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La táctica de la Comintern de 1926 a 1940 (Prometeo números 2, 3, 4, 6, 7, 1946-1947)
El siguiente texto sobre La táctica de la Comintern de 1926 a 1940 fue publicado en 1946 y 1947 en los números 2, 3, 4, 6 y 7 de la revista Prometeo del Partito Comunista Internazionalista creada en Italia en 1943. Debido a su extensión, también nosotros nos veremos obligados a publicarlo en varias ediciones. Que sepamos, nunca se ha traducido al francés. Existe una versión inglesa en la página web del Partido Comunista Internacional [1], que publica Il Partito comunista en italiano y The Communist Party en inglés. Pero fue gracias a su traducción al español por los camaradas del grupo revolucionario Barbaria (https://barbaria.net) que nos dimos cuenta de la importancia de traducirlo y darlo a conocer lo más ampliamente posible. [2]
Firmado por Vercesi (Ottorino Perrone), uno de los dirigentes históricos del PC de Italia, y luego de su fracción fuera de Italia, “Este estudio, que sólo tiene carácter informativo sobre la táctica de la Comintern de 1926 a 1940, y que ni siquiera puede agotar un problema tan amplio, debe reducirse a ofrecer los elementos esenciales de esta táctica en sus etapas fundamentales, que enumeramos aquí: Comité Anglo-ruso (1926); Cuestión rusa (1927); Cuestión China (1927); Ofensiva y táctica social-fascista (1929-1933); Táctica del antifascismo y del Frente Popular (1934-1938); Táctica de los partidos comunistas durante el segundo conflicto imperialista mundial.”
La Revolución Rusa y la oleada revolucionaria internacional de 1917 a 1923, los momentos culminantes que marcaron los puntos de inflexión, las victorias y las derrotas de este periodo, son generalmente bien conocidos (véase la presentación anterior del libro Rusia, revolución y contrarrevolución, nada más en inglés y francés). Es lamentable que con demasiada frecuencia se haga de forma superficial o maniquea, según los dogmas políticos de unos y otros. Por otra parte, el periodo contrarrevolucionario que siguió, que se desarrolló ante todo en el seno de la Internacional Comunista, el ascenso del estalinismo y la derrota de la Izquierda, es a menudo ampliamente ignorado. Sin embargo, también está lleno de lecciones. Para muchas corrientes revolucionarias, en 1923, o incluso en 1921, ya no había nada que hacer, como mucho "salvar los principios", dado el reflujo internacional y el aislamiento de la Rusia revolucionaria.
La experiencia relatada en la contribución nos recuerda que ese no fue el camino emprendido por la Izquierda de Italia. Además de dar cuenta de forma clara – y necesaria – del proceso y de los distintos momentos clave de la degeneración de la Internacional, muestra también que aún quedaba "mucho por hacer". La defensa de los principios per se, en aquel momento el del internacionalismo proletario en particular frente a la abominación teórica y de principios del "socialismo en un solo país" preconizada por el estalinismo, no es suficiente si no va acompañada de la presentación de orientaciones políticas dirigidas al proletariado, incluso cuando éste se encuentra en retirada. Era oportuno y posible, aunque muy difícil por supuesto, plantear orientaciones alternativas a las directrices de la Internacional y de los PC, que permitieran al proletariado internacional establecer líneas mínimas de defensa contra las fuerzas internacionales, incluidas las rusas, de la contrarrevolución. Si, después de 1923, la marea hubiera cambiado, el desencadenamiento de la contrarrevolución internacional – de la que el estalinismo se convirtió en el factor central – podría haber sido frustrado y limitado. No era inevitable, a pesar de las sucesivas derrotas que siguieron, que adquiriera la amplitud y profundidad que seguimos sufriendo hoy, un siglo después. El hecho de que la Izquierda no haya conseguido guiar al proletariado y "dirigirlo" hacia una retirada internacional "ordenada" no quita nada a la validez y ejemplaridad de sus luchas, tanto en el plano de los principios como en el plano político y táctico. Es parte integrante de la experiencia que las jóvenes generaciones llamadas a formar el partido del mañana deben reapropiarse para la confrontación masiva entre las clases que la crisis capitalista y la guerra imperialista imponen hoy de nuevo.
Hemos tomado la traducción de los camaradas de Barbaria y la hemos verificado con la versión original italiana. El resultado son algunas correcciones menores, algunas de las cuales se refieren a malentendidos políticos.
La táctica de la Komintern de 1926 a 1940 (Prometeo números 2, 3, 4, 6, 7, 1946-1947)
En marzo de 1926 se celebró en Moscú la Sesión del Sexto Ejecutivo Ampliado, y Bordiga concluyó su discurso afirmando que había llegado el momento de que los demás partidos de la Internacional devolvieran al Partido Ruso lo que éste les había dado en el terreno ideológico y político, y exigió expresamente que la cuestión rusa se incluyera en el orden del día de los siguientes debates de la Internacional.
