Revolución o Guerra n°26

(Enero 2024)

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La táctica de la Comintern de 1926 a 1940 - la cuestión China de 1926-1927

Continuamos aquí la publicación, inédita en francés que sepamos, de la contribución Táctica de la Comintern escrita por Vercesi para la revista Prometeo del Partido Comunista Internacionalista en 1946-1947.

La derrota de la "revolución china", que terminó con las masacres del proletariado perpetradas por el Kuomintang de Chiang Kai-shek en Shanghai y Cantón en 1927, fue un elemento clave, primero un producto y luego un factor acelerador, en la degeneración de la Internacional Comunista (IC). “Como en la muy desarrollada Inglaterra con el Comité Anglo-Ruso [véase la primera parte de la contribución publicada en RG nº 25], en China la Internacional resultó ser el instrumento decisivo de la contrarrevolución”, señala Vercesi. Aparte de su interés histórico para comprender este proceso de degeneración hasta su final, el texto reafirma los principios internacionalistas que la IC, ganada por el oportunismo estalinista, traicionó en su momento. También expone y critica la posición oportunista de Trotsky, aunque siguiera siendo formalmente internacionalista. Atrapado en su adhesión a la política de frente único lanzada por la Internacional en sus 3° y 4° Congresos, defendió la adhesión del PC chino al Kuomintang de Chiang Kai-shek. “Nuestra corriente, por el contrario, basándose en un análisis similar al de Trostky, defendía la tesis de principio de la no adhesión al Kuomintang.”

Al hacerlo, y este es el sello distintivo de la Izquierda Comunista de Italia, la contribución nos recuerda que la Izquierda – que se convirtió en la fracción del PC de Italia en 1928 – estaba lejos de contentarse con la defensa general de principios per se, sino que los desarrolló en relación con la situación real, es decir, en el curso de la lucha entre las clases, estableciendo orientaciones y consignas que podrían haber permitido establecer líneas de defensa tanto para el proletariado internacional como para de China.

“En la situación que se abrió tras el ’levantamiento de Cantón’, surgió una violenta polémica entre nuestra fracción y Trostky. (...) Nuestra corriente, por su parte, sostenía que si la situación revolucionaria no permitía lanzar la consigna fundamental de la dictadura [del proletariado], (...) esto no significaba que hubiera que retocar el programa del partido. Al contrario, había que reafirmarlo en su totalidad en el plano teórico y propagandístico, mientras que el retroceso sólo podía tener lugar sobre la base de las reivindicaciones inmediatas de las masas y de sus correspondientes organizaciones de clase.”

En nuestra opinión, es precisamente esta experiencia histórica, la defensa intransigente de los principios y su aplicación en términos de orientaciones concretas, o consignas, incluso en períodos en los que el proletariado está en retirada, lo que necesitamos recordar y reapropiarnos hoy.

Además, la contribución plantea toda una serie de cuestiones teóricas, históricas y políticas que deberían ser revisadas casi un siglo después del fracaso de la ’revolución china’. El lector de hoy debe recordar que esta contribución fue escrita en 1946, tres años antes de que el maoísmo se impusiera y obligara al Kuomintang y a Chang-Kai-Check a retirarse a la isla de Taiwán. Se destaca la posición que tendía a rechazar cualquier “perspectiva de elevar a China al nivel de un Estado nacional independiente”, a pesar de reconocer, siguiendo a Trotsky, “la dominación directa de las relaciones capitalistas en China.”

No podemos entrar aquí en esta cuestión, que se refiere, por una parte, al papel desempeñado por el maoísmo, es decir, el capitalismo de Estado estalinista, tanto en el aplastamiento del proletariado chino como en el desarrollo del capital nacional en torno a la economía de guerra hasta los años setenta. En segundo lugar, en el hecho de que la afirmación de China como potencia imperialista mundial se produjo tras la desaparición de la URSS y su bloque imperialista y su integración en la OMC en 2001, alentada por las potencias occidentales. Aquí hay que volver a analizar la respuesta del capitalismo, lo que la burguesía ha llamado ’globalización’, para superar el impasse histórico sin precedentes provocado por la desaparición de la guerra generalizada a la que conducía el antagonismo imperialista Occidente-Este. La Izquierda comunista, incluida la de Italia, seguía convencida de la validez del ciclo “crisis-guerra-reconstrucción-nueva crisis...”. ¿Fue desmentido con el hundimiento de la URSS?

Reconozcamos humildemente que, por nuestra parte, no tenemos en este momento la fuerza militante y política para semejante tarea. [1] Pero no es ése el objetivo de nuestra reedición de la contribución de Vercesi. Tampoco es nuestra prioridad. Los lectores lo habrán comprendido.

