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Comunicado del GIIC sobre la revuelta social en Francia (2 de diciembre 2018)

Al tercer sábado del movimiento de los "chalecos amarillos", las imágenes de los disturbios en los Campos Elíseos y del barrio burgués rico y chic de París que los rodea, están en la primera plana de los noticieros. Pero este 1ero de Diciembre, y después dos semanas de bloqueos de las carreteras y de las rotondas, es una verdadera revuelta social mezclando obreros, desempleados, jubilados, artesanos, campesinos, pequeños y auto-empresarios que ha explotado a través todo el país. Los enfrentamientos con la policía se han multiplicado en Tolosa, Marsella, pero también en Tours, Avignon, en Dijon, en varias ciudades más o menos grandes… hasta el Puy en Velay donde la prefectura ha sido quemada por los manifestantes [1].

Exacerbación y generalización de la rabia popular en todo el país

Si unos grupos de extrema derecha [2] y de "extrema izquierda" tipo Black blocs fueron, por cierto, activos al inicio de los enfrentamientos parisinos, se puede dudar seriamente que fuera lo mismo en Puy en Velay (18 000 habitantes al centro de la Francia rural) o aún en Charlevilles-Mézières (48 000 habitantes en las Ardenas). Ante la represión de los CRS y gendarmes (la policía anti-motín), numerosos "chalecos amarillos" decidieron responder a la violencia estatal, sea asumiendo ellos-mismos su propria defensa, sea asociándose directamente o pasivamente a las violencias de diversos grupos más o menos informales llamados "extremos". Este rechazo físico al ceder a la violencia policíaca del Estado se había ya expresado durante las manifestaciones obreras de 2016 contra la "ley trabajo" que habían sido reprimidas de manera muy violenta, y durante las cuales, miles de trabajadores mostraban sin embargo su solidaridad con los "black blocs" y otros frente a la policía. Esta "radicalización" de los manifestantes durante las movilizaciones sociales responde a las violencias cotidianas impuestas por el capitalismo y la dictadura de su Estado ; y de manera más general a la crisis del capitalismo y a las miserias de todo tipo que este impone sobre miles de millones de seres humanos. Más allá del desconcierto creciente del gobierno incapaz de enfrentar la situación inmediata y que parece únicamente capaz de tirar aceite al fuego, su rechazo – hasta ahora – para retirar sería sólo el alza de las tasas sobre la gasolina que hubiera podido calmar la explosión general de rabia, ilustra a la vez la urgencia del capitalismo francés, pero también internacional, para imponer cada vez más miseria y explotación y el inevitable estallido de violencias sociales masivas a nivel mundial cuyos inicios apenas estamos viendo. Del mismo modo, el hecho que, hasta ayer, las encuestas de opinión indican que 85% de la población francesa apoya al movimiento a pesar de las violencias de los 17 y 24 de noviembre – centenares de heridos y dos muertos – expresa esta radicalización y generalización de la rabia… como las contradicciones y limites de este movimiento ’interclasista’; quiere decir en el cual se mezclan pequeños empresarios, artesanos, incluso campesinos, asalariados, obreros y jubilados.

En el momento de redactar, el callejón sin salida parece total. Por un lado, sin volver sobre ninguna de las tasas y otros aumentos de los precios de la energía que ha decidido, el gobierno centra toda su comunicación sobre los amotinados, los medios de comunicación evocan un clima de insurrección y los sindicatos de policía llaman a que intervenga el ejército y a declarar de nuevo el estado de urgencia ; por el momento, el gobierno parece incapaz de proponer cualquier respuesta política. Por el otro, el movimiento de los chalecos amarillos, por sus características, su composición social diversa y aun contradictoria, sus reivindicaciones también diversas y contradictorias, es incapaz de organizarse a mínimamente y aún menos de poder presentar una verdadera perspectiva de lucha contra el Estado y el capitalismo.

Límites y callejón sin salido del movimiento "interclasista"

La foto de una treintena de chalecos amarillos arrodillados ante la Tumba del soldado desconocido al Arco de Triunfo en París y cantando a todo pulmón la Marseillaise, brazos blandidos hacia el cielo, cualquiera sean los autores (elementos de extrema derecha o no), en medio de los enfrentamientos, ilustra claramente los limites y las contradicciones de este movimiento.

Por una parte, además de las reivindicaciones llamando a la dimisión de Macron y a la disolución de la Asamblea Nacional, reivindicaciones típicas de la pequeña burguesía y de la extrema derecha, la de la bajada de los impuestos y tasas permite a "todos" reconocerse y reagruparse detrás este eslogan. Una gran mayoría de obreros, de proletarios, sobre todo en provincia, poco acostumbrados, si jamás lo fueran, a movilizarse sea por la huelga, sea en las manifestaciones, rechazados lejos de las ciudades y lugares de trabajo por el precio de las rentas y de la vivienda, se ven obligados a utilizar su coches para ir al trabajo. Así, el aumento de la tasa sobre la gasolina se vivió como una enésima agresión contra sus condiciones de vida, "la gota que colma el vaso". Es precisamente sobre estas reivindicaciones y características pequeño burguesas, en nombre del "pueblo francés", reagrupando a todas las capas de "trabajadores", asalariados y proletarios, pero también pequeños empresarios, auto-empresarios, artesanos, comerciantes, campesinos a veces, que el partido de izquierda France Insoumise de Mélenchon lo disputa a la extrema derecha y al Rassemblement National de Marine Le Pen el liderazgo de la defensa del pueblo francés, de la bandera nacional y del nacionalismo lo más grosero.

