(enero 2025) |
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Tesis programáticas (Barbaria) y nuestros comentarios
Hemos leído y discutido las tesis programáticas que el grupo revolucionario Barbaria [1] adoptó y publicó recientemente. Están disponibles en su sitio web y traducidas a varios idiomas. Nos ha parecido útil hacer llegar a Barbaria nuestros comentarios críticos. En sí mismos, pueden parecer “muy” críticos. Es cierto que parecemos compartir las principales posiciones de clase – parecer, decimos, porque las tesis no las afirman explícitamente como “fronteras de clase” como, por ejemplo, hacemos en nuestra propia plataforma. Pero diferimos marcadamente tanto en el enfoque como en el método, y en el marco programático y teórico que resulta del primero. Ante todo, las tesis ignoran la dimensión histórica propia del método del materialismo histórico, es decir, del marxismo. Las posiciones políticas y de clase presentadas se basan más en un deseo revolucionario, o incluso en un sentimiento, que en una comprensión materialista de la lucha de clases. El resultado son dos debilidades importantes que pretendemos combatir: un enfoque que calificaríamos de “anarquizante”, y una subestimación significativa, o incluso el olvido, de la lucha de clases y del proletariado como clase revolucionaria, que no están en el corazón de las tesis.
Sabemos que los orígenes, si no del propio grupo, de algunos de sus miembros, se encuentran en el antiguo Grupo Comunista Internacionalista (GCI). [2] También hemos observado que, desde su fundación, Barbaria ha intentado alejarse de esto y reapropiarse de los logros de la Izquierda comunista, sobre todo de Italia. Si se echa un vistazo a su página web, se ve que esta dinámica “hacia la izquierda” y este esfuerzo de reapropiación son muy claros. Es en este esfuerzo y en esta lucha teórico-política en la que pretendemos participar en la medida de nuestras posibilidades. No dudamos de que la publicación de estas tesis y de nuestras críticas interesará mucho más allá de nuestros dos grupos y de sus clarificaciones mutuas. Llamamos a todo el campo revolucionario a participar en este “debate-lucha” fraternal. La confrontación de las posiciones programáticas es esencial para preparar las mejores condiciones para la formación del partido mundial del proletariado. Tanto más cuanto que el tiempo se agota ante el drama histórico que se avecina.
Hemos optado por mantener la forma o presentación de nuestras críticas tal como las expresamos para nuestra propia discusión interna. Así pues, reproducimos las tesis de Barbaria e incluimos nuestros comentarios críticos, en forma de notas, entre corchetes y en negrita. Este método tiene la ventaja de facilitar la expresión y exposición de cada una de las críticas tesis por tesis. Puede ayudar al lector a orientarse. Tiene el inconveniente de dar respuestas parciales y de hacer olvidar los planteamientos generales tanto de las propias tesis programáticas como de nuestra crítica. No obstante, esperamos que lectores y militantes puedan sacar provecho de ella. En esta forma hemos enviado nuestros comentarios a Barbaria. Dado que las tesis y nuestros comentarios son extensos, no podemos publicarlo todo en un solo número de nuestra revista. Por ello, a esta primera parte le seguirá una segunda en el próximo número de nuestra revista, Revolución o Guerra nº 30.
Tesis programáticas de Barbaria
1. Materialismo histórico
Desear la revolución es algo intuitivo. Basta con haber vivido la violencia de este sistema en alguna de sus distintas modalidades y haber proyectado, efímeramente o con resolución consciente, la necesidad de una transformación radical de las cosas. Por el contrario, actuar como revolucionarios no es algo intuitivo. Conlleva poner sobre los pies una realidad social que nos aparece invertida con el fin de saber no solo cómo acabar con este sistema, sino sobre todo qué significa acabar con él. Por eso el método que utilizamos para interpretar el funcionamiento de la sociedad es fundamental.
El materialismo histórico entiende el devenir de las sociedades humanas a partir del concepto de modo de producción, es decir, la idea de que solo podemos entender una sociedad, sus instituciones, sus expresiones culturales, religiosas e ideológicas a partir de la forma en que produce y reproduce su vida material, los medios que utiliza y la manera en que se organizan sus miembros para ello. En definitiva, el ser social e histórico determina la conciencia.
