Revolución o Guerra n°18

(mayo 2021)

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Ofensiva del capitalismo americano y alternativa «revolución o guerra»

« Hoy, después de sólo 100 días, puedo decir a la nación que Estados Unidos está de nuevo en marcha. Convertir el peligro en posibilidad. La crisis en oportunidad. El revés en fuerza. (...) Tras 100 días de rescate y renovación, Estados Unidos está listo para despegar. Estamos trabajando de nuevo. Volvamos a soñar. Descubramos de nuevo. Volvamos a liderar el mundo. Hemos demostrado al mundo que Estados Unidos nunca se rinde. Hace cien días, la casa americana estaba en llamas. Teníamos que actuar. (...) En otra época, cuando nuestra democracia se ponía a prueba, Franklin Roosevelt nos recordó que en Estados Unidos todos cumplen con su deber. Eso es todo lo que pido. Que todos cumplamos con nuestro deber. Y si lo hacemos, responderemos al reto de nuestro tiempo demostrando que la democracia es duradera y fuerte. Los autócratas no ganarán el porvenir. Estados Unidos lo ganará. El futuro será de Estados Unidos. » (Primer discurso de Biden al congreso americano, 28 abril 2021, traducido por nosotros).

Desde marzo de 2020, la incapacidad del capitalismo hasta la fecha para frenar la pandemia global del cóvid-19 y la profundidad de la crisis económica mundial han provocado una multitud de consecuencias dramáticas, acontecimientos gigantescos y reacciones impensables ayer mismo, de todo tipo y de todo orden, que dan vértigo a todos y auguran un futuro trágico. Al igual que provocan ansiedad, consternación, impotencia y pasividad entre la masa de proletarios. ¿Cómo podemos entender lo que está sucediendo? ¿Cuáles son los hechos, fuerzas y factores que dominan y determinan el curso de los acontecimientos? ¿Cómo, ante las dramáticas condiciones que el capital empieza a imponer, y que impondrá aún más, pueden orientarse y deben responder los proletarios de todos los continentes y países? ¿Cómo resistir a los ataques de hoy y los ataques multiplicados de mañana? ¿Qué reflexiones, qué análisis, qué orientaciones, incluso qué consignas, pueden y deben desarrollar y avanzar los grupos comunistas?

« La fracción consciente del proletariado debe rechazar el método del empirismo burdo, que consiste en registrar mecánicamente los hechos o en propugnar o "dejar hacer" experimentos que serán evaluados después. En cambio, debe basarse exclusivamente en una interpretación rigurosa de los hechos basada en el movimiento contradictorio de la evolución – (dialéctica) – una interpretación que a menudo no parece más que una tesis ’a priori’, un ’esquema’, pero que, en realidad, no es más que la aplicación del método marxista de investigación. » (Communisme #21, órgano de la Fracción belga de la Izquierda Comunista Internacional, diciembre 1938)

Un año después del estallido de la pandemia de Covid-19 y de la crisis económica abierta, la ruptura histórica ya no se cuestiona y todo el mundo ha comprendido, aunque sólo sea empíricamente, que no habrá vuelta atrás, que el episodio 2020 de Covid y crisis no es ni será un paréntesis. Apegados a la teoría y los principios marxistas, los principales grupos de la Izquierda Comunista sabían que la ruptura era histórica y brutal, como anunciamos en marzo de 2020, y que se abría un nuevo período. A partir de lo que podría parecer una tesis "a priori", un "esquema" y que no era más que nuestro intento de aplicación del método marxista de investigación, podíamos afirmar – y la mayoría de los grupos comunistas podían hacer lo mismo – que el estallido de la crisis no podía ser más que factor de miseria y ataques crecientes y generalizados al proletariado, por un lado ; y de exacerbación de las rivalidades imperialistas por otro lado, en el que los retos sanitarios, la carrera por las vacunas – después de la por las máscaras, los respiradores y otros materiales necesarios para tratar en la emergencia – serían objeto y factor de aquellas.