Si, desde el punto de vista formal, esta propuesta tuvo un resultado favorable ya que, en el 7º Ejecutivo Ampliado, así como en la posterior sesión plenaria del Ejecutivo de la Internacional, se debatió ampliamente la cuestión rusa, desde el punto de vista del fondo, sin embargo, las cosas fueron muy diferentes, y todos los partidos de la Internacional bloquearon las soluciones teóricas, políticas y disciplinarias dadas anteriormente por el Partido Ruso. Estas soluciones golpearon los principios mismos sobre los que se había construido la Internacional Comunista y llevaron a las bases mismas de la revolución rusa esas transformaciones sustanciales, que iban a conducir a la represión despiadada contra los artífices de la revolución y al derrocamiento paralelo de la Rusia de los Soviets, destinada a convertirse finalmente en uno de los instrumentos esenciales de la contrarrevolución y de la preparación del segundo conflicto imperialista.
Lo cierto es que, en 1926, y gracias al éxito de la «bolchevización» que Zinóviev había llevado a cabo en el V Congreso Mundial de 1924, los cuadros dirigentes de todos los partidos habían cambiado radicalmente. Las corrientes que habían convergido orgánicamente en 1920, al surgir la Internacional, hacia la misma salida revolucionaria que se había afirmado decisivamente en el triunfo del Octubre ruso, fueron sustituidas por otras tendencias, y estas tendencias, verdaderas moscas cojoneras que habían seguido el carro victorioso de la revolución rusa sin hacer ninguna contribución a la formación de los partidos comunistas, y que dormitaban en ellos esperando su hora, no podían sino responder al llamamiento hecho por la naciente contrarrevolución en Rusia y echarle una mano en el trabajo, entonces apenas esbozado, de destrozar los cuadros de la Internacional.
Si hemos recordado las propuestas hechas por la izquierda italiana por boca de Bordiga al 6º Ejecutivo Ampliado de la Internacional, lo hemos hecho para subrayar que esta corriente era ya consciente de todos los grandes acontecimientos que estaban madurando y del punto central de los mismos: el giro radical que se estaba preparando en la política de la Rusia soviética.
Fue la última vez que la izquierda italiana pudo hacerse oír en el seno de la Internacional y del Partido: un año más tarde, no sólo ella sino todas las demás corrientes de oposición fueron expulsadas definitivamente de la Internacional y la condición para ser miembro pasó a ser el reconocimiento de esa teoría del «socialismo en un solo país» que representaba una ruptura flagrante con los programas sobre los que se había formado la propia Internacional.
El servilismo de la Comintern a los intereses del Estado ruso se había producido ahora y los partidos comunistas de las distintas naciones, en lugar de avanzar hacia el único objetivo real de la lucha revolucionaria contra su capitalismo, eran maniobrados como peones en el juego diplomático entablado por Rusia con las demás potencias y conducidos, cuando estas exigencias lo requerían, a los más infructuosos compromisos con las fuerzas del oportunismo centrista y la burguesía.
Este estudio, que sólo tiene carácter informativo sobre la táctica de la Comintern de 1926 a 1940, y que ni siquiera puede agotar un problema tan amplio, debe reducirse a ofrecer los elementos esenciales de esta táctica en sus etapas fundamentales, que enumeramos aquí:
- Comité Anglo-ruso (1926);
- Cuestión rusa (1927);
- Cuestión China (1927);
- Ofensiva y táctica social-fascista (1929-1933);
- Táctica del antifascismo y del Frente Popular (1934-1938);
- Táctica de los partidos comunistas durante el segundo conflicto imperialista mundial.
El Comité Anglo-ruso
En 1926, un acontecimiento de gran importancia trastornó tanto el análisis de la situación dado por el V Congreso de la Internacional (1924) como la política que había seguido en Rusia y otros países. La situación mundial se había caracterizado por la fórmula de la «estabilización» que, evidentemente, no excluía la posibilidad de una reanudación de la oleada revolucionaria, más -por el reflejo táctico que suponía- lejos de facilitar la orientación de la Internacional hacia la reanudación de la lucha proletaria, la hacía prisionera de formulaciones y organismos tácticos que no pueden cambiarse ni romperse de la noche a la mañana.
En efecto, el proceso político no es un conglomerado desigual de expedientes tácticos hasta el punto de que el partido puede aplicar a cada situación lo que le corresponde como haría un médico tras diagnosticar la enfermedad. El partido, que es un factor director de la evolución histórica, no puede sino moldearse según la táctica y la política que aplica, y sólo podrá intervenir en una situación revolucionaria en la medida en que haya podido prepararse para ella en las fases que la precedieron. En ausencia de esta preparación, es evidente que el partido, habiéndose encajado en un proceso político opuesto, no podrá evitar quedar encajado en él, impidiéndose así toda posibilidad de dirigir la lucha proletaria.
