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Comunicado sobre la situación en España y Cataluña (13 de octubre 2017).
¿ Hasta donde puede llegar el conflicto nacionalista entre Madrid y Barcelona ? ¿ Hacía un nuevo 1936 ? Cuáles son los retos y riesgos para el proletariado en España y en Cataluña ? ¿ Y para el proletariado internacional ? El artículo de la Tendencia Comunista Internacionalista (www.leftcom.org) que reproducimos a continuación indica la posición que la clase obrera debe adoptar en esta circunstancia reafirmando el principio comunista según el cual « los trabajadores no tienen patria ». El proletariado en Cataluña no debe dejarse arrastrar y dividir entre nacionalistas catalanes y españoles. El proletariado en España no debe dejarse arrastrar en la defensa de « la indisoluble unidad de España » ; ni aun detrás la bandera, a menudo sacada hoy en día en las calles de Madrid, de una República española cuyas manos no son menos tachadas de sangre obrera, los 3000 mineros asesinados en las Asturías en 1934 para mencionar su mayor hazaña, que la monarquía democrática. No olvidemos que esta fue establecida por el franquismo. Otra vez, como en 1936-1939, serían los proletarios quienes pagarían el precio lo más caro.
La situación actual puede acabarse en una nueva bufonada del nacionalismo pequeño-burgués catalán después la del 6 de octubre 1934 cuando el Presidente de la Generalitat de Catalunya Lluis Companys declaró, ya, la independencia de la República catalana contra « las fuerzas monárquicas y fascistas » (El País, 7 de octubre 2017). Esta república vivió apenas unas diez horas. O bien, más grave, podría desencadenar a plazo en un verdadero enfrentamiento sangriento a semejanza precisamente de 1936. “Técnicamente” si se puede decir, las fuerzas nacionalistas y democráticas ya están alineadas por ambas partes para tal final. Ahora bien, en tal caso no es seguro que las demás clases dominantes europeas e internacionales no tendrían interés – saber si serían conscientes o no es secundario – en dejar empeorar la situación. Dada la situación presente del mundo capitalista, sus contradicciones económicas (como lo recuerda la TCI) e históricas, la necesidad y la perspectiva de un enfrentamiento con el proletariado internacional para infligirle una serie de derrotas históricas se vuelven más y más apremiantes con miras a abrir “a lo mejor” la vía hacía la guerra generalizada. Y no se puede excluir que la idea de un “remake” del sangrado español de 1936 y de la derrota ideológica, política e física del proletariado de aquel entonces que había abierto definitivamente el camino hacía la 2a Guerra mundial, no esté presente entre las fracciones de las clases dominantes las más conscientes de los retos históricos.
Por eso, la participación en apariencia relativamente masiva de los obreros en la huelga general del 3o de octubre pasado “contra la represión española” llamada por los sindicatos, incluso los sindicatos izquierdistas y anarquistas CGT y CNT, es una mala señal. Por eso la presencia activa y el radicalismo radical independentista del grupo de extrema-izquierda catalanista CUP es peligroso. Al igual que la postura, en apariencia “mediador”, de Podemos que llama a la vez por un nuevo referéndum y la destitución del gobierno Rajoy « para salvaguardar la unidad de la patria ». Los obreros en España como en Cataluña no tienen ninguna ilusión sobre la política de clase de Mariano Rajoy, tampoco sobre el Rey quien “salió de su reserva” para apoyar el primero, y no olviden tampoco su filiación directa con el franquismo. No son ellos quienes pueden convencerlos de alistarse con el terreno nacionalista y por la defensa de la democracia republicana. Pero definitivamente las fuerzas de izquierda llamadas “radicales”, sí lo pueden hacer : Podemos, CUP, Catalunya en comú de la alcaldesa de Barcelona, los sindicatos CGT, CNT, CCOO, etc.
