Revolución o Guerra n°26

(Enero 2024)

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Estados Unidos: derrota obrera, victoria sindical de la UAW y preparación para la guerra imperialista generalizada


La UAW ha anunciado que sus entregados miembros, que han luchado juntos, se han mantenido unidos y han hecho piquetes juntos, han votado juntos para ratificar sus contratos récord. Estos contratos históricos recompensan a los trabajadores del automóvil que tanto se sacrificaron con aumentos récord, más tiempo libre remunerado, mayor seguridad en la jubilación y más derechos y respeto en el trabajo. Quiero felicitar a la UAW y a cada una de las tres grandes empresas automovilísticas por la buena fe que han demostrado al negociar este contrato récord. Estos contratos demuestran que cuando a los sindicatos les va bien, todos los trabajadores salen beneficiados. Como resultado de los históricos acuerdos de la UAW, Toyota, Honda, Hyundai y Subaru también han anunciado importantes aumentos salariales. La UAW está luchando con ahínco para garantizar que todos los puestos de trabajo en el sector del automóvil sean buenos empleos para la clase media, y yo les apoyo en esta lucha. »
(Declaración del Presidente Joe Biden sobre la ratificación de los acuerdos históricos de la UAW con los tres grandes fabricantes de automóviles - 20 de noviembre de 2023.)


25% de aumento salarial. Eso es lo que recordará cualquier proletario de Estados Unidos o de cualquier otro país que no pueda examinar la realidad de los contratos firmados entre el sindicato United Auto Workers (UAW) y los directivos de las Big Three [tres grandes] empresas automovilísticas estadounidenses, General Motors, Ford y Stellantis. Desde el dirigente sindical de la UAW, Shawn Fain, pasando por los medios de comunicación estadounidenses e internacionales, en particular en Europa, hasta el presidente Biden, todos han subrayado que el acuerdo alcanzado tras las seis semanas de huelga lanzadas por el sindicato era una victoria para los trabajadores, para la UAW y para el sindicalismo en general. Incluyendo a los ejecutivos de las Tres Grandes dijeron estar satisfechos “de haber alcanzado un acuerdo de principio sobre un nuevo contrato laboral con la UAW para nuestras operaciones en EE.UU.” (Jim Farley, Director Ejecutivo de Ford [1]) Así que todos contentos. Para insistir en el supuesto retroceso de la patronal, el mismo Farley se apresuró a declarar que “la realidad es que hay costes significativos asociados a este acuerdo social, y vamos a tener que trabajar muy duro en productividad y eficiencia para ser más competitivos.” [2] La realidad del acuerdo, “histórico” según Biden, ya está quedando clara. El aumento de la productividad y la competitividad anunciado por el Director de Ford ya da una idea de lo que el acuerdo supondrá para los trabajadores. Es más fácil entender por qué y cómo Biden está “de su parte [de la UAW] en esta lucha” y acudió en persona, y ante los medios de comunicación, para apoyar a los piquetes de huelga a las puertas de las fábricas.

¿Una victoria para los trabajadores del automóvil?

Entre las diversas “ganancias” obtenidas por el acuerdo, el aumento salarial del 25%, repartido a lo largo de los cuatro años y medio del contrato, recibió la cobertura mediática internacional que merecía desde el punto de vista burgués tras más de una década de continuos recortes salariales. Pero entonces, ¿cómo se explica que el acuerdo fuera aprobado al final sólo por alrededor del 60% de los miembros de la UAW que participaron en la votación? [3] De hecho, el 47% de los miembros de la propia producción votaron en contra. Maquilladoras enteras de Michigan, Indiana, Missouri, Tennessee y Kentucky lo rechazaron, a veces en un 69%, según el sitio web trotskista WSWS. Un trabajador de la planta de Stellantis en Toledo, citado por el mismo sitio web, traduce parte del contenido del acuerdo en el lenguaje de los trabajadores: “tenemos dos turnos y trabajamos 10 horas al día y 50 horas a la semana. Planean pasar a tres turnos, trabajando ocho horas al día. Vamos a perder el pago de las horas extraordinarias que necesitamos para llegar a fin de mes.” De paso, esto recuerda a los años 30 y al New Deal: “la NRA ha fijado el salario mínimo semanal en 12 dólares en el Sur y 13 dólares en el Norte, pero este mínimo se convierte en máximo porque no se estipula el número mínimo de horas semanales: un trabajador que antes trabajaba de 48 a 54 horas semanales ahora sólo trabaja de 35 a 40 horas; el salario por hora aumenta, pero el salario total es inferior al que se pagaba antes, que ascendía a 16,71 dólares.” (revista Bilan #3, Roosevelt au gouvernail [Roosevelt al timón], 1934) Entonces, ¿qué ha ocurrido realmente en lo inmediato? ¿Han ganado algo los trabajadores?