Ahora bien, cuando en 1924 se habla de « estabilización », es evidente que no se limita a un examen puramente estadístico y técnico de la evolución económica, sino que, a partir de la observación incuestionable del descenso de la ola revolucionaria tras la derrota de la evolución alemana de 1923, se plantea una discusión política que, además, está en perfecta armonía con las decisiones tácticas de la Internacional.
Estas decisiones giraban en torno al objetivo fundamental de mantener la influencia comunista sobre las amplias masas. Y como, en dicha situación desfavorable, el contacto con las amplias masas sólo era posible mediante el desarrollo de relaciones políticas con las organizaciones socialdemócratas que se beneficiaban del reflujo revolucionario, la fórmula de « estabilización » implicaba la táctica del « noyautage » de las direcciones de los partidos socialdemócratas y de los sindicatos.
Cuando estalló la gigantesca huelga de los mineros británicos en 1926, la Internacional sólo pudo sacar las consecuencias de la táctica ya establecida. Los dirigentes sindicales se apresuraron a establecer acuerdos permanentes con los dirigentes sindicales soviéticos, y el Comité Anglo-ruso se vio obligado a ejercer la función que le dictaban los acontecimientos.
La huelga se convirtió en general y, si todo el análisis económico realizado por el V Congreso se vino abajo, no lo hizo la táctica que se había derivado de él. La Internacional no sólo se vio incapaz de revelar a las masas el papel contrarrevolucionario de los dirigentes sindicales, sino que tuvo que llegar hasta el final y mantener su solidaridad con ellos a lo largo de esta gran agitación proletaria en uno de los sectores fundamentales del capitalismo mundial.
Para comprender mejor la táctica de la Internacional en este asunto, hay que recordar que, al mismo tiempo, triunfó en Rusia la tendencia derechista de Bujarin-Rikov. Esta tendencia se había desarrollado en el marco general de una táctica que, habiendo asimilado el destino del Estado ruso al destino del proletariado mundial, había pasado en una segunda etapa a hacer depender la política de los partidos comunistas de las necesidades de ese Estado. Y Bujarin pudo justificar la táctica seguida en el Comité Anglo-ruso aludiendo a los « intereses diplomáticos de la URSS ». (Ejecutivo de la Internacional de mayo de 1927).
En cuanto a esta táctica, basta recordar que, tras las Conferencias anglo-francesas de París de julio de 1926 y de Berlín de agosto de 1926, en la Conferencia de Berlín de abril de 1927 los delegados rusos, que habían reconocido en el Consejo General « al único representante y portavoz del movimiento sindical de Inglaterra », se comprometieron a « no disminuir la autoridad » de los dirigentes sindicales y a « no ocuparse de los asuntos internos de los sindicatos ingleses ». Después de la traición abierta a la huelga general por parte de la dirección socialdemócrata. Y no es inútil recordar que el capitalismo británico, en cuanto pudiera liquidar la huelga general, pagaría con la gratitud habitual a los dirigentes rusos que habían sido tan generosos con sus servicios y que, directamente en Londres, indirectamente en Pekín, el gobierno de Baldwin pasaría a la ofensiva contra las representaciones diplomáticas soviéticas.
La revista Lo Stato Operaio, publicada por el Partido Comunista Italiano en París, en su número 5 de julio de 1927, en un artículo sobre « el Ejecutivo y la lucha contra la guerra » (se trata del Ejecutivo de la Internacional), polemizando contra la oposición rusa, escribe sobre el Comité Anglo-ruso:
« Esta tendencia (de la oposición) sale a la luz aún más en la crítica de la reunión del Comité Anglo-ruso. La reunión de Berlín del Comité Anglo-ruso debe ser considerada y juzgada cuidadosamente, sin prisas ni partidismos. El momento de la reunión de la C.A.R. en Berlín fue internacionalmente muy grave. El gobierno conservador británico estaba preparando la ruptura con Rusia. La campaña para el aislamiento de Rusia de todo el mundo civilizado estaba en pleno apogeo. ¿Estuvo bien o mal aconsejada la delegación sindical rusa al hacer ciertas concesiones para no llegar a una ruptura con la delegación sindical británica en ese momento?» Este documento plantea la cuestión de si la táctica seguida por la delegación sindical rusa en la reunión de Berlín fue correcta o incorrecta, pero, como hemos visto, Bujarin fue mucho más explícito al afirmar que para el interés diplomático del Estado ruso era necesario no romper con el Comité Anglo-ruso, comité que había servido de cortina de humo a los dirigentes sindicales para sabotear la huelga general, al tiempo que reconocía oficialmente en él a los « únicos representantes del movimiento sindical británico. »
Los propios documentos oficiales plantean el problema de forma inequívoca: un poderoso movimiento proletario será sacrificado porque las exigencias de la defensa del Estado ruso así lo quieren.
