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Comunicado sobre la situación en Estados Unidos - 7 de noviembre 2020
Elección de Biden : éxito de las campañas democráticas, identitarias y antirracistas contra el proletariado americano e internacional
Trump ha perdido. Después de una semana de contar los votos pro-Biden enviados por correo, la "remontada" electoral anunciada, incluso por el propio Trump, tuvo lugar. La burguesía americana puede reclamar éxito con razón. ¿No es el resultado una prueba de su manejo político? ¿No logró imponer el cambio de presidente que obviamente había considerado necesario desde el estallido de la crisis económica y la pandemia? ¿Y para nombrar a Biden? ¿No fue apoyado por prácticamente todas las diferentes fracciones burguesas y el aparato del Estado, incluyendo, y públicamente, por los oficiales militares de más alto rango, algunos de los propios republicanos, e incluso Fox News, el canal de noticias pro-Trump? Pero, sobretodo lo más importante para su éxito, ¿no logró movilizar a la población como nunca antes para estas elecciones? En un país donde la participación electoral ha sido históricamente baja, alrededor del 50%, se han batido todos los récords desde 1900 y ha votado el 67% del electorado estadounidense.
La mistificación electoral y democrática sale reforzada después de meses de tensiones, una pandemia devastadora, manifestaciones antirracistas y provocaciones armadas por parte de las milicias paramilitares, en su mayoría de extrema derecha. Y esto en un momento en que el proletariado en Estados-Unidos, al igual que el proletariado internacional, está sufriendo de frente, de manera brutal, dramática y masiva, de la explosión de la crisis económica capitalista a través de ataques sin precedentes a sus condiciones de vida y de trabajo. Hasta hoy, y desde el estallido de la pandemia y la crisis, la ofensiva ideológica y política [1] de la clase dominante americana – bajo el impulso del Partido Demócrata, sus fracciones más izquierdistas, como el Black Lives Matter y los izquierdistas de todo tipo – se ha desarrollado en torno a cuestiones de racismo-antiracismo, identidad, etc., y más ampliamente en torno a la defensa de la democracia y el Estado. Ha logrado enmascarar los antagonismos de clase, ocupando la calle y el terreno social e impidiendo así cualquier expresión proletaria, cualquier lucha obrera significativa, contra los brutales y dramáticos efectos de la crisis. Para todos aquellos que pueden haber caído en la trampa, o la ilusión, de creer que el proletariado pudiera beneficiarse de la campaña y de las manifestaciones antirracistas e identitarias, especialmente porque eran violentas y radicales, la lección es dura y el balance despiadado.
En el momento de redactar, no podemos predecir con todo detalle las consecuencias inmediatas de la derrota trumpiana y las condiciones para el período de transición entre ahora y enero, en particular la posibilidad de que se produzcan manifestaciones callejeras violentas, incluidos enfrentamientos sangrientos entre milicias armadas. No obstante, el final del propio proceso electoral, la victoria de los demócratas y de Biden, señala el fin de un período, un episodio particular, que comenzó con el estallido de la pandemia Covid-19 y sus consecuencias aceleradas y brutales en el estallido de la crisis económica que se venía gestando desde hacía meses.
La burguesía sale victoriosa en esta batalla, principalmente ideológica y política, que gana contra el proletariado americano e internacional. Basta recordar que hace apenas un año estallaban revueltas sociales en todos los continentes y que muchas de ellas tendían a situarse en terreno proletario, en el terreno de la defensa de las condiciones de vida y de trabajo, mientras maduraba una de las huelgas proletarias más largas de Francia, hecha de manifestaciones callejeras, a veces violentas, asambleas generales, en oposición a los sindicatos, que iban a durar y paralizar gran parte del país durante dos meses. Hace un año, la dinámica de los enfrentamientos de clase era diferente y se situaba en el terreno de la clase explotada y revolucionaria, o clase contra clase, capitalismo contra proletariado. Hoy, la burguesía ha logrado imponer su propio terreno, el de la defensa de la democracia detrás del Estado y las fuerzas de la izquierda, donde el criterio, intercionalista, de clase ha dado paso al, nacionalista, del pueblo. La victoria electoral de Biden y la participación masiva del electorado sólo concluye el éxito de esta ofensiva burguesa.