El aumento del 25% repartido en más de cuatro años apenas compensará la pérdida del 22% del poder adquisitivo en los últimos años, según fuentes oficiales, debido a la explosión de la inflación posterior a la crisis del Covid. Es más, durante la crisis de la industria automovilística estadounidense en 2007, cuando General Motors se declaró en quiebra, los proletarios de la industria automovilística vieron cómo sus salarios y condiciones de trabajo se deterioró bruscamente. La administración Obama “rescató” a GM y a los demás fabricantes de automóviles con un rescate financiero y sacrificios para los trabajadores que la UAW había impuesto a sus miembros. De hecho, al final del nuevo contrato en 2028, y sin conocer la inflación futura, el salario por hora de 40 dólares seguirá estando por debajo del de 2007 en dólares constantes. Y eso sin tener en cuenta las reorganizaciones anunciadas en varias plantas. Evidentemente, el acuerdo toca varias disposiciones difíciles de resumir y presentar, más aún para el lector no estadounidense. Por ejemplo, el sistema COLA de indexación de los salarios a la inflación se mantiene igual que en 2007, es decir, sin tener en cuenta la inflación actual, y las empresas lo recortarán en 0,10 dólares por hora para sufragar el aumento de los costes sanitarios. En 2007, cuando el gobierno reestructuró y rescató la empresa, se introdujo un doble sistema de promoción de “carrera” (el Tier System). La escala salarial y los niveles de pensión son diferentes para los nuevos contratados. Este sistema se ha mantenido, al igual que los sacrificios en pensiones y seguro médico que también se impusieron en 2007. Pocos trabajadores temporales a tiempo completo serán contratados con el presente acuerdo locales. Pagados a 20 dólares la hora, será fuerte la “tentación” para sus empleadores de despedirlos antes del periodo de nueve meses tras el cual se supone que pueden beneficiar de otro estatuto.

En sí misma, por tanto, ya podemos constatar que la “victoria histórica” no hace “en el mejor de los casos” más que frenar temporalmente el deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores que se viene produciendo desde hace quince años; y eso sólo para los empleados actuales, que conservarán sus puestos de trabajo. Es fácil comprender las dificultades de la UAW para garantizar que la votación obligatoria, exigida por ley, sea mayoritariamente favorable al acuerdo. Recordemos que el 95% de los trabajadores con derecho a voto han votado a favor de la huelga. Y, sobre todo, imaginemos cuál habría sido el resultado si el acuerdo hubiera tenido que ser discutido y votado por asambleas generales en los centros de trabajo: no cabe duda de que habría sido rechazado en la mayoría de las fábricas. De hecho, los proletarios de la industria del automóvil y, con ellos, el proletariado en su conjunto en América, acaban de sufrir un nuevo revés, una nueva derrota – aunque limitada – que se suma a las sufridas durante las movilizaciones, a veces huelgas, de los ferroviarios, los empleados de UPS, los de Amazon, etc. en los años post-Covid. Expresiones de un renacimiento de la combatividad proletaria en el país, estas luchas y movilizaciones fueron todas totalmente controladas, encuadradas e vueltas inofensivas por los sindicatos. Las escasas conquistas fueron como el aumento salarial del 25% en cuatro años que el presidente Biden y la UAW saludaron como una “victoria histórica”.