Por otra parte, se trata de una nueva confirmación del papel desempeñado por la C. A. R. en el seno del movimiento británico. La revista L’Internationale Communiste (número 17 del 15-8-28) recoge en un artículo de R. Palme Dutt sobre la reunión plenaria del Partido Comunista Chino de febrero de 1928 las siguientes afirmaciones: « Aquí se produce un giro decisivo en la actitud del Partido Comunista hacia las masas. Hasta ahora, el Partido había desempeñado el papel de crítico y agitador independiente (y, por tanto, de líder ideológico) en el movimiento dirigido por los reformistas. A partir de ahora, la tarea del Partido Comunista es luchar contra los dirigentes reformistas para ponerse a la cabeza de las masas. »
Y en una nota del autor añade: « A veces se dice que hemos pasado de la consigna de moda "luchar por la dirección" a la de "cambiar de dirección". Esto no es exacto. De hecho, la consigna del "cambio de dirección" ya se había aplicado antes de la nueva táctica, incluso cuando ésta se estaba combatiendo, y sólo significa una cosa: la "derecha" del Partido Laborista debe ser sustituida por la cabeza del movimiento por la "izquierda" del mismo partido. En la actualidad, el partido lucha por sus propios intereses, no por corregir los errores del partido laborista. Es necesario luchar para unir a las masas detrás del Partido Comunista y los elementos asociados a él (minoría, etc.). Es en este sentido que la consigna de "cambio de dirección" es válida para el período actual. »
El papel del Partido era, pues, en 1926, actuar como « líder ideológico » del movimiento dirigido por los reformistas y « corregir los errores del Partido Laborista ». En cuanto a la « nueva táctica », que será tan perjudicial para el movimiento proletario como la táctica opuesta del Comité Anglo-ruso lo discutiremos en el capítulo sobre la « ofensiva » y el « socialismo ».
La cuestión rusa
En 1926-27 Rusia atravesó una grave crisis económica. Desde 1923-24, en el seno del Partido Ruso se defendían dos posiciones opuestas: la del derechista Bujarin-Rikov que, rompiendo con las condiciones perjudiciales establecidas por Lenin en NEP (ver El impuesto en especie), abogaba por el apoyo a la expansión de los estratos capitalistas especialmente en el campo; la otra, de la Izquierda trotskista que, basándose en las formulaciones de Lenin, tendía al establecimiento de un plan económico centrado en el fortalecimiento del sector estatal y socialista en detrimento del sector privado y capitalista.
El partido ruso pasó a la lucha contra Trotsky; pero el bloque dirigente que iba de Bujarin-Rikov a Stalin-Zinóviev-Kamenev, si procedió unido en la lucha contra el supuesto « trotskismo », no llegó sin embargo a una unidad de puntos de vista en el plano positivo de las soluciones que debían adoptarse frente a los graves problemas económicos a los que había dado lugar el establecimiento de la NEP. La derecha lanza la consigna “los campesinos se enriquecen», que amenaza abiertamente el monopolio del comercio exterior, pero tampoco presenta un plan económico y político claramente orientado a la aniquilación de las condiciones previas establecidas por Lenin en NEP, si se diferencia claramente del centro entonces suplantado por Stalin-Zinoviev-Kamenev (por limitarse a los dirigentes rusos más importantes). Como siempre, la derecha no tiene necesidad de definir posiciones claras y confía, sobre todo, en el impulso directo de los acontecimientos que, en circunstancias desfavorables para el movimiento revolucionario, sólo pueden serle favorables. Lo esencial para ella es la lucha contra la tendencia proletaria y, para ello, se sirve del centro, que podrá realizar esta tarea contrarrevolucionaria mejor que ella.
En los años 1926 y 1927 se produjo una situación en la que las diferentes corrientes dentro del Partido Ruso no se enfrentaron con vistas a las soluciones particulares que debían adoptarse ante los graves problemas económicos en los que se debatía Rusia, sino que los debates se centraron principalmente en cuestiones generales y teóricas. Las soluciones prácticas llegarían más tarde, en la 16ª Conferencia del Partido Ruso (1929), donde se decidió el primer plan quinquenal. En 1926-27 la lucha se limitó a la tarea esencial del momento: dispersar cualquier reacción proletaria dentro del Partido Ruso. Según el informe del pleno del Comité Central y de la Comisión Central de Control del Partido Ruso (ver Lo Stato Operaio de septiembre de 1927), « la oposición se divide en tres grupos: 1º un grupo de extrema izquierda encabezado por los camaradas Sapronov y Smirnov; 2º el grupo que acepta la hegemonía de Trotsky y que incluye, entre los más conocidos, a Zinoviev, Kamenev, etc. 3° un grupo que se esfuerza por adoptar una posición intermedia entre las corrientes de oposición y el Comité Central (Kasparova, Bielincaia, etc.) »