No hace falta ser marxista para comprender – los economistas burgueses también lo han señalado – que las políticas monetarias, la impresión masiva de papel moneda, la avalancha de liquidez emitida por los bancos centrales – alrededor de tres trillones de dólares –, no tenían otro objetivo inmediato que evitar el pánico y el bloqueo del sistema financiero y las quiebras en cascada; al igual que el mantenimiento de los salarios a pesar del confinamiento – en Europa – o los cheques enviados por Trump a los hogares estadounidenses, provocando la explosión de los déficit presupuestarios ya en mal estado, sólo pretendía evitar cualquier reacción social ante la paralización de una gran parte de la producción y asegurar tanto un mínimo de ingresos a los parados, trabajadores confinados, como la supervivencia momentánea de muchas pequeñas y grandes empresas. El resultado hoy es que la deuda mundial se ha incrementado en 24 trillones de dólares en 2020, alcanzando los 281 trillones y aumentando la relación entre la deuda mundial y el PIB al 355%. Las deudas públicas y privadas, ya abismales, se disparan por tanto. El balance del banco central estadounidense – por mencionar sólo este último – asciende ahora a 7,4 trillones de dólares, frente a los 580.000 millones de 1999 [1]. Cada mes, inyecta – mediante políticas de Quantitative Easing, la versión actual de la impresión de dinero – 120.000 millones para recomprar bonos del Estado suscritos por los bancos privados y los fondos financieros, un compromiso asumido para garantizar que estos últimos sigan financiando los déficit explosivos – privatizando las ganancias, socializando las pérdidas, como algunos han señalado. El déficit de Estados Unidos alcanza el 17% del PIB para el año 2020, un nivel sólo similar al de la Segunda Guerra Mundial (20 a 25%).

No hace falta ser marxista para entender que estas medidas de endeudamiento generalizado, las mismas que se adoptaron en crisis anteriores, pero en nada comparable con su magnitud, ni siquiera de la última de 2008 que batió todos los récords, no resuelven ni resolverán la crisis. Sólo la hacen retroceder en el tiempo, cada vez con más dificultad, y multiplican las consecuencias y la devastación por venir. Sobre todo, es muy significativo que esta gigantesca producción de papel moneda ve su mayor parte dirigirse a la esfera financiera y especulativa en lugar de a la esfera productiva. También aquí, muchos economistas burgueses saben reconocer que la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia hace que esta ganancia sea insuficiente en relación con el conjunto del capital en la producción, mientras que la esfera financiera y especulativa ofrece rendimientos superiores. No tenemos espacio aquí para reproducir todos los gráficos de los principales indicadores económicos ligados al endeudamiento generalizado del capitalismo mundial y que expresan la creciente y enorme brecha entre la producción real y la masa de capital. Todos ellos, déficit, masa monetaria en circulación, presentan la misma curva desde los años 60, creciente, acelerada, exponencial, luego muro abrupto, como el del endeudamiento federal estadounidense que reproducimos aquí.