El encorsetamiento legislativo y represivo de toda lucha obrera consecuente

Detengámonos un momento sobre las condiciones que el Estado y la burguesía estadounidenses imponen al proletariado para, de hecho, prohibir cualquier lucha proletaria y, en particular, cualquier intento de extender, generalizar y unificar la lucha a otros sectores, empresas e incluso a veces dentro de la propia empresa. La legislación laboral y los derechos sindicales se establecieron entre el Estado norteamericano y los sindicatos AFL y CIO en los años 1930. El sistema del “closed-shop” [4] bloquea de hecho cualquier lucha proletaria significativa. No pueden ser luchas “solidarias” o llamadas “políticas”, y estos calificativos quedan a juicio de cualquier juez. Aparte de la participación en los piquetes, organizados y centralizados por el sindicato, los proletarios no pueden reunirse y formar una asamblea general y decidir juntos las acciones a emprender, ni siquiera la propia huelga.

La legislación impone preavisos de huelga muy estrictos y codificados, votaciones “individuales” organizadas por el sindicato a favor o en contra de la huelga, a veces por Internet desde “casa”, un período de varias semanas de negociaciones antes de la huelga, luego huelgas rotativas y perladas, la firma del acuerdo por las empresas y el sindicato que significa el fin de la huelga allí donde ésta tenía lugar, y luego, algunas semanas más tarde, el voto individual y aislado de una parte de los trabajadores, los afiliados al sindicato. De hecho, el Estado prohíbe toda lucha proletaria destinada a ser eficaz y, llegado el caso, es decir, si el sindicato no es capaz de controlar como debía la combatividad de los trabajadores, el gobierno adopta un decreto declarando ilegal la huelga en nombre del interés nacional o otro y lanza una represión abierta.

Los proletarios no tendrán, y no tienen, otra alternativa a este corsé de hierro alrededor del cuerpo del proletariado americano que romperlo por la fuerza a través de la extensión más rápida posible de toda lucha de clase, por medio de la huelga de masa. Esto significa oponerse directamente a la legalidad burguesa y, por tanto, enfrentarse igual de directamente al Estado y a sus órganos en medio obrero, los sindicatos. El listón para una lucha eficaz es, por tanto, alto y arriesgado. No podemos entrar aquí en más detalles sobre las condiciones previas y la lucha política – en particular el papel de las agrupaciones obreras en comités de lucha o otro de las minorías comunistas – que requiere el desencadenamiento de una dinámica de lucha de este tipo, aunque haya estallado “espontáneamente”.

La “victoria” sindical, parte integrante de los "Bidenomics"

Pero no es eso en lo que queremos llamar la atención en este artículo. En realidad, y volviendo a la huelga en el sector automovilístico estadounidense, hay un aspecto mucho más importante en los nuevos contratos firmados entre la UAW y las Tres Grandes. Preparan el camino para la transición a la producción de coches eléctricos y, por tanto, para una reestructuración de la mano de obra. Se perderán decenas de miles de puestos de trabajo. El acuerdo firmado con la UAW ya prevé primas para los trabajadores que acepten abandonar la empresa, jubilaciones anticipadas y traslados obligatorios de una planta a otra, es decir, de una región a otra, para miles de trabajadores. Según el WSWS, “los nuevos trabajadores de la planta de baterías cobrarán 26 dólares la hora”, apenas por encima de los 20 dólares que se pagan actualmente a los trabajadores temporales. El papel del sindicato, en este caso la UAW, en el sistema estadounidense debe reforzarse en este periodo de transición industrial. Aunque el papel principal de los sindicatos, como órganos políticos del Estado capitalista, sigue siendo ante todo controlar y sabotear cualquier voluntad o dinámica de lucha obrera, pueden ser según los momentos también engranajes importantes en cualquier ruptura de las políticas industriales que requieran disciplina y un mayor apoyo de los proletarios, lo que es esencial para estas transiciones hacia nuevas técnicas de producción. En este caso, abrir nuevas plantas para fabricar vehículos eléctricos requiere una mano de obra dispuesta y capaz de “formarse” en las nuevas tecnologías. Como recordó el Director de Ford, “no podemos fabricar vehículos en Estados Unidos sin el UAW.” [5] En este sentido, parece que la omnipotencia de la ideología managerial y de la dirección empresarial, que había relegado a los sindicatos y al sindicalismo al único papel de control y sabotaje de las luchas desde los años 80, ya no es suficiente en los nuevos tiempos que soplan y las tormentas que amenazan. La clase dominante estadounidense lo tiene claro: “Además, la teoría y las pruebas empíricas son claras en cuanto a las formas en que los sindicatos han aumentado en el pasado, y podrían hacerlo en el futuro, la productividad de forma más sustancial: aumentando el efecto de la voz de los miembros del sindicato y aumentando la felicidad de los trabajadores y el apego a su trabajo. Los sindicatos están bien situados para apuntar a estos objetivos en sus negociaciones y hacer hincapié en las ventajas que supone para los trabajadores y los empresarios tomar medidas para mejorar la productividad.” [6]