La Redacción

La cuestión china de 1926 a 1927 – Prometeo #3, Octubre 1946

“Si los sindicatos reaccionarios británicos están dispuestos a formar con los sindicatos revolucionarios de nuestro país (Rusia) una coalición contra los imperialistas contrarrevolucionarios de su país, ¿por qué no se aprobaría este bloque?” (Stalin en la sesión conjunta del C.C. del Partido Ruso y la Comisión Central de Control, julio de 1926). Con toda razón, Trotsky replicó: “si los sindicatos reaccionarios fueran capaces de luchar contra sus imperialistas, no serían reaccionarios.”

Si Chang-Kai-Chek y el Kuomintang estuvieran dispuestos a luchar por la revolución… Pero los montones de asesinados con los que concluyó la épica lucha de los trabajadores chinos iban a demostrar, de modo lúgubre, que Chang-Kai-Chek y el Kuomintang no podían ser más que los verdugos del proletariado y los campesinos de ese país.

En su libro La Internacional Comunista después de Lenin, Trotsky caracteriza acertadamente la situación general de China en los siguientes términos: “La propiedad de la tierra, grande y mediana, está allí entrelazada de la manera más íntima con el capitalismo de la ciudad, incluido el capitalismo extranjero (…) un rapidísimo desarrollo interno de la industria basado en el papel del capitalismo comercial y bancario que ha subyugado al país, la completa dependencia de las regiones campesinas más importantes del mercado, el enorme papel y el continuo desarrollo del comercio exterior, la total subordinación del campo chino a la ciudad; todo ello confirma el dominio incondicional, la dominación directa de las relaciones capitalistas en China.” [2]

En el estudio que dedicará al trotskismo, nuestra revista (se refiere a Prometeo, ndT) explicará las razones que iban a llevar a Trotsky, a pesar de un análisis que destacaba las relaciones determinantes de todo el orden económico chino (incluidas las relaciones feudales y prefeudales numéricamente muy superiores a las capitalistas) a conclusiones tácticas absolutamente inadecuadas como las de la participación en el Kuomintang y el levantamiento de ese conjunto de consignas democráticas que Trotsky defendió frente a Stalin tras la derrota final de la revolución china, es decir, tras el fracaso de lo que la Comintern calificó de “el levantamiento de Cantón” (diciembre de 1927).

Nuestra corriente, en cambio, partiendo de un análisis en línea con el de Trotsky, defendió la tesis principal de la no adhesión al Kuomintang y, si bien combatió la táctica de la “ofensiva revolucionaria” de la Comintern, mantuvo intactas sus posiciones anteriores contra las “consignas democráticas”, manteniéndose firme en la tesis de que la única consigna que debía levantarse en la cuestión del poder era la de la dictadura proletaria.

De hecho, los acontecimientos iban a confirmar que ni se presentaba una situación revolucionaria en China después de 1927, ni podía abrirse una era democrática de independencia burguesa y antiimperialista en China tras y a pesar de la derrota revolucionaria de 1926-27.

Fue en 1911 cuando la dinastía de Manchuria abdicó en favor de la República. Y es de esta época la fundación del “Partido del Pueblo”, el Kuomintang. La política de Sun-Yat-sen, el fundador del Partido, aunque proclama reivindicaciones antiimperialistas, por la “independencia de China”, se ve sin embargo obligada a limitarse a afirmaciones verbales que no preocupan en absoluto a los imperialismos extranjeros. La historia condenará a China a no poder estar a la altura de un gran Estado-nación y Sun-Yat-Sen está tan convencido de ello que, después de que China se posicionara a favor de la Entente en el período previo a la guerra de 1914-18, en 1918 se dirigió a los vencedores en busca de ayuda para el desarrollo económico de China y trató de apoyarse en el imperialismo más cercano y entonces menos intrusivo, Japón, para aflojar el control del imperialismo británico que ocupaba las posiciones más importantes.

En el dominio de las relaciones capitalistas dentro del país y en el marco histórico del imperialismo financiero del capitalismo, que no abre ninguna perspectiva para la elevación de los países coloniales y semicoloniales a Estados-nación independientes, los acontecimientos chinos comenzaron en 1925, se desarrollaron en 1926 y terminaron en la violenta supresión del llamado “Levantamiento de Cantón”.

¿Pueden caracterizarse estos acontecimientos, que adoptan principalmente el aspecto militar de una marcha del sur al norte, de victoria en victoria, hasta conquistar todo el país, como una “guerra democrático-revolucionaria y antiimperialista de la burguesía china”? Evidentemente, durante estos tumultuosos acontecimientos se produjeron ataques contra las concesiones extranjeras, pero aparte de que estos ataques nunca respondieron a decisiones del centro del Kuomintang, sino que fueron el resultado de iniciativas locales que, además, a medida que se agravaban los acontecimientos, fueron incluso desautorizadas por la dirección central del Kuomintang, el problema es otro y se trata de caracterizar el conjunto por lo que realmente resultó ser y no de sumar episodios que no tuvieron ninguna influencia decisiva en el curso general de los acontecimientos.