Fuente : Economic Research, Federal Reserve of Saint Louis

Por otra parte, sólo los grupos comunistas que aplican el método marxista de investigación, que a menudo no parece más que una tesis "a priori", un "esquema" – para utilizar la fórmula de Communisme –, podían anunciar que la ruptura histórica que se está produciendo ante nuestros ojos y el impasse capitalista, además del drástico deterioro de las condiciones de vida del proletariado y el agravamiento de la competencia económica e imperialista entre las potencias capitalistas, significaba sobre todo que la "tesis a priori" llevada por el marxismo y la Izquierda Comunista se convertía en el factor determinante de la situación. Que la alternativa histórica y la perspectiva de la guerra imperialista generalizada dictaba el curso de los acontecimientos derivados de la crisis. De acuerdo con la Tendencia Comunista Internacionalista, al menos con su plataforma actualizada en 2020, afirmamos que "una vez más, la cuestión de la guerra imperialista o la revolución proletaria se está colocando en la agenda histórica e impone a los revolucionarios de todo el mundo la necesidad de cerrar filas. En la época del capitalismo monopólico global ningún país puede escapar de las fuerzas que impulsan el capitalismo a la guerra. El impulso ineluctable del capitalismo hacia la guerra se expresa hoy [subrayamos] en el ataque universal a las condiciones de trabajo y de vida del proletariado." Esta tesis fundamental, la expresión hoy de la tendencia a la guerra imperialista generalizada, que pertenece a la Izquierda Comunista internacional y que es defendida todavía – con mayor o menor claridad – por sus fuerzas pro-partido, no puede reducirse a una mera declamación de principios. Es, y debe ser, la brújula para identificar las tendencias básicas del curso histórico actual en medio de la multiplicación de acontecimientos de todo tipo y en todas las direcciones aparentes y de los huracanes que se avecinan.

El capitalismo estadounidense lidera el baile imperialista

Al principio, e influenciados por las campañas mediáticas, se creyó que China estaba en el centro de la nueva situación, que era su factor y actor central y dinámico, ya que las democracias habían tenido su día, según su presidente Xi Jinping. ¿No conseguía China controlar la pandemia en su territorio, así como a su población, en gran parte proletarizada, reduciendo a la primera y reprimiendo a la segunda? ¿Reabriendo su economía ante todas las demás, utilizando y abusando de su posición dominante en la producción de bienes presentados de repente como esenciales, inicialmente la producción de máscaras y otros, para desarrollar su poder imperialista y su discurso ideológico? ¿Acaso el resto de las llamadas potencias democráticas, empezando por los Estados Unidos de Trump, no se hundían en la crisis sanitaria y económica sin poder dar una respuesta? ¿Totalmente impotentes? En resumen, ¿no está China saliendo de la crisis del Covid-19 como la verdadera primera potencia del mundo? ¿Realizando el sueño chino defendido por Xi Pinjing en oposición al sueño americano [2]? De hecho, y muy rápidamente, todo el peso, el eje y la energía de la situación mundial e histórica se ha desplazado, articulado y alimentado en torno a las iniciativas de la burguesía estadounidense y a partir de ellas.

Pronto quedó claro que el núcleo de la respuesta del capital a la situación mundial se definía por la voluntad de la burguesía estadounidense de defender a toda costa su posición de primera potencia imperialista frente a China, hasta sus últimas consecuencias, incluida y sobre todo la guerra; y ello a todos los niveles, doméstico – frente a su proletariado en particular –, político, económico e imperialista. Al hacerlo, pasando a la ofensiva en todas las direcciones, el capitalismo estadounidense, históricamente en decline, pero disponiendo del dólar, de la US Army y apoyándose sobre la mistificación democrática, y el gobierno de Biden arrastran e imponen a todo el mundo capitalista, en particular a las demás potencias imperialistas, sus prioridades, sus líneas de confrontación, su terreno y su timing [su ritmo y momentos] en el plano económico, imperialista y militar. Está intensificando sus presiones y provocaciones militares contra China y Rusia. Arrincona a las principales potencias europeas, Alemania y Francia en primer lugar, entre su aspiración – en sí misma contradictoria – a una mayor soberanía y autonomía europeas y la obligación de elegir un bando que no puede ser otro que el de detrás de América. Cuanto más exacerba el capital estadounidense los antagonismos económicos, imperialistas y militares con China – y en segundo lugar con Rusia –, más obliga a los europeos, aunque sea encerrándolos bajo el paraguas de la OTAN, a alinearse tras él.

Primero, atrapar al proletariado americano entre racismo y antirracismo...

