra de Ucrania obligan a cada un a reactivar el gasto militar de defensa y de la industria armamentística; y sobre todo, a buscar alianza política y militar provocando alineamientos y una mayor polarización imperialista. Por eso decimos que es un paso importante en la marcha hacia la guerra generalizada.
Al mismo tiempo, a causa de la propia guerra, el alineamiento forzado de las principales potencias europeas occidentales, Francia en primer lugar, detrás de Estados Unidos permite a estos últimos acentuar aún más su presión imperialista y militar sobre China; en torno a Taipei y su estrecho. Asimismo, y a una escala más local pero no menos significativa de las dinámicas en presencia, Israel, que había intentado servir de intermediario entre Rusia y Ucrania en marzo, ya no duda en bombardear el aeropuerto de Damasco y atacar, de hecho, la presencia rusa en Siria. No es sólo la polarización imperialista lo que reaviva la guerra actual como nunca antes desde 1945, sino también las presiones, las amenazas y las intervenciones militares.
El engranaje imperialista y militar hacia la guerra generalizada está activado. No se trata de constatar la permanencia en si de la guerra bajo el capitalismo, "toda verdad abstracta se convierte en una sentencia si la aplicamos a cualquier situación concreta" decía Lenin. Pero se trata de comprender el curso de los acontecimientos a partir de la guerra imperialista tal como se desarrolla concretamente, históricamente, en la realidad en movimiento, para poder captar las potencialidades de una respuesta a esta marcha hacia la guerra y destacar orientaciones y consignas para esta lucha. Porque hay una respuesta potencial. Porque hay otro elemento que interviene en la ecuación histórica: la realidad, en movimiento, de la lucha de clases.
La guerra en Ucrania, primer momento del proceso hacia la 3ª guerra imperialista generalizada, obliga a cada burguesía nacional a relanzar aún más sus ataques económicos y político-ideológicos contra cada proletariado. No se trata sólo de presentarle la factura de la crisis, sino también y sobre todo de los sacrificios indispensables para los gastos militares; para el proletariado de Europa para el que la ruptura es brutal, de la puesta en marcha de la economía de guerra, del rearme alemán, del refuerzo de la OTAN y de las entregas de armas y subsidios a Ucrania. Ya es principalmente la clase proletaria quien está pagando el precio de la inflación generalizada – sobre todo del gas, la gasolina y los cereales – y la intensificación de la explotación del trabajo que la crisis y la guerra, que se combinan entre sí, están provocando. Y es ahí, precisamente en sus ataques redoblados, concretos y bien dirigidos para la guerra y contra las condiciones de vida y de trabajo del proletariado internacional, donde se encuentran las bases materiales e históricas de una posible reacción, o incluso de un freno al curso hacia la guerra imperialista generalizada. Y esto en todos los continentes.
No se trata, pues, de repetir y corear en cada ocasión, dogmáticamente, fórmulas que se repiten desde hace más de cincuenta años, como que el proletariado no está derrotado, o que no está dispuesto a aceptar sacrificios por la guerra. Insuficiente e impotente, cuando no es simplemente la frase anarquista y radical tradicional del izquierdismo.
La observación que se desprende de la relación entre la guerra y la lucha de clases es clara: el proletariado es impotente para evitar las guerras imperialistas locales, incluida la guerra actual en Ucrania. Esto significa que la relación de fuerzas internacional entre la burguesía y el proletariado no está a favor de este último. Pero esta constatación objetiva, material, no dice que esta relación sea fija y que la lucha de clases no sea, no sea ya, o se ponga entre paréntesis hasta un hipotético y repentino despertar, la revelación caída del cielo, de las masas proletarias. Es necesario destacar la propia dinámica, el movimiento, el curso de esta relación dialéctica entre las clases: a causa de la guerra, y bajo la iniciativa y la ofensiva de la clase dominante, la lucha de clases se va a exacerbar e intensificar hasta llegar a enfrentamientos masivos e históricos; y esto, en los términos, los terrenos y los tiempos (los timing) que cada burguesía va a tratar de imponer. Entonces, podemos empezar a ver las condiciones concretas de los diversos y sucesivos retos y batallas que la burguesía protagonizará contra el proletariado y que éste no podrá evitar. Orientaciones y consignas se van pues a precisar y la realización práctica del principio del internacionalismo proletario se declinará según los lugares y los momentos, a medida que se desarrolle la confrontación de clases. Precisamente por eso apoyamos el llamamiento de la TCI, y su contenido político, a la formación de comités de No a la guerra, sí a la guerra de clases. [2] El curso de los acontecimientos exigirá muchas otras consignas. Inevitablemente. ¡Corresponde a los grupos comunistas prepararse para ello, partiendo de la realidad de la lucha de clases en marcha!