El discurso de izquierda “pro clases medias”

De hecho, como ilustró la huelga de la UAW, los nuevos tiempos anunciados por la pandemia de Covid y confirmados por las guerras en Ucrania y Oriente Medio obligan a la burguesía a adoptar “una nueva filosofía económica”, como anunciaba Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del presidente Biden, desde 2020 [7]. Aboga por “el retorno de un Estado al servicio de las clases medias estadounidenses.” [8] La burguesía estadounidense, Biden y los demócratas en particular, prefieren utilizar el término clase media en lugar de clase obrera. El apoyo de Biden a la huelga y a la UAW, su saludo a la “histórica victoria sindical” marcan una ruptura con el discurso oficial que prevalecía desde los años de Reagan, incluso bajo las presidencias demócratas de Clinton y Obama. De hecho, Trump ya había hecho una ruptura también aquí al presentarse como el defensor de los “Blue collars” [los obreros con mono de trabajo azul]. ¿Qué significa este lenguaje de izquierda y de apoyo a la middle class trabajadora? Sería un error considerarlo nada más que una retórica mistificadora y demagógica – aunque real – dirigida al proletariado estadounidense, o incluso una simple maniobra para ganar su voto para las elecciones presidenciales de 2024. “La persistente desigualdad en Estados Unidos frena el crecimiento económico y amenaza con socavar la estabilidad democrática de la que depende nuestro éxito económico.” [9] Es cierto que la dimensión política e ideológica, mistificando a los trabajadores estadounidenses, está presente y tiene como objetivo evitar la reproducción de los excesos “anti-democráticos” que acompañaron la derrota de Trump en las elecciones de 2020. Pero sobre todo, este lenguaje “pro clase media” tiene como objetivo hacer más eficiente y productivo el aparato productivo del capital estadounidense, especialmente la fuerza de trabajo viva, los proletarios. El propósito de las medidas sociales “pro clase media” es hacer que esta se vuelva económicamente más eficiente e ideológicamente voluntaria.

“Se trata de reforzar los sistemas públicos que conectan nuestras carreteras, nuestros puentes, nuestros puertos, el acceso universal a Internet de alta velocidad, Internet de alta velocidad accesible, una red eléctrica modernizada, un sistema de transporte y un sistema eléctrico que trabajen juntos hacia un futuro sin emisiones de carbono, nuevas escuelas y guarderías que permitan... que son las cosas que permiten a las personas y a los padres trabajar.” [10] El objetivo está claramente establecido: conseguir que más gente trabaje y obtener el apoyo del mayor número posible de trabajadores, lo que sin duda la renovación del sindicalismo no faltará de favorecer.

Este discurso de izquierda responde así a la ruptura anunciada por Jake Sullivan, entre otros, y... el propio Trump, a “su” manera. Y el resultado de la huelga de la UAW ilustra la finalidad de clase de la política económica de ruptura adoptada por el gobierno demócrata de Biden.