A finales de 1927 la victoria de la contrarrevolución es decisiva, y esta victoria no es desgraciadamente efímera ya que veinte años después nos encontramos en la misma situación y, a pesar de la derrota japonesa, no vemos en absoluto una afirmación en un estado autónomo de la burguesía china, que, si puede disputar a Francia el rango de cuarta o quinta potencia entre los Cinco Grandes, no puede sin embargo impedir que China, tras la derrota del movimiento revolucionario de 1926-27, se vea reducida a convertirse en un inmenso territorio donde el choque es entre los grandes capitalismos extranjeros, pero no en un frente donde la burguesía china se enfrenta a todos estos capitalismos. Contra Stalin y también contra Trotsky, la respuesta de la historia es absolutamente inequívoca; no era una guerra revolucionaria antiimperialista en 1926-27 la que podía evolucionar hacia un movimiento puramente proletario y comunista, sino un gigantesco levantamiento de cientos de millones de explotados que sólo podían encontrar en la vanguardia proletaria la guía que, estableciendo la dictadura proletaria en China, se entrelazara con el desarrollo de la revolución mundial.

El papel de Chang-Kai-Chek y del Kuomintang no podía ser el mismo que el desempeñado por la burguesía francesa en 1793, sino el de los Noske y compañía en los países más avanzados. Desde el principio representaron el terraplén defensivo contra la gigantesca revuelta de los explotados chinos y el Kuomintang fue el instrumento eficaz de esta cruel y victoriosa resistencia de la contrarrevolución china y mundial.

En cuanto a la burguesía china, al igual que las burguesías de la India y de otros países coloniales y semicoloniales, su función no era luchar por la autonomía nacional, sino encajar en la organización de las burguesías imperialistas y extranjeras dominantes. Chang-Kai-Chek iba a desplegar una terrible brutalidad contra los proletarios chinos en cuanto las circunstancias (el descenso del flujo revolucionario) se lo permitieran, al mismo tiempo que una angelical genuflexión a los imperialismos extranjeros más poderosos.

Además, en el 7º Ejecutivo ampliado (de la Internacional Comunista NdT), a finales de 1926, el delegado chino Tang-Ping-Sian declaró en su informe sobre Chang-Kai-Chek: “Tiene en el campo de la política internacional un comportamiento pasivo, en el pleno sentido de la palabra. No está dispuesto a luchar contra el imperialismo británico; en cuanto a los imperialistas japoneses, bajo ciertas condiciones, está dispuesto a comprometerse con ellos.”

Y Trotsky señala sugestivamente: “Chang-Kai-Chek hizo la guerra a los militaristas chinos, agentes de uno de los estados imperialistas. Esto no es en absoluto lo mismo que hacer la guerra contra el imperialismo.” (Trotsky, op. cit.)

En el fondo de la lucha entre las masas revolucionarias y la contrarrevolución, la guerra que librarán los generales del Sur y del Norte no encontrará, fundamentalmente, otra explicación que la de agarrar al proletariado insurgente y, en segundo lugar, la de luchar por la unificación de la China dispersa en mil provincias bajo una autoridad central. Una autoridad central, repetimos, sin perspectivas de elevar a China al nivel de un gran estado nacional e independiente.

Los imperialismos, por el contrario, no fijarán sus preferencias de forma decisiva en uno u otro, sino que, conscientes de la realidad revolucionaria en China y del peligro que supone para su dominación de clase en el mundo, dejarán que se desarrolle plenamente la intervención contrarrevolucionaria de la Internacional. Tras la interrupción provocada por los acontecimientos de la guerra, se restablecerá el entretejido de relaciones capitalistas que parte de la metrópoli, se anexionará a la burguesía china y extiende su dominio sobre la inmensidad de las tierras chinas.

***

Desde el punto de vista programático, la Internacional tenía como documento fundamental las Tesis [sobre las cuestiones nacional y colonial] del Segundo Congreso (septiembre de 1920). El último párrafo de la 6ª Tesis “complementaria” dice: “La dominación extranjera obstaculiza el libre desarrollo de las fuerzas económicas. Por lo tanto, su destrucción es el primer paso de la revolución en las colonias. Y es por ello que la ayuda aportada a la destrucción de la dominación extranjera en las colonias no es, en realidad, una ayuda aportada al movimiento nacionalista de la burguesía indígena, sino la apertura del camino para el propio proletariado indígena.”

Como vemos, la perspectiva que impregna muchos documentos de la fundación de la Internacional, que además está contenida en el propio Manifiesto (cuando Marx habla de que la burguesía abre su propia trinchera extendiendo su dominación a todos los países) no ha sido confirmada por los acontecimientos. En efecto, ante un movimiento de la magnitud del de China en 1926-27, que verá armados a cientos de miles de obreros y campesinos, un movimiento que tiene las indudables connotaciones de fuerzas históricas indomables. Si el supuesto objetivo de la liberación de la dominación extranjera hubiera podido determinar los acontecimientos habríamos asistido a una lucha de esas masas que, bajo la dirección de la burguesía autóctona, habría llegado a un choque decisivo contra el imperialismo extranjero, o este mismo movimiento que, pasando por encima de la dirección burguesa primitiva, habría tomado la fuerza de una revolución proletaria intercalada con la revolución mundial.