El modo de producción define la totalidad social. Sus contradicciones intrínsecas marcarán el desarrollo histórico de la sociedad. En el capitalismo la incapacidad de superar estas contradicciones, sintetizadas en el choque de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, hace nacer de manera catastrófica —es decir, no gradual ni en una curva de ascenso y decadencia— el siguiente modo de producción, el comunismo. Sin embargo, éste no aparece de la nada: el pasaje a un nuevo modo de producción no se produce sin haberse gestado antes sus supuestos históricos, las condiciones de su emergencia. Es así como el capitalismo, el modo de producción más destructivo y alienante que ha conocido nuestra especie, prepara sin embargo las bases materiales para el comunismo.
[La reivindicación del materialismo histórico es en sí misma bienvenida. Esta reivindicación es indispensable para cualquier grupo revolucionario, sabiendo que la aplicación del materialismo histórico es también una lucha permanente para cualquier organización comunista, sometida a la presión de la ideología burguesa y, en cuanto al método, a la metafísica. [3]
Desgraciadamente, la exposición de esta tesis no nos parece que se ajuste al planteamiento y al método del materialismo histórico. En primer lugar, las tesis parten del punto de vista del individuo “actuar como revolucionarios no es algo intuitivo”. Más adelante veremos que este planteamiento tiene una serie de consecuencias políticas y, sobre todo, que influye negativamente en el conjunto del documento.
En segundo lugar, y sobretodo, en esta primera tesis no se dice nada sobre las fuerzas sociales, es decir, las clases, y en particular sobre el proletariado como clase explotada y revolucionaria. Un documento programático que pretenda basarse en el materialismo histórico debería afirmar ante todo que “la lucha de clases es la fuerza motriz de la historia”. De ello se desprende que, en la medida en que no se menciona explícitamente a la clase revolucionaria, la tesis no cierra la puerta a la posición, o a la “idea”, de la posibilidad de una transición mecánica o automática del capitalismo al comunismo, aunque la tesis la presente como ocurriendo “de manera catastrófica”.
Esta tesis sobre el materialismo histórico es, en el mejor de los casos, demasiado vaga para tesis programáticas. Para anclar todas las tesis en el terreno de la lucha de clases desde el principio, habría sido necesario partir del punto de vista de las clases, y no de los individuos, como base fundamental de la sociedad, afirmando que el materialismo histórico es la teoría revolucionaria del proletariado.]
2. Capitalismo
El capitalismo es el último modo de producción de las sociedades de clase, hoy presente en todo el planeta. No es un mero sistema de explotación económica, que se acompaña o intersecciona con otros sistemas de dominación como el de la raza, el del género o el tecnoindustrial. Es el modo en que la sociedad produce y reproduce su vida —en todos sus aspectos— a partir de la producción de mercancías. Que la finalidad social sea la producción de mercancías y no de bienes destinados a la satisfacción de necesidades no es baladí: ello induce un automatismo donde las relaciones sociales toman la forma de cosas y donde el movimiento de los productos determina el movimiento y la vida de los productores. La realidad se presenta invertida: es el fetichismo de la mercancía.
La naturaleza internacional del capitalismo se expresa a partir de naciones contrapuestas que compiten entre sí por el mercado mundial y la predominancia político-militar que lo acompaña. En otras palabras: se expresa a partir de burguesías nacionales que compiten entre sí por hacerse con una cuota mayor del plusvalor explotado al proletariado mundial. Como toda pugna, hay naciones más fuertes y más débiles. La dimensión internacional del capitalismo se presenta fragmentada y jerarquizada, pero no por ello hay naciones oprimidas y naciones opresoras, solo naciones con mejor desempeño que otras en la concurrencia mundial. Esta configuración hace que el nacionalismo y el racismo sean una característica estructural del capitalismo. Hace también que todo Estado sea imperialista y que la guerra entre Estados sea un producto necesario y permanente del sistema.
El capitalismo es la última sociedad de clases: con las anteriores presenta continuidades y discontinuidades. La emergencia de la propiedad privada y de las clases sociales exigió una estructura patriarcal de la reproducción, cuya célula básica está en la familia y donde el control del cuerpo de la mujer es clave. El capitalismo, en tanto que sociedad de clases, continúa teniendo una estructura patriarcal, pero la reproduce conforme a su lógica mercantil y abstracta, que separa producción y reproducción, espacio público y privado, y hace de lo biológico un obstáculo a la producción ilimitada de valor o, en el mejor de los casos, un coste que soportar en sus cuentas de gasto.