Sólo a partir de esta comprensión del curso de los acontecimientos era realmente posible aprehender todo el alcance de la primera respuesta de orden político interno, es decir, frente al proletariado norteamericano e... internacional, del capital norteamericano [3]. Pero sobre todo, y mucho más importante, sólo a partir de la tesis a priori de la guerra imperialista o de la revolución proletaria "como elemento-factor de la situación inmediata" era posible captar la magnitud y el peligro de la ofensiva ideológica y política lanzada contra el proletariado a partir del asesinato racista de G. Floyd por la policía. Sin esta brújula, no era posible entender por qué y cómo Trump iba a ser reelegido antes de la pandemia y por qué la burguesía estadounidense cambió de caballo con ella y la campaña antirracista tras el asesinato de G. Floyd. Por qué se hacía necesario que la burguesía norteamericana desgastara la carta de Trump hasta la farsa bufa de la invasión pro-Trumpista del Capitolio. Por qué era necesario poner en el poder a Biden, al Partido Demócrata y, con ellos, a la política y al lenguaje de izquierda, incluso izquierdista. Y cómo la operación política podía llevarse a cabo a partir y gracias a la campaña y las protestas antirracistas. Y todo ello para poner un nuevo equipo, demócrata, que comprendía lo que realmente está en juego en la nueva situación histórica, la magnitud del decline norteamericana frente a una China convertida en potencia imperialista mundial y capaz de movilizar, en la medida de lo posible, al conjunto del proletariado norteamericano en la defensa del capital norteamericano; concretamente, para que acepte la preparación del enfrentamiento imperialista.

… luego detrás de los paquetes de estímulo "social"...

Sólo desde esta comprensión del curso de los acontecimientos dictado por la alternativa histórica es posible y necesario aprehender el significado de los planes de estímulo de trillones de dólares que Biden está poniendo sobre la mesa, ¡más de 5 trillones! Muchos medios de comunicación e intelectuales burgueses no dudan en compararlos con el New Deal de Roosevelt de los años 30. Excepto que sólo ven las medidas capitalistas de Estado del New Deal como la respuesta y la supuesta superación de la crisis de 1929. No sólo ignoran los límites de estas medidas desde el punto de vista de la propia crisis, que no fue superada ni resuelta a finales de la década de 1930 como la crisis de 2008 tampoco lo fue antes de 2020. Pero, sobre todo, ignoran totalmente el verdadero significado histórico del New Deal, así como de los frentes populares en Europa Occidental, o incluso de las medidas de capitalismo de Estado adoptadas por los Estados nazi alemán y fascista italiano: la preparación de la Segunda Guerra Mundial tanto en el plano ideológico como en el político, el encuadramiento, la sumisión, la represión y el alistamiento del proletariado, y en el plano económico, el desarrollo y la explosión de la economía de guerra y del gasto en armamento.

Cualquiera que sea la dimensión de la recuperación post-Covid que los trillones de dólares – y en menor medida los planes de estímulo más modestos adoptados por las demás potencias capitalistas – puedan provocar, aunque sólo sea para compensar la recesión mundial sin precedentes que acaba de producirse, será mínima e insignificante. Aparte de que se hará sobre las espaldas de los trabajadores, no permitirá resolver la contradicción fundamental, el exceso de capital y la superproducción que se deriva de él. Sólo una destrucción masiva de valor, es decir de capital y de fuerzas productivas, cien veces más devastadora que la Segunda Guerra Mundial, puede "resolver" la contradicción... a menos que el capitalismo sea finalmente destruido por el proletariado revolucionario.