Con la crisis, el desgaste de la carta Trump
Para muchos, incluyendo a revolucionarios marxistas, la elección del impredecible Trump como presidente fue un accidente que ilustró la pérdida de control político de la burguesía americana y su Estado, y para algunos incluso la expresión de una crisis política. Esto no fue así [2]. Frente a la impotencia de las políticas anteriores, incluidas las de Obama, para detener su declive histórico, el capital estadounidense requería una reacción que buscara romper la dinámica ininterrumpida de debilitamiento en el escenario mundial; debilitamiento económico e industrial, por supuesto; debilitamiento imperialista y de su liderazgo y autoridad mundial. Por lo tanto, era necesario encontrar una personalidad disruptiva capaz de encarnar y asumir la ruptura necesaria.
« Si a la mayoría de los partidarios de Trump se les hubiera preguntado en 2015, "De los 300 millones de estadounidenses, a quién le gustaría ver convertido en presidente", su primera respuesta no habría sido "Donald J. Trump". Pero ningún otro político nacional ha mostrado la profunda conciencia de que se necesita nada menos que una política de ruptura en muchos frentes, combinada con la voluntad de entrar en la arena y la capacidad de inspirar el apoyo de las masas (…). Si el precio que hay que pagar es una retórica más grandilocuente e incluso francamente vulgar, y un menor respeto por los usos políticos y las sensibilidades de muchos de los grupos atacados, más allá incluso de lo que muchos trumpistas desearían, entonces ese es, lamentablemente, el precio que hay que pagar dado el fracaso de la política estadounidense hasta la fecha para encontrar una figura disruptiva más alentadora » (The National Interest, Why Trump Deserves Reelection?, Oct 10, 2020, subrayamos).
El autor del artículo que argumenta la reelección de Trump no ha entendido, o no quiere entender, que sus argumentos, válidos en 2016 y probablemente aún a principios de 2020, ya no son válidos hoy en día. Hasta el pasado febrero, Trump parecía destinado a ser reelegido, aun cuando sea tapándose la nariz ante la vulgaridad trumpiana para los sectores más "refinados" de la burguesía de las costas Este y Oeste, en Nueva York-Boston y Los Ángeles-San Francisco. La explosión de la pandemia y el brote repentino, así como la gran magnitud de la crisis económica debida a la primera, han reajustado las cartas y cambiado las prioridades de la burguesía americana. Para hacer frente a la emergencia y prevenir la aparición de reacciones proletarias, o incluso para sofocar las pocas que surgieron ante los peligros del coronavirus en lugares de trabajo, la furia y el trueno trumpianos así como su estupidez infantil – « ¿No bastaría con tragar un poco de lejía para matar el virus? » – se jugaron una última vez y hasta su agotamiento. Las incesantes y repetidas provocaciones, tanto frente a la pandemia, el rechazo a llevar máscaras, el apoyo a las milicias armadas para contrarrestar los confinamientos, etc., como frente a los asesinatos de negros americanos por parte de agentes de policía, su apoyo racista a los supremacistas blancos, su llamamiento a la movilización de las milicias de extrema derecha y su ocupación armada de edificios públicos, y su anuncio de que no respetaría el resultado electoral si perdía, han contribuido a polarizar y exacerbar las tensiones y el ’debate’ político entre racismo-antirracismo, extrema derecha y extrema izquierda, fascismo y defensa de la democracia hasta el "Stop counting the ballots ” [cese del recuento de los votos] contra “Count every vote! ” [Cuenta cada voto]. Trump el racista y la izquierda antirracista se dieron la mano, bailando el nauseabundo ballet del identitarismo, para imponer una polarización en el terreno democrático-burgués, el de la defensa del Estado, distrayendo la atención de los antagonismos de clase. La derrota de Trump el fascista-racista y la victoria de Biden el antirracista-demócrata, firman la victoria ideológica y política obtenida por la ofensiva que la clase dominante ha lanzado contra el proletariado americano desde el asesinato de G. Floyd. Para ganarla, dadas las circunstancias, la burguesía tuvo que usar el impredecible y disruptivo Trump hasta que ya no pueda servir y tenga que ser echado.