Ahora, no sólo no se produjo el choque contra los imperialismos, sino que la función histórica de la burguesía china resultó ser únicamente la de un poderoso bastión contrarrevolucionario para domar a las masas insurgentes con terrible violencia, y esto mientras los imperialismos extranjeros sólo podían alegrarse del excelente trabajo realizado por sus comisarios: el Kuomintang y todas sus tendencias, el ala derecha de Chang-Kai-Chek, el centro de Dai-Thi-Tao, así como la autodenominada izquierda comunista dirigida por los delegados de la Internacional Comunista en China.

Las propias Tesis no se limitan a formular una perspectiva, sino que, tras formular el criterio orientador para analizar las situaciones históricas, determinan unas garantías que, huelga decirlo, han sido vergonzosamente traicionadas por la Internacional.

Como criterio orientador, el punto 2 de las Tesis citadas dice: “El Partido Comunista, intérprete consciente del proletariado en lucha contra el yugo de la burguesía, debe considerar como piedra angular de la cuestión nacional, no principios abstractos y formales, sino 1° una noción clara de las circunstancias históricas y económicas; 2° la disociación precisa de los intereses de las clases oprimidas, de los trabajadores, de los explotados, frente a la concepción general de los autodenominados intereses nacionales, que en realidad significan los de las clases dominantes; 3° la distinción igualmente clara y precisa de las naciones oprimidas, dependientes y protegidas de las opresoras y explotadoras, que gozan de todos los derechos, contrariamente a la hipocresía burguesa y democrática que disimula cuidadosamente la esclavización (específica del capital financiero del imperialismo) mediante el poder financiero y colonizador de la inmensa mayoría de las poblaciones del globo a una minoría de países capitalistas ricos.”

En cuanto a las garantías, la Tesis 5 [en realidad el punto e de la tesis 10, nota del GIIC] dirá: “Es necesario combatir enérgicamente los intentos de ciertos movimientos de emancipación que, en realidad, no son ni comunistas ni revolucionarios, de revestirse de colores comunistas: la Internacional Comunista sólo debe apoyar los movimientos revolucionarios en las colonias y los países atrasados a condición de que los elementos de los partidos comunistas más puros -y comunistas de hecho- se agrupen y se eduquen para sus tareas particulares, es decir, para su misión de lucha contra el movimiento burgués y democrático. La Internacional Comunista debe entrar en relaciones temporales y formar así uniones con los movimientos revolucionarios de las colonias y de los países atrasados, pero sin provocar nunca una fusión con ellos y conservando siempre el carácter independiente del movimiento proletario incluso en su forma embrionaria.”

La aplicación de estas directrices fundamentales en el curso de los acontecimientos chinos habría determinado, sin duda, una aclaración progresiva de algunos de los elementos hipotéticos contenidos en las Tesis, lo que por otra parte estaba claramente previsto en la primera línea de la 2ª Tesis que hemos citado, donde se habla de la necesidad de “una noción clara de las circunstancias históricas y económicas.” Esta noción no podía llevar a otra cosa que a reconocer el carácter exclusivamente contrarrevolucionario del Kuomintang y la ausencia de toda posibilidad histórica de lucha antiimperialista en función del desarrollo de esas fuerzas económicas (Tesis 6).

Nuestra corriente, en violenta oposición a la dirección de la Internacional y al propio Trotsky, sostuvo desde el principio la tesis de la no adhesión al Kuomintang, calificando a este «Partido del Pueblo» de lo que realmente era y de lo que más tarde se revelaría cruelmente tras las masacres de proletarios y campesinos en 1927. Se relaciona así con lo que Lenin dijo en 1919 cuando escribió: «La fuerza del proletariado en cualquier país capitalista es mucho mayor que la proporción del proletariado con respecto a la población total. Esto se debe a que el proletariado comanda económicamente el centro y los nervios de todo el sistema de la economía del capitalismo y también a que en el campo económico y político el proletariado expresa bajo el dominio capitalista los intereses reales de la enorme mayoría de los trabajadores» (Obras Completas, vol. XVI, páginas 458, citado por Trotsky en La Internacional después de Lenin). Y en cuanto a la naturaleza capitalista de las relaciones económicas en China, recuerda lo que ya hemos dicho marcando nuestro acuerdo con el análisis de Trotsky.

Veamos ahora, sucintamente, el planteamiento táctico de la Internacional. Se puede resumir en la fórmula del “bloque de las cuatro clases” (burguesía, campesinado, pequeña burguesía urbana, proletariado), fórmula que, por otra parte, fue redactada expresamente en las resoluciones de la Internacional.