Sólo a partir de esta comprensión del curso de los acontecimientos dictados por la alternativa histórica es posible comprender el propósito del American Jobs Plan [Plan de Empleo Americano] de Biden. "Crea empleos [jobs] para modernizar nuestras infraestructuras de transporte. Jobs para modernizar las carreteras, los puentes y las autopistas. Jobs de construcción de puertos y aeropuertos, corredores ferroviarios y líneas de transporte colectivo (...) Jobs para remplazar el 100% de las tuberías de plomo y líneas de servicio del país (…) Jobs para conectar cada estadounidense al Internet de alta velocidad (...) Jobs para construir una red eléctrica moderna... " (Discurso de Biden al Congreso) ¿Qué objetivo y qué significado histórico puede tener esta política de grandes obras públicas, propia del capitalismo de Estado y cuyo discurso, incluida la creación masiva de puestos de trabajo, remite explícitamente al New Deal de Roosevelt? El lector nos perdonará que repitamos aquí la cita de la OTAN que hicimos en el número anterior. "Necesitamos una infraestructura y sistemas sólidos. Redes eléctricas, puertos, aeropuertos, carreteras y ferrocarriles. Nuestra disuasión y defensa dependen de ellos. Por ejemplo, para las operaciones importantes, alrededor del 90% del transporte militar depende de barcos, ferrocarriles y aviones civiles. Nuestra infraestructura digital también es fundamental, y no sólo por nuestra capacidad de comunicarnos. (...) Por lo tanto, las decisiones sobre inversión, cadena de suministro y propiedad no son sólo decisiones económicas o financieras. Son críticos para nuestra seguridad." (Keynote speech by NATO Secretary General Jens Stoltenberg at the Global Security 2020 (GLOBSEC) Bratislava Forum).

… y finalmente detrás de Biden ¡ «Presidente de los trabajadores» [4] !

Sólo a partir de esta comprensión del curso de los acontecimientos dictados por la necesidad de preparar y atraer al proletariado estadounidense al esfuerzo bélico es posible comprender el propósito del Protecting the Right to Organize Act [Ley de Protección del Derecho a la Sindicalización]. "El American Jobs Plan es un plan para los obreros [blue-collar blueprint] para construir América. (...) Y por eso pido al Congreso que apruebe la Ley de Protección del Derecho a la Sindicalización – la Ley PRO – y la envíe a mi mesa para apoyar el derecho de sindicalización. Y por cierto, aprobemos también el salario mínimo de 15 dólares." Al igual que el New Deal, en el que Roosevelt impuso el reconocimiento del derecho sindical en las empresas, integrando así a los sindicatos en el esfuerzo bélico y convirtiéndolos permanentemente en órganos anti-obreros del aparato estatal. [5] Ni Trump ni el Partido Republicano podían llevar el lenguaje de izquierda, incluso izquierdista, necesario para esta ofensiva contra el proletariado. Y sin la campaña antirracista y demócrata a raíz del asesinato de G. Floyd por parte de la policía, habría sido difícil conseguir 81 millones de votantes detrás de Biden y que apoyen medidas tan drásticas y supuestamente socialistas.

Sólo a partir de esta comprensión del curso de los acontecimientos es posible comprender el propósito del American Families Plan [Plan de las Familias Americanas]: el desarrollo de los jardines de infancia, la asistencia sanitaria gratuita o casi gratuita para los niños en función de los recursos de la familia, doce semanas de licencia parental, ayudas económicas por hijo criado, la ampliación del Obamacare, etc. "En el siglo XXI, cualquier cosa que ayude a las personas a trabajar y llevar una vida productiva o satisfactoria cuenta como infraestructura. Eso incluye inversiones en las personas, como la creación de puestos de trabajo sindicalizados bien remunerados o el aumento de los salarios del personal sanitario a domicilio, en el que predominan las mujeres de color." (New York Times, 5 de abril [6]) No se trata sólo de reforzar la adhesión de las familias proletarias a la defensa económica e imperialista del capital estadounidense, sino sobre todo de poner a todos a trabajar: "No podría ir a trabajar si tuviera que cuidar a mis padres." (ídem) ¿La consigna del Presidente de los trabajadores? "Así que pongámonos a trabajar."