El abandono de Trump fue tanto más fácil cuanto que lo que era necesario en 2016, una cierta ruptura, incluso en la elección del personal político vinculado al liberalismo económico y a la llamada globalización y del que el clan Clinton era la personificación, ya no es necesaria hoy en día, ni en términos de política económica como imperialista. Por lo tanto, Trump no fue una paréntesis, ni siquiera un accidente. Respondió y correspondió, en parte gracias a su personalidad, digamos frágil y más bien pertubada, al lenguaje de ruptura que debía acompañar al cambio de rumbo fundamental de las políticas económicas e imperialistas del capital americano.
« Está claro que quizás su legado económico más duradero no es un almanaque estadístico, sino el hecho de que ha logrado cambiar el debate en torno a la economía. Mucho antes de que Trump apareciera en la escena política, fuerzas poderosas estaban remodelando la economía y planteando profundas preocupaciones sobre la seguridad de los empleos de ingresos medios y la preeminencia económica de Estados Unidos en el mundo. Trump reconoció, nutrió y canalizó estas corrientes para que perduraran tanto si ganaba como si perdía las elecciones. Ha desdibujado las posiciones de los partidos en cuestiones clave como la inmigración y la globalización, y ha ayudado a derribar verdades sagradas sobre la deuda pública. Tomó un Partido republicano que predicaba el libre comercio, el gasto y la reducción de la deuda y lo transformó en un partido que eligió las guerras comerciales incluso con sus aliados, tuvo déficits récord en tiempos de paz y protegió los programas sociales esenciales de la reducción o eliminación.... » (New York Times, Trump’s Biggest Economic Legacy, Oct. 24, 20).
Biden se hará cargo del legado de Trump.
Va igual por las políticas económicas como por las imperialistas. Trump sancionó cierta ruptura que Obama había anunciado, pero que no había podido o no podía llevar a cabo. Demócratas y Republicanos son homogéneos en las principales orientaciones del capital americano, otro elemento que desmiente la creencia en una crisis política de la burguesía americana. « La llegada de un gobierno democrata no cambiaría un hecho fundamental del sistema internacional : su creciente polarización debido al auge de China. Será urgente encontrar el equilibrio adecuado entre la defensa de la relación transatlántica contra los efectos del sistema capitalista de Estado de Beijing y la preservación de los beneficios de los vínculos comerciales y de inversión existentes con China » (The National Interest, What Happens to America’s Transtlantic Relations After the US Elections ?, Oct. 30, 2020). El probable retorno de los Estados Unidos a un cierto multilateralismo abandonado por Trump, la retirada de la OMS y la obstrucción sistemática en la OMC, su retorno a los acuerdos de París sobre el clima, o incluso el acuerdo sobre el programa nuclear de Irán, etc., sólo serán de naturaleza táctica. En particular, un lenguaje más diplomático y cortés hacia Europa permitiría a los Estados Unidos tratar de no encontrarse ya solos frente a China y de comprometerse con Europa a su lado.
Las burguesías europeas, de la UE, no se equivocan. Los años de Trump no se borrarán. « Incluso antes de las elecciones, los funcionarios de Bruselas tampoco esperaban que las relaciones transatlánticas volvieran a ser lo que eran antes de la presidencia de Donald Trump. Con el resultado de las elecciones, ahora está más claro que la UE debe prepararse en el futuro para defender sus intereses de forma independiente en el escenario mundial » (Der Spiegel, Reactions in Berlin and Brussels to the US Elections, 6 nov. 2020). Como de costumbre, la burguesía francesa es más explícita : « No debemos hacernos ilusiones: los Estados Unidos no han sido un socio amistoso de los europeos durante muchos años. A veces se encuentran en rivalidad, incluso en confrontación, cuando nos golpean las sanciones americanas (...) Así que si los americanos eligen a Donald Trump o a Joe Biden, no cambiará este hecho estratégico (...) es hora de que los europeos asuman por fin su responsabilidad política y económica en el comercio con Europa ». (B. Le Maire, le ministre français de l’Économie sur Radio Classique, 4 nov. 2020).