La Revista de la Internacional Comunista, en su número 5 del 10 de marzo de 1927 (nótese que solo un mes más tarde Chang-Kai-Chek desatará el terror contra los proletarios en Shanghai), contiene un artículo especialmente llamativo de Martinov. Después de partir de la premisa de que “la liberación nacional de China debe necesariamente, en caso de éxito, convertirse en una revolución socialista, que el movimiento liberador de China es también parte integrante de la revolución proletaria mundial, diferenciándose en esto de los anteriores movimientos liberadores que eran parte integrante del movimiento democrático general”, da a este movimiento, que es de “liberación nacional” sólo en la mente de los dirigentes de la Internacional, una característica mucho más avanzada que los que le precedieron en la historia de la formación de los Estados-nación burgueses en Europa. Martinov llega a la confusión de que mientras “en Rusia, en 1905, la iniciativa de la dirección emanó del partido proletario” y “la burguesía liberal rusa, durante un tiempo, se arrastró tras ella, esforzándose en cada parada temporal del movimiento para concluir un acuerdo con la autocracia zarista”, en China “la iniciativa emana de la burguesía industrial y de los intelectuales burgueses" y, por tanto, "el Partido Comunista Chino debe esforzarse por no crear obstáculos (subrayados por Vercesi) al ejército revolucionario contra los grandes señores feudales, contra los militaristas del Norte y contra el imperialismo.”

Por su parte, Stalin, en un artículo polémico contra la oposición rusa (véase Stato Operaio de mayo de 1927) escribió: “En el primer período de la revolución china, en el período de la primera marcha hacia el Norte, cuando el ejército nacional que se acercaba al Yang-Tze iba de victoria en victoria, no se había desarrollado todavía un poderoso movimiento obrero y campesino y la burguesía indígena (excluyendo a los «compradores») marchó junto a la revolución. Se trata, pues, de la revolución de un frente unido que se extiende a toda la nación. (subrayado por Vercesi) Esto no significa que haya habido contrastes entre la burguesía indígena y la revolución. Sólo significa que la burguesía autóctona, al dar su apoyo a la revolución, se esforzaba por explotarla para sus propios fines dirigiendo su desarrollo esencialmente en la línea de las conquistas territoriales y trataba de limitar su desarrollo en otra dirección.”

Los acontecimientos iban a demostrar cruelmente, mediante el desencadenamiento del terror a partir de abril de 1927, que la «revolución de frente único de toda la nación» era en realidad la incorporación de las masas insurgentes para someterlas a la dirección de los generales y que, finalmente, había una oposición aguda, estridente y violenta entre la «marcha militar hacia el norte bajo la dirección del Kuomintang» y las luchas de clase de los obreros y campesinos chinos. Todo el tacticismo de la Comintern se resumió finalmente en la directiva de Martinov: “no crear obstáculos al ejército revolucionario.” (véase la cita anterior).

Para terminar, en cuanto al enfoque táctico de la Internacional, recordemos la declaración de Tan-Pin-Sian al 7º Ejecutivo Ampliado: “En cuanto surgió el trotskismo, el Partido Comunista Chino y las Juventudes Comunistas adoptaron inmediatamente por unanimidad una resolución contra él.”

Es bien sabido que bajo la etiqueta de trotskismo se incluían todas las tendencias que se oponían a la dirección de la Internacional. Si hemos mostrado esta cita, es para demostrar que el Partido Chino había sido vigorosamente «purgado» para poder llevar a cabo su política contrarrevolucionaria con total éxito.

***

El segundo semestre de 1926 y el primer trimestre de 1927 conocerán la máxima explosión de acontecimientos chinos. A lo largo de este período – que es puramente revolucionario – la Internacional se opone violentamente a las tendencias que se manifiestan en el seno de la vanguardia proletaria hacia la constitución de los soviets; se mantiene firme en la directiva del bloque cuatripartito.

La delegación rusa en China, que vivió en contacto directo con los acontecimientos, escribió una carta dirigida al Centro de Moscú, en la que criticaba la política del Partido chino y de la que se desprende con qué vigilancia contrarrevolucionaria se llevaron a cabo las disposiciones tácticas que debían conducir al colapso de este grandioso movimiento. Dice: “Según el informe del Partido Comunista Chino del 13 de diciembre de 1926 sobre las tendencias peligrosas del movimiento revolucionario, la declaración afirma que ‘el mayor peligro consiste en esto: que el movimiento de las masas progrese hacia la izquierda’.” (subrayado por Vercesi)

Sobre la cuestión de las relaciones entre el Partido y las masas, se puede deducir lo que eran de este pasaje: “Las relaciones entre la dirección del Partido, los obreros y los campesinos fueron formuladas de la mejor manera posible por el camarada Petrov, miembro del C.C., con motivo del examen de la cuestión del reclutamiento de estudiantes para el curso especial (Universidad Obrera Comunista del Este). Se debía obtener el siguiente desglose: 175 obreros y 100 campesinos. Petrov nos dijo que el Comité Central decidió nombrar sólo a estudiantes e intelectuales.”