Apretar el garrote del containment en torno al rival Chino

No hace falta ser marxista para ver a dónde el curso de los acontecimientos conduce inevitablemente a la sociedad capitalista si el proletariado revolucionario no le pone fin: "la combinación de fuerzas económicas, militares y tecnológicas de las dos superpotencias conlleva más riesgos que la Guerra Fría con la Unión Soviética [y] las tensiones entre Estados Unidos y China amenazan con envolver el mundo entero y podrían conducir a un enfrentamiento similar al Armagedón [7] entre los dos gigantes militares y tecnológicos." (Henry Kissinger, citado por The Guardian, 1 de mayo de 2021 [8], traducido por nosotros)

Una vez al poder, la administración Biden desarrolló de inmediato una diplomacia ofensiva con un lenguaje directo, calificando a Putin de asesino y a China de adversario sistémico y "amenazando a la estabilidad mundial". A raíz de esto, y en continuidad pero acentuando la política de Trump, las maniobras de la flota de guerra estadounidense responden a las de la marina china en el Mar de China y en torno a Taiwán, al igual que los vuelos militares de cada una, lo que hace que las fuerzas se enfrenten directamente y corran el riesgo de un incidente de dramáticas consecuencias. Lo mismo ocurre con las maniobras de la OTAN en las fronteras de Rusia, que también son una respuesta a las maniobras rusas en las puertas de Ucrania. El paso que se está dando y la dinámica que lo acompaña son tanto más peligrosos cuanto que las potencias norteamericana, china y rusa disponen de muchos medios para alcanzar a los demás con misiles nucleares y un arsenal capaz de destruir varias veces el planeta. Tanto más peligroso cuanto que la ofensiva de presión económica, diplomática y militar estadounidense no es más que la enésima aplicación de la histórica doctrina estadounidense de containment [contención] frente a las potencias emergentes, especialmente en Asia. Esta doctrina, que consiste en estrangular al rival poco a poco en el plano económico y geoestratégico, sólo puede llevar a este último a querer aflojar el dominio mortal mediante un golpe de fuerza brutal y repentino. ¿No fue este el caso de Japón y su salvaje ataque a Pearl Harbour?

Al mismo tiempo, y en este punto rompiendo hábilmente con Trump, la envergadura y la velocidad de la ofensiva estadounidense dirigida por el equipo demócrata de Biden – históricamente la fuerza política la más pro-guerra de la burguesía estadounidense – está arrinconando a los europeos, Alemania y Francia en particular, que aspiraban a una autonomía de soberanía, es decir, a una autonomía frente a Estados Unidos, empujándolos a la elección entre China o Estados Unidos, entre los países autoritarios y autocráticos por un lado, y las democracias por otro. La emergencia de un polo imperialista europeo en torno a Alemania, erigiéndose en alternativa al polo anglosajón americano, parece hoy bien comprometida, para gran disgusto de Francia, sobre todo porque la burguesía alemana, marcada por la historia, 1918 y 1945, no se atreve a asegurar el papel imperialista mundial al que la fuerza y la energía de su capitalismo la destinaban [9].

Históricamente, son siempre los partidos burgueses de izquierda, en Estados Unidos el Partido Demócrata, los que "llevan lo mejor", preparan y allanan el camino para la guerra. W. Wilson antes de 1917, Roosevelt antes de 1941...

Sin embargo, es muy significativo que los ejércitos británico y francés, potencias imperialistas y militares que han pasado a ser secundarias, pero no por ello menos importantes, ambas con armas nucleares e importantes capacidades de proyección, y con una experiencia y conocimientos militares únicos, estén adoptando nuevas doctrinas militares. "Según The Economist, hay otros indicios de que las fuerzas armadas francesas están experimentando una transformación. En enero, el Estado Mayor creó discretamente diez grupos de trabajo para examinar la preparación del país para una guerra de alta intensidad. (...) Los grupos abarcan todo, desde la escasez de municiones hasta la resistencia de la sociedad, pasando por si los ciudadanos están "preparados para aceptar el nivel de bajas que no hemos visto desde la Segunda Guerra Mundial", dice uno de los participantes. El espectro de la guerra de alto nivel está ahora tan presente en el pensamiento militar francés que el escenario tiene su propio acrónimo: Hem, o Hypothèse d’Engagement Majeur [hipótesis de compromiso mayor]." (La lettre patriote [10], subrayamos)