Biden para empujar los sacrificios necesarios para la marcha a la guerra
Las políticas liberales y monetaristas que habían prevalecido desde Thatcher y Reagan son cosa del pasado. Su fin había sido predicho desde la crisis de 2008 y la incapacidad del capitalismo para superarla realmente, a diferencia de las crisis financieras anteriores. Pero la precipitación de la caída en la crisis provocada por la pandemia y las condiciones de su estallido, la parálisis de una gran parte de la producción capitalista mundial, una repentina recesión de una magnitud sin precedentes incluso antes de la explosión de la crisis financiera, obligó a todos los Estados capitalistas y las clases dominantes a rendirse al vicio del endeudamiento y de los déficits generalizados e inconmensurables y a las delicias de la impresión de papel moneda. Su sustitución por políticas más proteccionistas y de gasto público significa su sustitución por políticas que pueden compararse con las del New Deal y del Frente Popular de los años 30, las mismas que prepararon las economías para la guerra generalizada. Las mismos en las que se identifican la izquierda y los izquierdistas radicales y de los que son los más ardientes defensores. El objeto de estas políticas es, al final, la guerra.
« Necesitamos una infraestructura y sistemas sólidos. Redes eléctricas, puertos, aeropuertos, carreteras y ferrocarriles. Nuestra disuasión y defensa dependen de ellos. Por ejemplo, para las operaciones importantes, alrededor del 90% del transporte militar depende de barcos, ferrocarriles y aviones civiles. Nuestra infraestructura digital también es fundamental, y no sólo por nuestra capacidad de comunicarnos. Pero también por nuestra capacidad de operar y actuar juntos. Prácticamente todos los datos de Internet se transmiten a través de una red de cables submarinos. Imagina el daño potencial a nuestra seguridad y a nuestra vida diaria si estos cables se cortaran. La seguridad de las líneas de suministro es igual de fundamental. El COVID-19 destacó nuestra dramática dependencia de proveedores remotos de mascarillas y otros equipos médicos esenciales. También dependemos de un pequeño número de proveedores de materiales de ’tierras raras’ para nuestra infraestructura electrónica. De los teléfonos a los satélites. Por lo tanto, las decisiones sobre inversión, cadena de suministro y propiedad no son sólo decisiones económicas o financieras. Son críticos para nuestra seguridad » (Keynote speech by NATO Secretary General Jens Stoltenberg at the Global Security 2020 (GLOBSEC) Bratislava Forum).
La elección de Trump en 2016 también había manifestado y su personalidad había materializado esta tendencia básica. Su política de America first y de relocalización industrial, por más débil que haya sido capaz de lograrlo realmente, y sus políticas de déficits y gastos públicos, especialmente en la infraestructura del país, anticipaban lo que se ha convertido ahora en la regla general. « No importa quién pase los próximos cuatro años en la Casa Blanca, es probable que la política económica se centre más en los empleos e industrias estadounidenses amenazados por China y otros competidores extranjeros y menos en las preocupaciones por los déficits causados por los esfuerzos del gobierno para estimular la economía » (New York Times, op. cit).
Si Trump hizo el giro inicial, el gobierno democrático de Biden continuará esa política al nivel económico por supuesto – Biden el liberal de ayer se convertirá en el proteccionista de hoy. Pero también en el plano político, es decir, frente al proletariado, que Trump no podía asumir con un mínimo de credibilidad para... arrastrar tras él a los sectores, pequeñoburgueses, académicos en particular, y proletarios bajo la influencia de la izquierda o del izquierdismo; « para inspirar el apoyo de las masas », para usar las palabras del artículo del The National Interest citado anteriormente.