El fin del neo-liberalismo

« Como en el pasado, Estados Unidos necesita ir más allá de la ideología económica dominante de las últimas décadas (a veces imperfectamente llamada neo-liberalismo) y replantearse cómo funciona la economía, a qué objetivos debe servir y cómo debe reestructurarse para servir a esos objetivos, y esto es tanto un imperativo geopolítico como económico. » [11]

La Bidenomics, como las llama el propio Biden, tiene varios componentes. Nada más llegar al poder, empezó a poner en marcha planes estatales correspondientes a lo que el propio Jake Sullivan había pedido ya en 2020: “inversiones en infraestructuras, tecnología, innovación y educación que determinarán la competitividad a largo plazo de Estados Unidos frente a China.” [12] El objetivo de la vuelta del Estado al servicio de las clases medias es restablecer una mano de obra eficaz y adaptada a las necesidades de la defensa del capital estadounidense frente a los desafíos a los que se enfrenta, en particular el ascenso del poder económico, político y sobre todo imperialista y militar de China.

El American Rescue Act, adoptado en marzo de 2021 nada más llegar Biden al poder, sucedió al CARES Act aprobado bajo el mandato de Trump para “ayudar a las familias” tras la pandemia de Covid y el confinamiento. “En total, se distribuyó la astronómica suma de 5200.000 millones de dólares entre los hogares estadounidenses durante Covid-19.” [13] El Infrastructure Investment and Jobs Act de noviembre 2021 y por valor de 1200.000 millones de dólares, está destinado a “renovar todas las infraestructuras relacionadas con el tráfico (...) la red de distribución de agua potable, la red eléctrica (...) y la instalación de Internet de banda ancha en todo el país.” El CHIPS and Science Act de agosto 2022 pretende relanzar los programas de investigación y re-localizar la producción de alta tecnología a Estados Unidos. Este programa se centra en particular en la producción de semiconductores, los CHIPS, con el objetivo evidente de garantizarse su control en relación a China, que se está quedando rezagada en este frente – recordemos aquí que Taĩwan es actualmente su principal productor. Y, por último, el Inflation Reduction Act (IRA), cuyo objetivo oficial es asegurar la “transición ecológica” de Estados Unidos mediante subvenciones y otras exenciones fiscales. Por ello, una de sus prioridades es desarrollar la transición hacia “el todo eléctrico” mediante la creación de fábricas de baterías eléctricas. El sindicato UAW acaba de dar su respaldo y su participación. Hay otra razón para su nombre: se espera que la inflación descienda como consecuencia de la subida de impuestos a las empresas con mayores ingresos y de los controles de precios de los medicamentos impuestos a las empresas farmacéuticas. Como consecuencia, el gasto en Medicare - el sistema de seguridad social estadounidense – descenderá y muchos pacientes que sufren enfermedades crónicas podrán recibir tratamiento – mejor para ellos, por supuesto – y... volver a ser productivos.

“Por último, tanto el IRA como el CHIPS Act forman parte de un cierto nacionalismo económico de las Bidenomics, totalmente asumido por sus diseñadores. En abril de 2023, Jake Sullivan pronunció un discurso en la Brookings Institution en el que detalló la dimensión internacional de la nueva política económica estadounidense (...) Confirmó que el principio del libre comercio estaba siendo cuestionado al más alto nivel, en contradicción con las normas de la OMC. El IRA contiene fuertes medidas proteccionistas.” [14]

Según los cánones del neo-liberalismo y la ortodoxia monetarista, el endeudamiento abismal y el déficit presupuestario crónico de Estados Unidos no permitirían, en teoría, financiar esos gastos. Pero ya no es momento de equilibrar presupuestos y finanzas. “Los responsables políticos deberían reconocer que la infrainversión es una amenaza mayor para la seguridad nacional que la deuda nacional estadounidense.” [15] En realidad, y a diferencia de las demás potencias, sobre todo las occidentales, sólo Estados Unidos es capaz de ignorar su déficit y su deuda. Como el dólar sigue siendo la moneda de reserva internacional, el déficit y la deuda de Estados Unidos son cubiertos en gran medida por el resto del mundo, que se ve obligado a utilizar el dólar para la mayor parte del comercio internacional y cuyos capitales son atraídos por los bonos del Tesoro estadounidense. [16] Es precisamente este torniquete del dólar sobre todas las demás potencias del que China, y otros a su alrededor, empezando por Rusia, tratan de escapar intentando imponer sus intercambios recíprocos en sus propias monedas. En resumen, y para decirlo de manera sencilla, las Bidenomics será financiadas en gran parte por el resto del mundo.