Con respecto al primer grupo, el documento oficial caracteriza su análisis de la situación en los siguientes puntos: a) la lucha dentro del partido tiene el carácter de una lucha de clases, entre la parte obrera del partido y el ejército de funcionarios; b) esta lucha no puede limitarse al interior del partido, sino que debe involucrar a las amplias masas fuera del partido cuyo apoyo debe ganar la oposición; c) es posible que la oposición sea derrotada; por lo tanto, debe constituir un marco activo, que también defenderá la causa de la revolución proletaria en el futuro; d) el bloque Trotsky-Zinoviev no comprende esta necesidad, tiende a transigir con el grupo de Stalin, no tiene una línea táctica clara; habiendo errado al firmar la declaración del 16 de octubre de 1926 de obediencia al Partido debe pisotear sus compromisos; las vacilaciones de Trotsky y Zinoviev deben ser denunciadas y desenmascaradas como las del grupo de Stalin; e) en los últimos años los elementos capitalistas de la producción se han desarrollado más rápidamente que los elementos socialistas dado el atraso técnico del país y el bajo nivel de productividad del trabajo; no es posible avanzar hacia una verdadera organización socialista de la producción sin la ayuda de los países técnicamente avanzados o sin la intervención de la revolución mundial; f) El principal error de la política económica del partido consiste en la reducción de los precios, que no beneficia a la clase obrera sino a todos los consumidores y, por tanto, también a la burguesía y a la pequeña burguesía; g) la liquidación de la democracia de partido y de la democracia obrera en 1923 es el preludio de la instauración de una democracia de campesinos ricos; h) para cambiar este estado de cosas, es necesario pasar a la organización de grandes empresas estatales con una técnica de producción perfecta para la transformación de los productos agrícolas; i) la GPU, en lugar de luchar contra la contrarrevolución, lucha contra el descontento justificado de los trabajadores; el Ejército Rojo amenaza con convertirse en un instrumento de aventuras bonapartistas; el C. C. es una fracción « estalinista » que, al iniciar la liquidación del partido, conducirá al fin de la dictadura del proletariado; el sistema soviético debe ser « restaurado ».
Esta corriente es considerada por la C. C. como « un grupo de enemigos del partido y de la revolución proletaria. »
El propio C.C. afirma que « está sólidamente constituida como una fracción ilegal no sólo en el seno del Partido, sino en el seno mismo de la fracción Trotsky-Zinoviev. Resulta que uno de los grupos de esta fracción, el de Omsk, se había fijado como programa la preparación de una huelga general en toda Siberia y la paralización de la actividad de las grandes compañías eléctricas de la región. »
En cuanto al grupo Trotsky-Zinóviev, el mismo documento del C. C. del Partido Ruso escribe:
« El grupo Trotsky-Zinóviev es responsable de los ataques más violentos contra el C. C. y su línea política, y de la actividad fraccionaria más descarada desarrollada durante 1927, rompiendo abiertamente los compromisos solemnes contraídos en la declaración del 16 de octubre de 1926. En los últimos tiempos este grupo ha concentrado sus ataques contra la línea del partido en la política internacional (China, Inglaterra) especulando sobre las dificultades que han surgido en este campo. Ha respondido a los preparativos de la guerra contra la URSS con declaraciones que representan un sabotaje de la acción del Partido para movilizar a las masas contra la guerra y para la resistencia. De este tipo son las afirmaciones de que el C.C. del Partido está en un plano de degeneración termidoriana, que el curso de la política del Partido es «nacional-conservador», que la línea del Partido es de «viejos campesinos», que el mayor peligro que amenaza a Rusia no es la guerra sino el régimen interno del Partido, etc. Estas declaraciones fueron acompañadas de actos de violación de la disciplina y de fraccionismo abierto: la publicación de documentos de la fracción, la organización de círculos de la fracción, conferencias, etc., el discurso de Zinóviev contra el C.C. en una asamblea no partidista, la actitud de Trotsky en la reunión del Ejecutivo, la acusación de Trotsky de « termidorismo » contra el Partido en una reunión del C.C. de control, una manifestación pública contra el Partido a la salida de Smilga de una estación de Moscú. Por último, se organizó una campaña de peticiones contra la C.C. mediante la difusión de un documento firmado por los 83 principales miembros de la oposición. Además, el grupo Trotsky-Zinóviev mantuvo relaciones con el grupo de extrema izquierda excluido del Partido Alemán (Maslov-Fischer).
Todo esto demuestra que el grupo Trotsky-Zinóviev no sólo ha violado todos los compromisos que asumió en la declaración del 16 de octubre de 1926, sino que: 1) se ha puesto en un camino que lleva a estar en contra de la defensa incondicional de la U.R.S.S. en la lucha contra el imperialismo; las acusaciones de termidorismo lanzadas contra el C.C. tiene la consecuencia lógica de proclamar la necesidad de la defensa de la U.R.S.S. sólo después de que esta C.C. haya sido derrocada; 2) se ha colocado en el camino que conduce a la escisión de la Comintern; 3) se ha colocado en el camino que conduce a la escisión del Partido Ruso y a la organización en Rusia de un nuevo partido. »
En cuanto al grupo intermedio, el C.C. del Partido Ruso lo considera « un grupo de oposición larvado, probablemente indicativo de un cierto desconcierto que ha surgido en algunos elementos menos seguros de sí mismos ante las graves dificultades del momento. »
Toda esta cita permite darse cuenta de la gravedad de la situación en Rusia en estos momentos. Aunque hay exageraciones evidentes en la forma de presentar los puntos de vista de la extrema izquierda y de la fracción Trotsky-Zinóviev, está claro que incluso lo que escribe el C.C. acusador no autoriza a concluir que los dos grupos opuestos puedan asimilarse a los mencheviques y a los contrarrevolucionarios.