Ahora bien, la crisis que está estallando y exacerbando los antagonismos de clase no juega a favor del apoyo de las masas, aunque por el momento, en esta primera fase de la crisis económica, la burguesía ha sido capaz de sofocar cualquier reacción de clase. Pero esto no será suficiente si no logra anclar este apoyo y hacerlo más activo. Tomemos el ejemplo del Obama Care, la cobertura de salud para los más pobres. La oposición, aunque furiosa en el seno de la burguesía americana, entre republicanos y demócratas, en esta cuestión va mucho más allá de una simple oposición entre los partidarios de un servicio sanitario privado o público accesible al mayor número. Ilustra la necesidad de que los Estados obtengan un mínimo de apoyo a la economía de guerra dentro del proletariado con el pretexto de las llamadas medidas sociales y, al mismo tiempo, de un mayor y más eficaz control de la fuerza de trabajo, del proletariado, que debe ser capaz de permanecer un mínimo en capacidad de responder a las exigencias de la producción y a la intensidad de la explotación que... toda economía que se prepara para la guerra requiere. Históricamente, son las fuerzas de la izquierda las que preparan al proletariado para la guerra. Históricamente, en Estados Unidos es el Partido Demócrata de Roosevelt el que respondio a la crisis, reorganizó el capital americano en torno al Estado y dirigio su producción, y que, primero, calmó las reacciones del proletariado, especialmente contra el desempleo masivo, y luego lo llevó a la guerra mediante empleo masivo para ella. Que gente, proletarios o no, pobres y sin cobertura de seguridad social pueden tener acceso a una atención sanitaria, tanto mejor, aun cuando es y será siempre un acceso, sea gratuito o no, a un sistemas sanitarios deteriorados. Pero, el Obama Care pretende sobre todo reforzar el control y la gestión de la población, sobre su salud y, por tanto, sobre su capacidad productiva que induce. Al igual que las importantes medidas sociales de izquierda tomadas en los años 30 con el New Deal o el Frente Popular, las llamadas medidas sociales – de tipo keynesiano, de izquierda – que tomarán las distintas burguesías serán sólo momentos de mistificación antiobrera y de preparación para la guerra.
La elección de Biden no significa un retorno a la normalidad anterior a Trump, ni tampoco una ralentización de la sucesión de acontecimientos, americanos e internacionales, cada vez más trágicos y que expresan, al mismo tiempo que los agravan, contradicciones y antagonismos cada vez más profundos sin solución alguna... excepto la de luchar contra el capitalismo y sus Estados, destruirlos y superarlos mediante la insurrección proletaria y el ejercicio de su dictadura de clase.
Aún estamos muy lejos de eso. Los factores históricos, la crisis y la pandemia que la agrava, así como la perspectiva de una guerra generalizada, juegan ’objetivamente’ a favor del proletariado obligando a la burguesía a atacar una y otra vez sus condiciones de vida y de explotación y provocar así su reacción. Subjetivamente, por sus luchas y su conciencia, por la debilidad de las primeras y por el aislamiento de sus minorías políticas, de su partido en devenir, para las segundas, el proletariado está aún lejos de poder responder a los retos actuales. El éxito logrado por la burguesía hasta la fecha, especialmente en los Estados Unidos, para ocupar todo el espacio social, político e ideológico con las cuestiones de identidad y la mistificación democrática, es real. Pero ha sido una simple batalla, una de las primeras en el período de confrontación masiva de clases que se ha abierto, cuyo resultado determinará en gran medida la resolución de la alternativa histórica de la revolución o la guerra. Aunque traigan divisiones y enfrentamientos sangrientos, las políticas y campañas democráticas y basadas en la identidad no podrán enmascarar y hacer olvidar por mucho tiempo la realidad y la profundidad de la crisis económica sobre el proletariado.
Es muy probable que, por el momento inmediato, la respuesta del proletariado no pueda venir de los Estados Unidos, dado el éxito de la burguesía y los límites históricos de la experiencia proletaria en el continente norteamericano. La respuesta está en otra parte. Probablemente en Europa occidental, donde, a pesar de los atentados terroristas y de las campañas de unidad democrática y nacional que los acompañan, el proletariado sufre menos las mistificaciones antirracistas – lo que no quita nada a la realidad y al peligro del racismo en el viejo continente – y, sobre todo, tiene la experiencia de la guerra imperialista generalizada todavía fuertemente presente en las generaciones actuales y la experiencia de la huelga de masas. Retomar el hilo de las luchas obreras tal y como se desarrollaban el año pasado, cuyo tono lo dieron las huelgas en Francia en diciembre de 2019-enero de 2020, elevándolas al mismo tiempo para responder a la crisis y a la represión estatal de tipo totalitario establecida con el pretexto de la pandemia y los atentados. Este es el camino a seguir.
Notas:
[1] . Ver nuestro documento de posición conjunta con el GCCF del 5 de junio de 2020 : http://igcl.org/Manifestaciones-contra-la-636
[2] . Ver nuestros artículos en Revolución o Guerra #7, por ejemplo su editorial : http://igcl.org/Los-proletarios-deben-responder-a.