Si esta participación obrera debía confirmarse como parece haber sido el caso el 3o de octubre, permitiría al conjunto de la burguesía española (incluso catalana) entablarse aún más en el enfrentamiento nacionalista. Entonces, y en la medida que tal conflicto no se desarrollaría en un país “periférico” tal como el Kurdistán donde los independentistas kurdos apoyado por gran parte del izquierdismo y anarquismo internacional van a sufrir una nueva canecería , una nueva “guerra de España” significaría una primera derrota histórica de una fracción importante del proletariado europeo. Significaría que la burguesía internacional quiere de manera absoluta abrirse ahora mismo el camino a la guerra imperialista generalizada. En este sentido, la Cataluña de hoy en día sería un tipo de “remake” del 1936 con la diferencia de que sería la primera derrota y no la última. La alternativa Revolución o Guerra generalizada no sería resuelta por este simple hecho pero la opción capitalista, la guerra, marcaría un primer gol en las confrontaciones masivas entre burguesía y proletariado que se abren a nivel internacional.
Cataluña: los nacionalismos contra la clase trabajadora (Tendencia Comunista Internacionalista)
El conflicto entre las facciones que defienden el actual estado español y las que buscan separar un estado catalán sigue acelerándose. Cualquiera sea el resultado o los giros y quiebros, resulta claro que los trabajadores con conciencia de clase necesita ser independientes por igual de los que pelean por un estado catalán segregado o por la preservación de la organización estatal existente - ambos representan la fachada bajo la que la clase dirigente ejercita su control.
Maniobras nacionalistas
La última fase del engranaje de los proyectos nacionalistas rivales comenzó en septiembre, cuando el Parlamento catalán aprobó una moción convocando un referendum de independencia el 1 de octubre.
El gobierno español declaró la decisión inconstitucional basándose en la Constitución española de 1978 que afirma «la indisoluble unidad de la nación española» - una resolución que anunciaba un control firme de cualquier eco de las tendencias separatistas locales aparecidas durante la guerra civil en los 30. En cualquier caso el gobierno catalán decidió mantener su propuesta con la esperanza de sacar partido de los años alimentando el separatismo catalán. El 20 de septiembre, el estado español lanzó la «Operación Anubis» -un intento de prevenir que el referendum tuviera lugar que el incluía el registro de oficinas del gobierno catalán, el arresto de responsables políticos y la confiscación de papeletas de voto. Esto culminó con el ejercicio abierto de la violencia estatal por las fuerzas de seguridad del estado español el día en el que se celebró el referendum.
Se celebraron protestas contra esta violencia en Cataluña pero hasta el momento no tenemos información de protestas en otros lugares del país. En su lugar hemos visto manifestaciones masivas del nacionalismo español en Madrid y en otros lugares -una ilustración obvia del nacionalismo rompiendo la unidad de la clase trabajadora. Los hechos del 1 de octubre galvanizaron las tendencias nacionalistas en ambos lados. De acuerdo con las autoridades autonómicas catalanas el 91,96% votó si a una república catalana independiente, pero la participación total fue baja, un 42.58%. El día de las votaciones se empañó por la confusión y el lío dado que la Policía Nacional y la Guardia Civil intentaron cerrar los colegios electorales. 893 civiles heridos revelan la violencia inherente al estado democrático -algunos comentaristas, entre ellos, irónicamente, Nicolás Maduro, compararon la actuación del gobierno de Mariano Rajoy y la España franquista.
Seguidamente, la Comisión Europea declaró que «bajo la Constitución española, la votación del 1 de octubre en Cataluña no fue legal» y que confiaban en «el liderazgo del primer ministro Mariano Rajoy para gestionar este difícil proceso» [1]. Tras la mano dura del estado español, la CGT, seguida de la CNT y otros sindicatos pequeños, vieron la oportunidad de convocar una huelga general el 3 de octubre. Tras los hechos del día 1, los grandes sindicatos españoles, UGT y CCOO, así como la Assamblea Nacional Catalana (ANC) anunciaron en su lugar lo que debería describirse como un «paseo ciudadano» - en su llamamiento podía leerse: «Llamamos al conjunto de la sociedad, a las organizaciones empresariales, a los empresarios, sindicatos, trabajadores, autónomos, a las instituciones y todos los ciudadanos de Cataluña a un «paro país» el martes 3 de octubre» La huelga del 3 de octubre afectó al transporte público, a dos grandes puertos y al sector agrario [2].