Las "Bidenomics" o el nuevo "New Deal"

« Es la primera vez desde el New Deal que se lanza una inversión federal a tan gran escala para renovar las infraestructuras del país. » [17]

Aquí tenemos lo que históricamente se ha llamado una política de grandes obras. Aquí es donde radica la ruptura. Esta política de grandes obras no puede dejar de recordarnos la política del New Deal lanzada por Roosevelt o la de la Alemania nazi en los años 30, ambas de las cuales – entre otras, incluyendo los Frentes Populares – preparando la guerra y desarrollando “economía de guerra” y rearme. El New Deal preparó a Estados Unidos económica, ideológica y políticamente para la 2ª guerra mundial imperialista. Es particularmente importante recordar cómo las políticas rooseveltianas concluyeron definitivamente el proceso histórico de integración de los sindicatos estadounidenses, la AFL y el CIO, en el aparato estatal para las necesidades de la 2ª Guerra Mundial. Siempre es fácil y tentador, pero también peligroso, entender los acontecimientos del presente como una simple repetición del pasado y convertirlos en esquemas fijos. Sin embargo, hay similitudes evidentes entre el New Deal de ayer y la Bidenomics de hoy. También en este caso sería un error ver sólo consideraciones económicas. La burguesía estadounidense tiene muy claro que el objetivo de la Bidenomics es mantener el estatus de superpotencia imperialista estadounidense y contenercontainment – a sus rivales, principalmente a China en la actualidad. Hay que recordar que esta política de contención ya fue la que Estados Unidos desarrolló hacia Japón en los años 1930, hasta que éste intentó escapar de la asfixia gradual por la guerra y el ataque a Pearl Harbour. Esta es también en parte, y en menor medida, la política seguida por Estados Unidos hacia Rusia, llevando a la OTAN a las fronteras rusas y obligándola a aflojar el torniquete invadiendo Ucrania. De hecho, la política económica estadounidense debe servir para defender el imperialismo estadounidense. ¿No es esto precisamente lo que se realiza con miras y en tiempos de guerra, como lo demostraron las dos primeras guerras mundiales? Y ésta es la función histórica del capitalismo de Estado: preparar y asegurar la centralización y el control del aparato productivo y la cohesión social y nacional para y durante la guerra. Y para ello, los sindicatos son indispensables.

“En un mundo así, es la economía, al menos tanto como cualquier otra cosa, la que determinará el éxito o el fracaso de Estados Unidos en geopolítica (...) La historia vuelve a golpear. La creciente competencia con China y los cambios en el orden político y económico internacional deberían provocar un instinto similar en el establishment contemporáneo de la política exterior. Los expertos en seguridad nacional de hoy deben ir más allá de la filosofía económica neoliberal dominante de los últimos 40 años.” [18]

Preparar la guerra imperialista generalizada

Como decíamos, la ruptura se produjo al final del mandato de Obama y con la elección de Trump. Fue entonces cuando toda la burguesía estadounidense, republicana y demócrata por igual, se dio cuenta de que China se establecía cada vez más como el principal rival comercial e imperialista, con una fuerza militar cada vez más amenazante. Lejos de ser la expresión de una pérdida de control político del aparato estatal estadounidense – como muchos, incluido entre las minorías comunistas, pudieron entenderlo –, la elección de una figura disruptiva como Trump indicaba el alcance de la ruptura que había que hacer.