Sea en los planos económico, industrial y de concentración-relocalización de capital, imperialista y militar, las principales potencias mundiales se ven arrastradas ineludiblemente hacia la adaptación y preparación de una nueva guerra mundial imperialista. Y la política, los discursos, el lenguaje diplomático agresivo y la omnipresencia en las organizaciones internacionales, los enormes planes de estímulo e infraestructura, la re-afirmación y el fortalecimiento de la OTAN, etc., llevados a cabo por Biden desde su llegada al poder han acelerado el proceso y la toma de conciencia de los rivales y aliados imperialistas sobre las intenciones de Estados Unidos y a dónde conducen.

Como sabemos, la única fuerza que puede frenar y luego interrumpir este proceso hacia la guerra y, al final, su causa última, el propio capitalismo, es el proletariado revolucionario, la antítesis histórica de la burguesía y del capitalismo. En el momento actual, en el que el Covid-19 sigue haciendo estragos, en el que las medidas de confinamiento y distancia social siguen vigentes y son utilizadas por la burguesía para impedir y ahogar lo más posible las reacciones proletarias a la crisis, la perspectiva revolucionaria parece algo más que remota, incluso ilusoria, o una quimera. Salvo raras excepciones, y aunque una cólera y una revuelta internacionales parecían afirmarse a finales de 2019, justo antes de la pandemia, el proletariado internacional permanece desde entonces pasivo, desorientado, preocupado y ciertamente habitado por un sentimiento de impotencia. Desde hace un año, el curso de los acontecimientos, cuya ilustración y epicentro nos lo dan los Estados Unidos, expresa el dominio político de la burguesía frente al proletariado y parece dirigir al mundo capitalista hacia el dramático desenlace de la guerra imperialista generalizada y devastadora.

Pero, ¿está el proletariado preparado para aceptar un nivel de bajas, es decir, de muertes, desconocido desde la Segunda Guerra Mundial? Esta es la clave del drama histórico que se está jugando y que, visiblemente, también preocupa a los grupos de reflexión [los llamados think tank] de la burguesía. Debido a la crisis y a la urgencia que tiene cada capital nacional, en primer lugar las principales potencias, de defenderse de sus rivales a riesgo de sucumbir y desaparecer, el tiempo ya no está del lado de la solución revolucionaria. Ni mucho menos. Se ha iniciado una carrera contrarreloj entre, por un lado, la dinámica que empuja al proletariado a reaccionar a la crisis y a los sacrificios que le impone la preparación de la guerra generalizada y, por otro, el creciente estrangulamiento de rivales como China por parte de la burguesía estadounidense y las brutales reacciones de ésta para escapar del garrote que se le impone. Si la segunda es innegablemente dominante y determina los acontecimientos, no es menos cierto que, con la propia crisis, también exacerba los antagonismos de clase como nunca antes. Sea cual sea la velocidad de la marcha hacia la guerra, los enfrentamientos masivos entre clases, cuyas premisas aparecieron justo antes de la pandemia, son inevitables.

La cuestión no es si tendrán lugar, sino si el proletariado será capaz de estar a la altura de lo que está en juego durante estos enfrentamientos. En particular, ¿será capaz de rechazar las trampas ideológicas y políticas que se le presenten, como hemos visto con la campaña antirracista en Estados Unidos, así como el sabotaje de los sindicatos y los partidos de izquierda? Cuanto más se retrase su respuesta a los efectos de la crisis actual, incluso mediante la simple defensa de sus condiciones de vida y de trabajo, más acelerará el capital su carrera hacia el abismo imperialista y reducirá el espacio aún abierto para el desarrollo de sus luchas, para la generalización de la huelga de masas, luego la insurrección proletaria, la destrucción del Estado capitalista, la instauración de la dictadura del proletariado y el advenimiento del comunismo.