Sobre este terreno, los obreros que se encuentran aislados y ahogados en tanto que proletarios en una masa con intereses heterogéneos y aun a menudo contradictorios, aislados y ahogados en el "pueblo", no ganarán nada. Y tienen todo que perder a dejándose arrastrar a métodos y objetivos de lucha que pueden sólo perjudicar la defensa de sus intereses y llevarles en el callejón sin salida del nacionalismo y de la xenofobia, incluso del racismo.

Les toca a los proletarios tomar la dirección de la lucha contra el capitalismo

Por la otra parte, la participación individual de numerosos obreros, de jubilados y de desempleados hizo que varias reivindicaciones que podrían ser retomadas por la clase obrera como un todo, por el proletariado en tanto que clase explotada y revolucionaria, emergieron claramente encima del bric-a-brac reivindicativo de los chalecos amarillos. Además de la anulación de la alza del precio de la gasolina, el aumento del salario mínimo legal, el SMIC – muchos chalecos amarillos "obreros" fijan el aumento a 1800 euros mensuales –, así como el aumento general de los salarios y de las pensiones deberían ser retomadas en los lugares de producción para movilizarse y comprometerse de manera resuelta, quiere decir colectivamente, en la lucha. Es así que la clase obrera podría presentar a estas reivindicaciones una salida real abriendo la vía no solamente a que se las puede ganar, a que el capitalismo francés retrocede por primera vez desde mucho, pero también a la destrucción del capitalismo como tal que conduce el conjunto de la humanidad a la miseria, a la catástrofe ecológica – por la cual la burguesía quiere hacer pagar a los proletarios y poblaciones y a la cual la carrera a la ganancia capitalista nos lleva de manera inevitable – y, de manera más general, a la guerra imperialista generalizada.

Por ello, no se puede contar con los sindicatos llamados "obreros" para llamar a la lucha y a huelgas en la situación presente. Es precisamente lo que la componente obrera de los "chalecos amarillos" ha entendido muy bien después de los fracasos sucesivos de las movilizaciones pasadas, la de 2003 hasta las de 2016 contra la "ley trabajo" y de 2018 de los ferrocarrileros. En ausencia de perspectiva obrera, este sentimiento "anti-sindicalista" entre los sectores los menos experimentados del proletariado en Francia se reconoció, erróneamente, en el "anti-sindicalismo" del pequeño burgués que no es sino la expresión de su temor patológico ante la lucha obrera y la perspectiva del comunismo. Los sindicatos se abstendrán de hacerlo, salvo si sectores obreros al movilizarse ellos-mismos les obligue, aún menos que la emergencia de luchas obreras, huelgas y manifestaciones, en la situación actual de rabia generalizada arriesgaría a presentar rápidamente, y verdaderamente (al contrario de los chalecos amarillos), un peligro real para la burguesía y el capitalismo francés. Dadas las circunstancias y el radicalismo aparente de los chalecos amarillos y del ambiente generalizado en el país, una dinámica de movilización del proletariado en Francia daría de manera inmediata otro carácter a la revuelta social detrás las reivindicaciones salariales, un carácter de clase, en la cual la bandera tricolor lo cedería rápido a la bandera roja ; la Marseillaise al canto de la Internacional – de paso, haría volar en pedazo la "unidad interclasista" de los chalecos amarillos. Y sobre todo, cuestionaría rápidamente el poder existente, el gobierno actual, y provocaría una crisis política afectando a todo el poder de Estado [3].

Sin embargo, para que esta perspectiva de lucha obrera pueda abrirse, todavía los proletarios, los obreros los más combativos, tienen que comprometerse y movilizarse para el estallido lo más pronto posible de combates obreros, para intervenir hacia los chalecos amarillos, en particular obreros, y enseñarles el verdadero terreno y camino del enfrentamiento al capital. Para esto, no podrán ahorrarse la confrontación política a… los sindicatos y partidos de izquierda tan en los lugares de trabajo como en las manifestaciones callejeras. Pero para que esta perspectiva pueda abrirse, los militantes obreros más conscientes y los revolucionarios deben reagruparse, organizarse, en comités de lucha u otro forma, y dirigirse hacia todos los proletarios, tan en los lugares de trabajo como a los, "chalecos amarillos", quienes están en los bloqueos de carretera.

El GIIC – Revolución o Guerra (www.igcl.org), 2 de Diciembre 2018.

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Notas:

[1. Desde el 17 de noviembre, otro movimiento de "chalecos amarillos" se ha desarrollado, en grado menor, en Bélgica.

[2. Cabe destacar que los intentos iniciales de la extrema derecha de arrastrar a los chalecos amarillos sobre un terreno racista y xenofobo fracasaron hasta la fecha y que estos últimos, en su mayoría, se alejaron de este. El peligro del fascismo al poder no está en la agenda.

[3. No quiere decir por lo tanto que las cuestiones de la insurrección obrera y del poder de los consejos obreros, de los "soviets", sean planteadas. Falta mucho para que el proletariado esté a tal nivel de confrontación al capital y al Estado burgués.

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