Fuera como parte de una protesta ciudadana o como respuesta a un llamamiento a la huelga general, fuera motivada por el nacionalismo o por la rabia contra la policía, los trabajadores reaccionaron a los hechos. Sigue sin quedar claro hasta qué punto las noticias de asambleas locales reflejan chispas de auto-organización obrera o fueron creación de la dirección de la burguesía local para que actuaran como subalternos para impulsar la agenda separatista. Desde el comienzo de Octubre, ambas maquinarias estatales, la de Madrid y la de Barcelona han justificado sus propias posiciones reinvindicando que sus respectivas posiciones constitucionales superaban a la de la otra. Sería un error fatal si los trabajadores en Cataluña o en el resto de España son arrastrados por cualquiera de los argumentarios en conflicto. Tras los debates legales bizantinos se esconde la realidad de las facciones de la clase dominante buscando extender su propia capacidad para explotar a la clase trabajadora -totalmente indiferente a cosas accidentales como el nacimiento, la nacionalidad o la herencia cultural.
La respuesta internacionalista
Los sucesos en Cataluña tienen que entenderse en el contexto de la crisis económica de largo recorrido del capitalismo que culminó con el crash financiero de 2007, desde el que no ha habido una recuperación real. Esto ha llevado, de manera creciente, a secciones de la clase capitalista a pensar que pueden gestionar la economía mejor que el estado central. Lo que a su vez ha generado un cambio global hacia el nacionalismo y el populismo. En una economía que todavía no se ha recuperado diez años después de que estallara la burbuja especulativa, la clase dirigente se está quedando sin ideas y se divide sobre como salir del paso.
El intento del gobierno catalán de echar la culpa al gobierno central español para arrastrar obreros tras el programa separatista, se supone que tapará el hecho de que ciertas secciones de la clase dirigente catalana (que también está dividida sobre esta cuestión) haya sido tan responsable de poner en marcha las medidas de austeridad como el gobierno de Madrid. Como hemos dicho muchas veces, la liberación nacional no hace sino dividir a la clase trabajadora y deja a los trabajadores a merced de su propia burguesía nacional.
Allá donde las distintas facciones nacionales han difundido delirios nacionalistas, sostemenos que la clase obrera local debe enfrentar a los dos bandos del debate sobre tales proyectos. Los ejemplos son innumerables (incluyendo algunos recientes como Ucrania [3], Escocia [4] o Kurdistan [5]). Incluso, mientras escribimos, el referendum en el Kurdistán iraquí está siendo usado para preparar el siguiente capítulo de muerto y sufrimiento alrededor de la lucha por los recursos del caldero turco/sirio/iraquí. Como internacionalistas, defendemos que la única alternativa a la devastación social y ambiental ofrecida por el capitalismo es que los trabajadores se unan por encima de las fronteras con una meta común: un mundo sin clases ni estados donde «el libre desarrollo de cada uno sea la condición para el libre desarrollo de todos». Para esto necesidamos una organización internacional, un partido, que pueda intervenir de modo efectivo en sucesos como la huelga en Cataluña -para empujar la lucha más allá del control de los sindicatos y los partidos institucionales, y declarar la independencia respecto a todos los estratos de la clase dominante sea cual sea su nacionalidad.
Si hay, donde alla, movimientos que crean asambleas barriales o de centro de trabajo, entonces hay que dar batalla para separarlas totalmente de las facciones del estado, español o catalán, y de la participación de empresarios locales. Las decisiones vinculantes deben venir de mítines masivos con delegados fiscalizables y revocables. La extensión y reticularización de tales organizaciones de la clase trabajadora es la alternativa al sangriento callejón sin salida de los nacionalismo rivales que la burguesía está preparando. En ausencia de una organización internacionalista efectiva ofrecemos nuestra solidaridad y ayuda a los núcleos comunistas y a los individuos que luchan por esa necesaria respuesta proletaria.
Notes
[1] Declaración sobre los eventos en Cataluna europa.eu
[2] independent.co.uk
[3] leftcom.org
[4] leftcom.org
[5] In Rojava: People’s War is not Class War leftcom.org