RL, 4 de mayo 2021

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Notas:

[1. « Desde 2007, el balance de los bancos centrales ha crecido mucho. El balance del Euro-sistema (es decir, el balance consolidado del Banco Central Europeo y los bancos centrales nacionales) se ha multiplicado por más de cuatro, y los del Banco de Japón (BoJ) y la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) por cerca de seis y ocho veces, respectivamente, durante este periodo. El tamaño del balance del Eurosistema superó los 7.000 millones de euros a principios de 2021, es decir, más del 60% del PIB de la zona del euro » (Blog éco de la Banque de France, https://blocnotesdeleco.banque-france.fr/billet-de-blog/comprendre-la-croissance-du-bilan-des-banques-centrales).

[4. El periódico francés Le Monde titula su editorial del 29 de abril con un estruendoso « Joe Biden, le président des travailleurs » [Joe Biden, el presidente de los trabajadores], o, el 28 de abril, como « le révolutionnaire qu’on n’attendait pas » [el revolucionario que no se esperaba] (https://www.lemonde.fr/idees/article/2021/04/29/joe-biden-le-president-des-travailleurs_6078490_3232.html https://www.lemonde.fr/podcasts/article/2021/04/28/joe-biden-le-revolutionnaire-qu-on-n-attendait-pas_6078308_5463015.html.

[5. El proceso de integración de los sindicatos en el aparato del Estado burgués se aceleró durante los años 1930 tanto en los países totalitarios, Alemania nazi, Italia fascista, URSS estalinista con un sindicato único, pero también bajo el New Deal y el Frente Popular, el reconocimiento legal de los sindicatos en las empresas data de 1936 en Francia. La experiencia de las huelgas durante la Primera Guerra Mundial y la ola revolucionaria internacional que la puso fin, habían demostrado que el control y la disciplina del proletariado eran indispensables para la producción y el esfuerzo de guerra. La reconstitución de los sindicatos por los propios Estados después de 1945, donde habían desaparecido durante la 2ª Guerra Mundial, cerró definitivamente el capítulo de los sindicatos como órgano de lucha del proletariado.

[7. « Aunque el término es de origen cristiano, varias religiones y culturas lo emplean para referirse generalmente al fin del mundo o al fin del tiempo mediante catástrofes. » (https://es.wikipedia.org/wiki/Armaged%C3%B3n)

[9. No podemos, en el marco de este artículo, volver a las contradicciones europeas, al igual que las alemanas, que hacen que la emergencia de un polo europeo, que la oposición a la guerra americana en Iraq en 2003 parecía anunciar, parezca hoy muy frágil e improbable, al menos por el momento. Sin embargo, nos corresponderá volver a ello en la medida en que el GIIC había adoptado en su fundación unas Tesis sobre la situación internacional redactadas en 2013 y que explicaban por qué China no podía convertirse en una potencia mundial que rivalizara con Estados Unidos y por qué Europa, en torno a Alemania, estaba llamada a serlo. A priori, e incluso si cualquier dinámica puede ser revertida o interrumpida, la actual, y aparentemente profunda, dinámica de polarización imperialista invalida nuestra tesis de aquel entonces. Por el momento, el lector puede referirse a Revolución o Guerra #16 en francés, o inglés, ya que el artículo no fue traducido al español: Quelques commentaires sur le texte de la TCI (http://igcl.org/Quelques-commentaires-de) o A Few Comments on the ICT Text (http://igcl.org/A-Few-Comments-of-Discussion-and).