‘Con Trump, se quitan las mascaras.’ Su lenguaje, brutal, vulgar, grosero, insultante, lejos del habitual lenguaje diplomático delicado, es un lenguaje de guerra ; de guerra comercial ; de guerra imperialista ; y de guerra de clase. ‘¿ Sueña esto como una nueva era de los años 1920 y 1930 ? Sí, cien años más tarde.’ (The Guardian, 17/1/2017) En unas pocas semanas de presidencia, “el impensable e impredecible” Trump se ha vuelto un factor activo de aceleración de la situación histórica y de las contradicciones de fondo del capitalismo que han provocado su mera elección. Con la elección de Trump, la burguesía americana se encaja en una marcha a la guerra generalizada.” (Revolución o Guerra #7, Los proletarios deben responder a Trump y a todos los Estados capitalistas, Febrero 2017)

Al parecer, la burguesía estadounidense no pudo conseguir nada mejor que la personalidad, digamos perturbada, de un Trump para asegurar la ruptura histórica. Una vez conseguida, al menos ideológicamente, y dado el estado del partido republicano hoy en día, sólo el partido demócrata – históricamente el “partido de la guerra” en Estados Unidos – podía poner en marcha una política global y coherente de grandes obras, en particular ante el proletariado. Por ejemplo, mantener el siguiente discurso, esencial para tratar de impedir cualquier reacción proletaria, ¡perdón! de las clases medias y ganarse el apoyo de los trabajadores y de las “minorías” de todo tipo :

“Las anteriores transformaciones económicas de Estados Unidos no arrastraron a todo el mundo a su paso. Hacerlo de forma diferente esta vez reforzará nuestra competitividad económica. Sabemos que si damos prioridad a la equidad racial y de género, podremos reducir las enormes diferencias de riqueza y oportunidades y desencadenar un mayor crecimiento. Sabemos que invirtiendo en toda América, especialmente en las regiones que han sufrido décadas de desindustrialización, podemos evitar más desajustes geográficos y polarización y liberar más nuestra capacidad de innovación. Y garantizando normas laborales para todos e incluyendo la voz de los trabajadores en el proceso, la industria estadounidense será más resistente a largo plazo.” [19]

Hoy, con el estallido de la guerra en Ucrania en 2022, seguida de la guerra en Oriente Medio, las políticas económicas anunciadas y aplicadas por las Bidenomics adquieren todo su significado histórico: hay que prepararse para la confrontación y contener el aumento del poder militar de China y sus aliados de hoy, Rusia, Irán, Corea del Norte... Sea el Infrastructure Act, el CHIPS Act y, sobre todo, el Inflation Act, todos se conjugan para preparar a la sociedad estadounidense para una confrontación imperialista y militar frontal con el único rival capaz – hoy – de formar un polo y, a largo plazo, un bloque imperialista rival.

En este sentido, las Bidenomics son un ataque directo al proletariado de América que pretende someterlo a la intensificación de la explotación para las necesidades, ya no meramente económicas, de defensa del capital americano, sino ahora y sobre todo para sus necesidades imperialistas y militares. “Los supuestos del pasado han provocado, entre otras cosas, trastornos internos y debilidades y puntos ciegos en el enfoque de Estados Unidos hacia China. Es hora de abandonarlos. La comunidad de política exterior debe buscar activamente un nuevo modelo económico. La seguridad nacional de Estados Unidos depende de ello.” [20] La primera batalla importante en la ofensiva que la burguesía estadounidense debe librar contra su proletariado fue la huelga organizada por la UAW en la industria automovilística. Lejos de representar un avance obrero, esta huelga, por el contrario, reforzó el dominio ideológico y político del sindicalismo sobre la clase obrera, al tiempo que pretendía someter a esta última a los imperativos de la transición tecnológica indispensable para la defensa del capital nacional y la preparación de la guerra. [21] Habrá otras batallas y nada es fatal hasta la fecha. Pero es importante reconocer esta derrota y su significado histórico real. Aunque sólo sea para advertir al proletariado internacional y a las minorías revolucionarias y comunistas.