En cuanto a las posiciones defendidas por la derecha, representaban sin duda el vehículo para una restauración de la clase burguesa en Rusia según el tipo clásico de la reconstitución de una economía basada en la iniciativa y la propiedad privada. Pero la historia iba a descartar esta eventualidad. En la fase del imperialismo monopolista y del totalitarismo de Estado, la inversión de la política rusa tendría lugar por otra vía, la de los planes quinquenales, de los que hablaremos más adelante, y del capitalismo de Estado.
Pero, como decíamos, antes de llegar a este paso decisivo, era necesario ganar definitivamente la batalla contra los distintos grupos de oposición, batalla que en realidad se dirigía contra el propio Partido y contra la Internacional, ya que afectaba al punto fundamental de la doctrina marxista: la noción internacional e internacionalista de comunismo.
La mencionada resolución de la C.C. representó una « medida a medias » ya que los problemas no se resolvieron definitivamente. Fue en diciembre de 1927, en el 15º Congreso del Partido Ruso, tras el fracaso de la prueba de fuerza intentada por la oposición con la manifestación de Leningrado, cuando se abordarían plenamente los problemas.
La gran batalla del XV Congreso giró en torno a la nueva teoría del « socialismo en un solo país » y la incompatibilidad entre la pertenencia al Partido y a la Internacional y la no aceptación de esta tesis.
Sobre este punto fundamental, el 7º Ejecutivo Ampliado (noviembre-diciembre de 1926) se había expresado en estos términos: « El Partido parte del punto de vista de que nuestra revolución es una revolución socialista, de que la Revolución de Octubre no sólo es la señal de un salto adelante y el punto de partida de la revolución socialista en Occidente, sino: 1) representa una base para el desarrollo futuro de la revolución mundial; 2) abre el período de transición del capitalismo al socialismo en la Unión de Soviets (la dictadura del proletariado), en la que el proletariado tiene la oportunidad de edificar con éxito, mediante una política justa hacia la clase campesina, la sociedad socialista completa. Sin embargo, esta edificación sólo se realizará si la fuerza del movimiento obrero internacional, por un lado, y la fuerza del proletariado de la Unión Soviética por otro, son tan grandes como para proteger al Estado de los Soviets de la intervención militar ».
Obsérvese cómo la realización de la « sociedad socialista completa » ya no depende, como en tiempos de Lenin, del triunfo de la revolución en otros países, sino de la capacidad del movimiento obrero internacional para « proteger el Estado de los Soviets de la intervención militar. » Los acontecimientos han demostrado que, en cambio, son los dos Estados imperialistas más poderosos -Gran Bretaña y Estados Unidos- los que « protegerán » a la Rusia de los soviéticos.
Tanto en el 7º Ejecutivo Ampliado como en las numerosas reuniones del Partido Ruso y del Ejecutivo de la Internacional, el proletariado ruso e internacional perdió su batalla. La consagración de esta derrota se produjo en el XV Congreso del Partido Ruso (diciembre de 1927), cuando se proclamó la incompatibilidad entre la pertenencia al Partido y la negación de la « posibilidad de la construcción del socialismo en un solo país ».
Pero esta derrota iba a tener consecuencias decisivas tanto dentro de Rusia como en el movimiento comunista mundial. La lucha de clases no admite caminos intermedios, sobre todo en momentos álgidos como los de nuestra época. La proclamación de la teoría del socialismo en un solo país, al no poder resolverse prácticamente en la extracción de Rusia de un mundo en el que -después de la derrota de la revolución china- el capitalismo pasaba por todas partes al contraataque y, por el hecho mismo de romper el vínculo necesario entre la lucha de la clase obrera de cada país contra su capitalismo respectivo y la lucha por el socialismo dentro de Rusia, rechazaba el factor de la clase proletaria e inevitablemente tenía que admitir otro en el que Rusia se apoyaba cada vez más: el capitalismo mundial. Evidentemente, esta transición del Estado ruso sólo era posible con dos condiciones: 1) que los partidos comunistas dejaran de suponer una amenaza para el capitalismo; 2) que dentro de Rusia se reinstaurara el principio de la economía capitalista: la explotación de los trabajadores.
En este capítulo trataremos el segundo punto; en los siguientes, el primero.
Sobre la base de una lógica que quisiéramos llamar « cronológica », se ha formado la opinión de que la línea de degeneración del Estado ruso comienza a partir de la adopción del NEP (en marzo de 1921 y llega inevitablemente al nuevo curso introducido después de 1927.
Esta opinión es superficial y no corresponde a un análisis de los acontecimientos realizado según los principios marxistas.