Sobre la cuestión campesina: “En el Pleno de diciembre (de 1926) del C.C., con la participación del representante del C.E. de la Internacional Comunista, se adoptó una resolución sobre la cuestión campesina. Esta resolución no contenía ni una sola palabra sobre el programa y la lucha agraria. La resolución sólo responde a una de las cuestiones más irritantes, la del poder campesino, y la responde negativamente: dice que no hay que lanzar la consigna del poder campesino para no asustar a la pequeña burguesía. De ahí que los órganos del Partido hayan ignorado al campesinado armado.” (De hecho, no lo ignoraron al empujar al campesinado armado a los brazos de los generales del Kuomintang).

Sobre la cuestión del movimiento obrero: “Más de un millón de trabajadores organizados están privados de un centro de dirección. Los sindicatos están desvinculados de las masas y, en su mayoría, siguen siendo organizaciones de los grandes estados. El trabajo político y organizativo se sustituye siempre y en todas partes por la compulsión y el hecho principal es que las tendencias reformistas crecen tanto dentro como fuera del movimiento sindical revolucionario. La familiaridad cordial con los empresarios, la participación en los beneficios, la participación en el aumento de la productividad del trabajo, la subordinación de los sindicatos a los empresarios y a la patronal, son los fenómenos habituales.”

Por otro lado, el rechazo a defender las reivindicaciones económicas de los trabajadores. Temiendo el desarrollo elemental del movimiento obrero, el Partido permitió el arbitraje obligatorio en Cantón y, más tarde, en Hang-Kéou (la idea misma del arbitraje pertenece a Borodin, delegado oficial de la Internacional Comunista). Especialmente grave es el temor de la dirección del Partido al movimiento obrero no industrial. Al fin y al cabo, la inmensa mayoría de los trabajadores organizados en China son trabajadores no industriales.

El informe del C.C. al Pleno de diciembre de 1926 dice: “Nos resulta extremadamente difícil definir la táctica con respecto a la mediana y pequeña burguesía, porque las huelgas de los artesanos y las huelgas de los obreros de cuello blanco no son más que conflictos dentro de la misma clase. Y como ambos bandos de la lucha (es decir, los empresarios y los trabajadores) son necesarios para el frente nacional único (el frente de la revolución, como dice Stalin, véase la cita anterior), no podemos apoyar a uno de los dos contendientes ni permanecer neutrales.”

En el ejército: “La característica del comportamiento del Partido hacia el ejército fue dada por el compañero Chou-En-Lai en su informe. Les dice a los miembros del Partido: ‘vayan a este ejército nacional-revolucionario, fortalézcanlo, eleven su capacidad de combate, pero no realicen ningún trabajo independiente’. Hasta hace poco, no había células en el ejército. Nuestros camaradas asesores políticos se ocupaban exclusivamente del trabajo político-militar del Kuomintang.” Y, además: “El Pleno del C.C. en diciembre tomó la decisión de crear células en el ejército, células formadas sólo por comandantes con la prohibición de que los soldados entren en ellas.”

El nudo que ata a las masas de trabajadores chinos insurgentes es sólido y, por desgracia, indestructible. El movimiento en su conjunto se incorpora en el marco de la unidad de todos, explotados y explotadores por igual, para la inexistente guerra de «liberación». Dentro del Partido «purgado», los proletarios son rechazados en el último rango, después de los intelectuales, en los sindicatos se proclama que la lucha entre los empresarios capitalistas y los proletarios es un conflicto «dentro de la misma clase», los campesinos armados deben ser disciplinados en el ejército «nacional», mientras que las células «comunistas» están reservadas para los oficiales.

El nudo corredizo estaba listo. Se arrancaría en Shanghai el 12 de abril de 1927, cuando Chang-Kai-Chek desató el terror sobre las masas.

Antes de pasar a los acontecimientos posteriores es necesario destacar el acoplamiento espontáneo, hay que decir (para utilizar la terminología empleada por Engels en su estudio del desarrollo de la lucha de clases) natural entre el movimiento de masas y la Internacional Comunista. Esto responde a los múltiples constructores de revoluciones, partidos e internacionales que pululan por todas partes en otros países, y que en Italia afortunadamente no pasan a primer plano, que querrían dar la impresión de que la izquierda habría cometido el error de no separarse primero de la Internacional y fundar otra organización.

El movimiento revolucionario chino forma parte del mismo complejo histórico que tuvo su origen en el Octubre ruso y la Internacional Comunista. Los precedentes (la derrota alemana de 1923 y los acontecimientos en el seno del partido ruso) explican por qué esta dirección contrarrevolucionaria se había convertido en una necesidad histórica ineludible. Y esta dirección contrarrevolucionaria en sí misma no pretendía evocar directamente la fuerza antagónica susceptible de derrocarla, sino sólo determinar las premisas para una reconstrucción mucho más lejana del organismo internacional del proletariado, tan lejana que aún hoy las posibilidades históricas no se presentan, ni pueden ser determinadas por los militantes revolucionarios.