Hemos visto que las Bidenomics no hacen más que continuar y amplificar el camino abierto por el gobierno Trump. Seamos claros: un posible regreso de Trump, o incluso de un republicano, al poder en las elecciones de 2024 no pondrá en cuestión el giro histórico dado por la burguesía estadounidense. “El resultado de las próximas elecciones presidenciales probablemente no cambiará el curso de una política económica que se ha vuelto decididamente post-liberal en Estados Unidos. La Unión Europea y el resto del mundo deben seguir adaptándose a esta nueva situación.”  [22]

Al igual que en los años 1930, el New Deal de Roosevelt, con las políticas de Frente Popular en Europa Occidental, había marcado la tónica, para las políticas que debían seguir todas las burguesías de los países “democráticos”, con vistas a la guerra contra los países “fascistas”. Las Bidenomics de hoy, incluida la política de “izquierda” pro “clase media”, señalan el camino a seguir por las burguesías de los viejos centros históricos del capitalismo, principalmente en Europa Occidental. La única diferencia es que no disponen del arma y la herramienta monetarias del dólar – el euro nunca ha podido competir realmente con el dólar – para aumentar sin riesgo sus deficit presupuestarios y sus deudas. Les resulta que imponer al proletariado los sacrificios que exige el desarrollo de la economía de guerra será sin duda aún más difícil que en Estados Unidos.

En cuanto a los rivales, China, Rusia, etc., el capital nacional se ha desarrollado históricamente y de hecho sobre la base de la economía de guerra bajo el disfraz de la “construcción del socialismo”. En cierto sentido, ya están preparados para ello, como parece demostrar la capacidad de Rusia para sostener su guerra en Ucrania. Sin embargo, a ambos lados de la polarización imperialista, la llave histórica sigue estando en manos del proletariado. Enfrentado a ataques que la burguesía sólo puede redoblar, ¿será capaz de responder a la escala de los acontecimientos y al dilema histórico? Eso es lo que está en juego. Para ello, no debe perder demasiadas batallas como la que acaba de perder con la “victoria histórica” de la UAW.

RL, 30 de Noviembre 2023

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Notas:

[3. Muchos no participaron por diversas razones, entre ellas los obstáculos puestos por el sindicato y el gobierno a la participación de todos los que legalmente podían hacerlo, y la manipulación de los boletines de voto, o incluso presiones y amenazas del sindicato a los trabajadores que votarían “mal”. A esto se añade el hecho de que muchos no pueden votar porque no están afiliados al sindicato y, como tales, no son considerados trabajadores de la empresa, sino “temporales”, por utilizar una categoría de estatuto o contrato comprensible para el lector no americano.

[4. El monopolio de la contratación sólo para los afiliados al sindicato, lo que le confiere poder sobre todos los afiliados, en particular sobre los que se oponen o cuestionan la política sindical.

[5. Jim Farley, president and chief executive officer [PDG] for Ford, September 29th 2023, https://www.cbsnews.com/detroit/news/ford-ceo-we-cant-build-vehicles-in-the-u-s-without-the-uaw/

[6. US Department of the Treasury, Labor Union and the Middle Class, August 2023

[7. Jake Sullivan, America Needs a New Economic Philosophy, Foreign Policy, février 2020, (https://foreignpolicy.com/2020/02/07/america-needs-a-new-economic-philosophy-foreign-policy-experts-can-help/)

[8. Laurence Nardon, Les Bidenomics : contours et critiques de la nouvelle politique économique américaine, Notes de l’Ifri, Potomac Paper #48.

[9. Brian Deese on Biden’s vision for a twenty-first-century American industrial strategy, Online Event at Atlantic Council, June 23, 2021.

[10. idem, emphasis added.

[11. Jake Sullivan, op.cit., emphasis added.

[12. idem.

[13. Laurence Nardon, op.cit.

[14. idem.

[15. Jake Sullivan, op.cit.

[16. Aunque esta “atracción” haya disminuido recientemente por razones que no podemos analizar aquí.

[17. Laurence Nardon, op.cit.

[18. Jake Sullivan, op.cit.

[19. Brian Deese, op.cit., subrayado por nosotros.

[20. Jake Sullivan, op.cit.

[21. Y en cierto modo, es la respuesta burguesa a las masivas movilizaciones proletarias de 2022-2023 en Gran Bretaña y Francia.

[22. Laurence Nardon, op.cit.