Por ello mismo, un modo de producción que ha convertido al ser humano en una mercancía no puede ser menos destructivo para el entorno natural. Cuanto más se desarrolla el capitalismo, cuanto más potencia su capacidad productiva, más trabajo expulsa y más materias primas y energía requiere en su producción: en definitiva, el desarrollo del capitalismo se acompaña del aumento de la miseria social (población excedente) y de la destrucción vertiginosa del mundo natural, socavando así las bases mismas de nuestra existencia como especie.
En la base de esto se encuentra el agotamiento del valor. El alto grado de socialización y desarrollo de la capacidad productiva que ha alcanzado este sistema hace caducas históricamente no solo las categorías específicas del capitalismo (valor, mercancía, trabajo asalariado), sino las que han vertebrado los modos de producción clasistas (propiedad privada, familia, Estado). Sin embargo, este agotamiento no implica un lento decaer hacia un nuevo modo de producción, sino que incrementa las consecuencias catastróficas de perseverar en este: dado que las fuerzas productivas no pueden dejar de crecer, su contradicción con las relaciones de producción —es decir, la contradicción entre una producción cada vez más social y una apropiación privada del producto— se hace cada vez más violenta. El capitalismo es una máquina automática que muere matando, y no parará si no subvertimos revolucionariamente las relaciones sociales existentes.
[De hecho, esta segunda tesis sobre el “capitalismo” aborda varias cuestiones de forma un tanto dispersa. Sobre todo, adolece del enfoque de su predecesora, que no sitúa el antagonismo de clase en el centro del documento y de su método. El resultado son concesiones a la ideología izquierdista y a algunas de sus posiciones políticas, en particular en lo que se refiere al feminismo.
1) la sub-estimación del principio de la lucha de clases
Su primer párrafo menciona que el capitalismo “es el último modo de producción de las sociedades de clase”. Pero eso en sí mismo no basta, sobre todo porque parece buscar ante todo “distinguirse” de las ideologías izquierdistas, y por tanto burguesas y contrarrevolucionarias, en particular el feminismo y la “interseccionalidad”. Afirmar el principio de la “lucha de clases como motor de la historia” – desgraciadamente ignorado, o al menos subestimado, repitámoslo – habría bastado para rechazar cualquier carácter proletario a las “luchas parciales” y otros “movimientos sociales” vinculados a la teoría izquierdista y contrarrevolucionaria de la interseccionalidad. El resultado es un enfoque que tiende a aceptar el terreno y el marco izquierdistas sobre estas cuestiones en lugar de imponer el terreno de la lucha de clases y del proletariado como única clase revolucionaria. Este enfoque conciliador con el terreno del izquierdismo se refleja en el tercer párrafo, que de nuevo se centra en la “estructura patriarcal” del capitalismo.
2) Ignorancia del método histórico
La ausencia de una referencia y un marco históricos para el desarrollo de estas tesis, la ausencia del método histórico característico del “materialismo histórico”, abre la puerta al terreno e incluso en parte a la penetración de posiciones del izquierdismo: patriarcado y racismo serían “estructurales” del capitalismo.
Ahora bien, el materialismo histórico explica cómo este destruye los fundamentos mismos de la familia y el patriarcado. “en las clases oprimidas, es decir, en nuestros días en el proletariado, (...) todos los fundamentos de la monogamia clásica. Aquí faltan por completo los bienes de fortuna, para cuya conservación y transmisión por herencia fueron instituidos precisamente la monogamia y el dominio del hombre; y, por ello, aquí también falta todo motivo para establecer la supremacía masculina.” [4] Los restos del patriarcado, y sobre todo el sexismo y otras formas de discriminación contra las mujeres y la homosexualidad, son “un legado reaccionario del pasado muerto tanto como lo es el derecho divino al trono”. Se perpetúan porque se han convertido “en poderosas herramientas al servicio de intereses hostiles a los del pueblo” como los subraya Rosa Luxemburg [5]. Así que no es casualidad que sean mantenidas en gran medida por la ideología burguesa, en particular sobre las fracciones más atrasadas del proletariado, como acabamos de ver de nuevo con la campaña electoral de Trump en Estados Unidos. En ausencia de un movimiento proletario significativo, estas “secuelas reaccionarias” se exacerban hasta convertirse en puro sexismo, machismo, desprecio e incluso violencia hacia y contra las mujeres, incluso entre las capas e individuos más atrasados de la clase obrera; y sobre todo hasta imponer oposiciones a-clasistas racismo-antiracismo, feminismo-patriarcado, que sólo pueden distraer y atacar la unidad del proletariado a través y en sus luchas.