La violenta acción de Chang-Kai-Chek el 12 de abril de 1927 puso fin a la fase de mayor intensidad revolucionaria en China. El Octavo Ejecutivo Ampliado de la Internacional en mayo de 1927 y el Pleno del C.C. del Partido Chino el 7 de agosto de 1927 marcaron un punto de inflexión en la táctica de la Internacional.

Cuando la situación se desplaza hacia la izquierda, como ocurrió hasta abril de 1927, (la Internacional apuesta por la política a favor NdT) del bloque de las cuatro clases, poniendo el movimiento de las masas bajo la disciplina del Kuomintang, la situación se desplaza, va hacia la derecha, la Internacional va hacia la izquierda y en las dos reuniones mencionadas ya se ven los pródromos de lo que se calificó como la «insurrección» de Cantón de diciembre de 1927.

El Kuomintang unido se convirtió en el terror anti obrero de abril de 1927. Se produce una escisión en el “Partido del Pueblo” y se forma un Kuomintang de izquierdas en Ou-Thang. Los comunistas incluso entraron en el gobierno mientras Stalin proclamaba que “el fondo de la revolución china consiste en la agitación agraria.” El C.C. del Partido Chino, en la mencionada sesión, declaró que “existe una situación económica política y social favorable a la insurrección y que, como ya no es posible en las ciudades (Chang-Kai-Chek, gracias a la táctica de la Comintern, se había encargado de darse cuenta de esta imposibilidad) desencadenar levantamientos, la lucha armada debe ser transportada al campo. Aquí es donde se encuentran los focos de la sublevación, mientras que la ciudad debe ser una fuerza auxiliar.” Y el C.C. concluyó: “hay que organizar inmediatamente insurrecciones donde sea objetivamente posible.”

El resultado de este giro caracterizado, por un lado, por un análisis que considera la existencia de una situación revolucionaria al mismo tiempo que la niega en lo que se refiere a la ciudad, y por otro, por la participación de los comunistas en el gobierno, no tardó en manifestarse a través del terror del Kuomintang de izquierdas contra los campesinos que continuaron la lucha.

***

Así nos acercamos a la “insurrección” de Cantón de diciembre de 1927. Los elementos políticos de evaluación que preceden a esta «insurrección» se encuentran en el Pleno del C.C. del Partido Chino de noviembre de 1927, sobre el que la resolución del Cantón de la Provincia de Kiang Sou del Partido Comunista Chino del 7 de mayo de 1929 proporciona algunas indicaciones interesantes.

Recordemos que el sacrificio de las masas al Kuomintang había conducido al violento aplastamiento del movimiento obrero en las ciudades, que el sacrificio de las masas campesinas al Kuomintang de izquierda había conducido a una violenta represión similar de los campesinos en el Hounan. Y así nos dirigimos al capítulo final de diciembre de 1927.

¿Fue realmente una “insurrección”? El 9º Ejecutivo Ampliado de la Internacional que se celebrará poco después, en febrero de 1928, hizo “el compañero N. responsable de que no hubiera un soviet elegido en Cantón” (subrayado en el texto de la resolución). En el movimiento comunista no se puede dudar de que los soviets sólo aparecen en el curso de una situación revolucionaria y que, por lo tanto, o bien existen condiciones políticas que los determinan, y entonces sólo pueden ser elegidos (al margen de la cuestión formal y trivial de la elección, lo que interesa es que sean el producto espontáneo del movimiento de las masas sublevadas), o bien no existen y el nombre de soviet que se atribuirá a los organismos arteramente constituidos no corresponderá en absoluto a una posibilidad real de que el proletariado ejerza el poder.

Pero, en realidad, sólo estábamos asistiendo a la maduración del nuevo giro de la Internacional cuyos elementos primitivos se encuentran en la 8ª Ampliación y en la reunión del C. C. del Partido Chino en agosto de 1927. La “insurrección” será decidida por los órganos centrales precisamente cuando ya no existan posibilidades para su triunfo. Sólo entonces se hablará del Soviet, la misma palabra que había sido estrictamente prohibida en el momento álgido de la ofensiva revolucionaria de las masas, en la segunda mitad de 1926 y el primer trimestre de 1927. Los proletarios de Cantón (téngase en cuenta que era precisamente la ciudad menos proletaria de China) chocaban con todas las tendencias del Kuomintang y la “insurrección” circunscrita a un único centro históricamente aislado (ya que el movimiento revolucionario se encontraba en una evidente pendiente descendente) sólo podía ser rápidamente liquidada. Mientras tanto, la Internacional podría lograr una tercera condecoración contrarrevolucionaria (después de las de Chang-Kai-Chek y la de Hounan) ya que se daría un golpe mortal a la aspiración revolucionaria de las masas chinas que ahora tendrían que convencerse de la imposibilidad de la realización de su poder soviético.