Hay que aclarar que la maniobra económica fue necesaria por los acontecimientos, por las dificultades insuperables en las que se encontraba la dictadura proletaria, y fue posible precisamente porque se llevó a cabo bajo una dictadura proletaria. Obviamente, esto no significa que las fuerzas económicas burguesas no estuvieran creciendo y que la relación de fuerzas políticas no tendiera a cambiar. Sin embargo, este cambio en las relaciones a favor de las fuerzas burguesas, provocado por NEP, sólo podía ser peligroso y letal para la dictadura proletaria en Rusia si la relación de fuerzas internacional se desplazaba, como lo hizo, hacia el predominio de la reacción burguesa y il reflujo de la ola revolucionaria. De lo contrario, la recuperación momentánea de las fuerzas burguesas habría sido barrida por la dictadura proletaria que había mantenido sus posiciones políticas.
La posición de Lenin a partir de 1917 se basó en estas consideraciones principales: 1) una absoluta intransigencia política que llevaría al Partido Bolchevique a adoptar las posiciones de lucha más abierta contra todas las formaciones políticas burguesas, incluidas las de la extrema izquierda socialdemócrata. Es bien sabido que, en enero de 1918, Lenin, habiendo analizado los resultados de las elecciones a la Asamblea Constituyente no según los criterios banales de la democracia parlamentaria, sino según los criterios clasistas opuestos, y habiendo comprobado que los bolcheviques eran una minoría aritmética y global en el país, eran, sin embargo, mayoría en los centros industriales, pasó a dispersar violentamente esta Asamblea elegida sobre la base de los principios democráticos. 2) una astuta política económica que delimitó las posibilidades del proletariado -y, en consecuencia, del Partido de clase- en relación con las posibilidades concretas que ofrecía el modesto grado de desarrollo de las fuerzas y la técnica de producción. El programa de Lenin implicaba el simple «control de la producción», lo que significaba que los capitalistas seguían a la cabeza de la industria.
Esta aparente contradicción entre una política económica de concesiones y una política general extremadamente intransigente es inexplicable si uno no se sitúa -como hizo Lenin sistemáticamente- en el plano internacional y, por tanto, considera la revolución rusa en conexión con el desarrollo de la revolución mundial. Si, desde el punto de vista nacional ruso, las concesiones en la esfera económica son inevitables debido al atraso del desarrollo industrial del país, desde el punto de vista político, en cambio -ya que el experimento de la dictadura proletaria está en función de los acontecimientos internacionales-, la política más intransigente se hace no sólo posible sino necesaria ya que, en definitiva, es un episodio de la lucha mundial del proletariado.
Lenin actuó de acuerdo con los principios marxistas tanto en 1917, cuando se limitó al «control de las industrias», como durante il comunismo de guerra entre 1918 y 1920, y cuando prefiguró la política de NEP en marzo de 1921. Toda su política parte de un planteamiento internacional del problema ruso, y la propia NEP se considerará inevitable debido al retraso en el ascenso revolucionario del proletariado mundial, mientras que, por otro lado, especificará las condiciones básicas en las que deben cumplirse estrictamente las concesiones contenidas en la política de la NEP.
Es bien sabido que Lenin, al sustituir el sistema de requisas (que privaba al campesino de toda posibilidad de disponer de su producto) por el impuesto en especie (el campesino quedaba libre para disponer del producto restante después de la cuota que pasaba al Estado) y al autorizar el restablecimiento del mercado y de la pequeña industria, dividió la economía rusa en los dos sectores socialista y privado. El primer sector -el estatal- debía emprender una carrera de velocidad contra el segundo para derrotarlo en el terreno económico mediante la superioridad de la eficiencia laboral y el aumento de la producción.
Sin embargo, el estatus socialista otorgado al sector estatal no significa en absoluto que la forma estatal sea suficiente para determinar el carácter socialista de este sector. Lenin insistió mil veces en que las posibilidades de éxito del sector estatal no se debían en absoluto al hecho de que, en lugar del sector privado, fuera el Estado el que dirigiera la industria, sino al hecho de que éste fuera un Estado proletario estrechamente vinculado al curso de la revolución mundial.
Lenin creó la NEP en marzo de 1921. Fue en 1923-24 cuando se pusieron de manifiesto los primeros resultados y, al mismo tiempo, la lucha en el seno del Partido Ruso demostró que las predicciones de un desarrollo del sector socialista en detrimento del sector privado no fueron confirmadas por los acontecimientos. Mientras Trotsky preveía disposiciones para el desarrollo del sector socialista y la lucha contra la burguesía resurgente, especialmente en el campo, la derecha de Bujarin no veía otra solución a los problemas económicos que una mayor libertad a favor de los elementos capitalistas de la economía soviética.
En 1926-27 la batalla tomó, en el seno del Partido y de la Internacional, las proporciones que hemos recordado, y la derrota sería total para los elementos de izquierda que sólo podían permanecer en el partido a condición de abjurar del principio internacional e internacionalista de la lucha por el socialismo.