Tenemos aquí, en la táctica seguida en Cantón, una anticipación de la táctica que luego se seguiría en todos los países, desde 1929 hasta 1934, de esa táctica de la “ofensiva revolucionaria” de la que hablaremos en el próximo capítulo. Nuestra corriente sólo podía limitarse en ese momento, por un lado, a señalar que el movimiento proletario sólo podía encontrar, incluso en la China colonial, una oposición violenta de todas las clases terratenientes del país y de todas sus formaciones políticas y, por otro lado, para subrayar las razones de la derrota inmediata debida no al hecho de la inviabilidad del poder proletario, sino al hecho de que estas directivas habían sido dadas no cuando existían las condiciones objetivas para la victoria revolucionaria, sino cuando habían sido sacrificadas por la táctica contrarrevolucionaria de disciplina a la burguesía china.

A partir de 1928 la situación en China dará un salto atrás. La ruptura será aún más grave que antes del movimiento revolucionario de 1926-27, los generales establecerán sus zonas particulares y también surgirá la “China comunista”. Se trata de algunas de las regiones más atrasadas de China donde, junto a las formas rudimentarias de la economía primitiva, persisten las necesidades de una explotación de las masas aún más intensa que la vigente en las otras zonas. El clan gobernante “comunista” establecerá, junto con el pago en especie de los salarios (allí no existe un verdadero mercado y el sistema actual es el del trueque), la conscripción obligatoria extendida a toda la población, ya que el ejército no sólo tiene la tarea militar de defender “el país comunista”, sino también la otra tarea económica y social de repartir los productos. Y la hipótesis de ver una movilización de las masas en defensa de estos regímenes ultrarreaccionarios no puede descartarse en la actualidad si la evolución del mundo capitalista pasara por una fase de conflicto entre EEUU y Rusia en los territorios asiáticos.

En la situación que se abrió tras el “Levantamiento de Cantón” se estableció una violenta polémica entre nuestra fracción y Trotsky. Sus respectivas posiciones fundamentales no son nuevas, pero prolongan, en la cuestión china, las divergencias que se determinaron en el IV y V Congreso de la Internacional. En las nuevas circunstancias que, evidentemente, ya no permitían lanzar la consigna a favor de la dictadura del proletariado, Trotsky argumentó que había que plantear una consigna intermedia en la cuestión del poder: la de la Asamblea Constituyente y una constitución democrática en China. Nuestra corriente, en cambio, argumentaba que si la situación no revolucionaria no permitía plantear la consigna fundamental de la dictadura, si, por tanto, la cuestión del poder ya no se planteaba de forma inmediata, esto no significaba que el programa del partido tuviera que reafirmarse en su totalidad en el plano teórico y propagandístico, mientras que la retirada sólo podía llevarse a cabo sobre la base de las demandas inmediatas de las masas y de sus correspondientes organizaciones de clase.

En el curso de toda esta polémica, llegó a nuestra corriente el rumor de que se había determinado una oposición en el seno de la propia organización trotskista, pero no había posibilidad de establecer vínculos con estos militantes; pues al mismo tiempo que se ampliaban las posibilidades de comunicación, se ampliaban también las formas de solidificación enclaustrada de las organizaciones no revolucionarias y contrarrevolucionarias, que formaban un muro contra el establecimiento de vínculos entre las fuerzas de la revolución.

Nos hemos esforzado por dar -dentro de los estrechos límites de un artículo- el informe más documentado sobre estos formidables acontecimientos que, habiendo tenido lugar en un entorno económico extremadamente atrasado, han demostrado las posibilidades revolucionarias de la clase proletaria incluso en la lejana China. Al igual que en la Inglaterra progresista con el Comité Anglo-ruso, también en China la Internacional se mostró como el instrumento decisivo de la contrarrevolución, ya que sólo ella tenía la autoridad y la posibilidad de contrarrestar un movimiento revolucionario de incalculable trascendencia histórica y que iba a terminar en un desastroso fracaso del movimiento comunista.

(Por seguir, traducción del grupo comunista Barbaria [3])

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Notas:

[1. Hemos observado que ha habido algunos intentos iniciales de retomar esta cuestión. Muy a menudo, son obra de “fuerzas” políticas, que se reclaman más o menos de la Izquierda comunista, y de camaradas que han sido miembros de sus organizaciones – en particular de la CCI. Hay que precisar que no compartimos su planteamiento político actual que, para decirlo aquí simplemente, está muy alejado de la lucha por el partido. Entre ellas, las contribuciones agrupadas en el libro Capitalism’s Endgame, publicado en inglés, Historical Materialism y Capitalism in Decline y Accumulation of Catastroph nos parecen dignas de un desvío, aunque sólo sea por el trabajo que han realizado y las cuestiones que pueden plantear: https://files.libcom.org/files/2023-03/CapitalismEndgame-ebook.pdf.

[2. Retomamos la traducción completa del grupo comunista Barbaria (https://barbaria.net), incluidas las citaciones tal come vienen esta traducción.