La evolución histórica no obedece a criterios formalistas hasta el punto de que una restauración de los principios económicos del capitalismo sólo podría considerarse posible en Rusia mediante el restablecimiento de la forma clásica de propiedad individual. Rusia se encontraría en 1927 y después cada vez más en una situación mundial caracterizada, como en el siglo pasado, no por el reflejo de los principios económicos liberalistas en la apropiación privada de los medios de producción y de la plusvalía, sino en otra situación que conoció el totalitarismo de Estado y el sometimiento a él de toda forma de iniciativa privada.
Tras la derrota de la izquierda en el seno del Partido Ruso no asistimos -por las características indicadas de la evolución histórica general- a un triunfo de la derecha sino al hecho de que la solución de los problemas económicos sólo puede lograrse mediante una lucha contra las estratificaciones capitalistas surgidas durante la NEP.
Pero entre la política de la NEP y la que iba a triunfar después, la de los Planes Quinquenales, ¿hay o no hay solución de continuidad? Para responder a esta pregunta hay que tener en cuenta, en primer lugar, que, como muestra Ch. Bettelheim en su libro Sovietist Planning, la NEP no había logrado sus objetivos ni en el ámbito político, ya que había conducido a una hipertrofia de la burocracia, ni en el económico, ya que en lugar de asegurar la victoria del sector socialista había conducido a un fortalecimiento del sector privado ni, por último, en el ámbito económico más general, ya que en 1926-27 se produjo una grave crisis económica en Rusia.
En presencia de lo que Bettelheim describiría como « el fracaso de NEP », se plantea la cuestión de si 1927 iba a marcar ineludiblemente la hora del juicio final y si, debido a las circunstancias internacionales desfavorables, ya no existía ninguna posibilidad de conservar el Estado ruso para el proletariado. Pero este no es el tema que nos ocupa, nuestra tarea es principalmente informativa sobre el curso de los acontecimientos.
El hecho indiscutible es que el restablecimiento del principio económico de la explotación capitalista está consagrado por los Planes Quinquenales, el primero de los cuales será decidido en la 16ª Conferencia del Partido Ruso en abril de 1929 y aprobado por el 5º Congreso de los Soviets en mayo de 1929. El punto básico de estos Planes es, primero, alcanzar y luego superar continuamente los índices de producción tomando como puntos de referencia tanto el período anterior a 1914 como los resultados obtenidos en otros países. En una palabra, ¿cuál será la sustancia de la nueva reconstrucción soviética? Los documentos oficiales no lo ocultan: se trata de reconstruir una economía del mismo tipo que la capitalista y se calificará tanto más de «socialista» cuanto más altas sean las cotas alcanzadas por la producción.
El plan económico concebido por Lenin y aprobado en el 9º Congreso del Partido Comunista Ruso en abril de 1920 situaba todo el problema en el aumento de la industria de consumo: esto significaba que el objetivo esencial de la economía soviética era mejorar las condiciones de vida de las masas trabajadoras. Por el contrario, la teoría de los Planes Quinquenales apuntaba al mayor desarrollo de la industria pesada en detrimento de la industria de consumo. La salida de los Planes Quinquenales hacia la economía de guerra hacía de la guerra, por tanto, tan inevitable como la correspondiente configuración de la economía en el resto del mundo capitalista.
En correspondencia con el cambio sustancial que se producirá en los objetivos de la producción, que será únicamente el de una acumulación constante de capital en la industria pesada, se producirá otro cambio en la concepción de la «industria socialista» cuyo criterio distintivo se establecerá en la forma no privada y estatal: el Estado-propietario se convertirá en el dios al que se inmolarán no sólo los sacrificios de los millones de trabajadores rusos que tendrán que revitalizar con celo la cantidad y la calidad de la producción para no incurrir en la acusación y la condena de « trotskistas », sino también los cadáveres de los creadores de la revolución rusa.
El principio económico de explotación creciente de los trabajadores propio del capitalismo se reinstaurará en Rusia en paralelo a las leyes generales de la evolución histórica que conducen a una intervención estatal creciente y totalitaria. El derechista Bujarin y su camarada Rykov también serán ejecutados. Quien triunfa en Rusia es quien debe triunfar luego en todos los países: el totalitarismo de Estado; y la consecuencia sólo puede ser la misma también en Rusia: la preparación y la gigantesca participación en la Segunda Guerra Mundial.
La izquierda italiana, viendo la sustancia de la evolución política en Rusia desde el principio, no se dejó cautivar – como Trotsky – por la forma de propiedad estatal en Rusia y ya en 1933 planteó la necesidad de asimilar la Rusia soviética al mundo capitalista, preconizando la misma táctica en el curso del conflicto imperialista, donde inevitablemente sería dirigida por la teoría del «socialismo en un solo país» y la teoría de los planes quinquenales.
Notas:
[2] . Nous avons traduit le texte à partir de la version espagnole fournie par Barbaria et l’avons vérifiée avec la version italienne d’origine.