Lo mismo ocurre con el racismo, que también se presenta como “estructural” del capitalismo. Sin embargo, el propio capital hace que cada proletario se parezca a los demás, hasta el punto de negar su singularidad, incluido el color de la piel, el sexo y el origen, en el proceso de producción y como trabajador asalariado, proletario. ¿Y el antirracismo? La burguesía puede muy bien utilizar y promover los sentimientos racistas y antirracistas en función y contra el desarrollo de la lucha proletaria. Esto es lo que debe afirmar un documento programático comunista. Esto es lo que nos enseñan tanto el principio de la lucha de clases como el método del materialismo histórico.
En cuanto al resto de esta tesis, su segundo párrafo explica bastante claramente el desarrollo del imperialismo y se pronuncia, al parecer, sobre el carácter burgués y contrarrevolucionario de las luchas de liberación nacional y de la guerra imperialista. Sobre esta cuestión de las luchas de liberación nacional, estamos pues hoy del mismo lado de la barricada que Barbaria, si su posición es efectivamente la que tiende a desprenderse del escrito, a saber, que estas luchas de liberación nacional son hoy contrarrevolucionarias.
Sin embargo, y una vez más, la ausencia de método histórico y la falta de precisión sobre el tema nos hacen temer que el hecho de compartir una misma posición de clase no se haga con la misma comprensión y el mismo enfoque militante. En efecto, hubo un tiempo en que el proletariado podía, en determinadas condiciones, apoyar las luchas de liberación nacional y en que las guerras no eran imperialistas, lo que determinaba posiciones proletarias diferentes de las actuales. No estamos seguros de que Barbaria comparta esta posición.
Por otra parte, ¿qué significa “agotamiento del valor”?]
3. Communismo
Ese siguiente modo de producción, el comunismo, no tiene nada que ver con la Unión Soviética, la China maoísta o la Cuba de Castro y Guevara. Lo que la contrarrevolución ha presentado como comunismo es directamente la negación del programa revolucionario que empezó a desarrollarse desde la Liga de los Comunistas y la AIT a partir de la lucha del proletariado, en especial con la gran experiencia histórica de la Comuna de París, y que sintetizaron teóricamente Marx y Engels. No ha habido nada peor para nuestro movimiento revolucionario que el hecho de que la contrarrevolución se presentara con los ropajes de la revolución e invirtiera los términos, punto por punto, del comunismo. Nos reivindicamos de aquellos compañeros que hicieron un combate físico y programático frente al oportunismo en la II y III Internacional y frente a la contrarrevolución estalinista, y que sacaron de la medianoche del siglo las lecciones imprescindibles para el próximo asalto revolucionario de nuestra clase: hablamos especialmente de la izquierda comunista italiana, pero también de aportaciones anteriores de los bolcheviques y Lenin, de Rosa Luxemburgo y de la izquierda germano-holandesa, así como de las posiciones de los internacionalistas que durante la II Guerra Mundial rompieron con la IV Internacional, como G. Munis que posteriormente fundaría el FOR, Agis Stinas o Ngo Van.
[Hay dos posiciones políticas muy importantes, que se han convertido en principios, que se plantean aquí y que compartimos: el carácter capitalista de los países llamados socialistas, desde la URSS hasta Cuba y China; y la reivindicación de la lucha de las fracciones de izquierda en el seno de las 2ª y 3ª Internacional. Esto último es fundamental para sentar las bases programáticas del programa comunista y para que un grupo revolucionario pueda participar en su elaboración, así como en la lucha por el partido y por la “dirección” política de los combates de clases.
A riesgo de parecer demasiado quisquillosos, lamentamos la reivindicación de camaradas – “nos reivindicamos de aquellos compañeros” –, es decir, individuos – por respetables y admirables que sean – en lugar de la reivindicación – reducida a una referencia en la tesis – de las corrientes políticas que fueron las fracciones de izquierda. Esta crítica remite a la observación que hicimos en el primer párrafo de la primera tesis. El punto de partida de cualquier planteamiento materialista – marxista – y comunista no pueden ser los individuos, ni siquiera los individuos revolucionarios, es decir, aunque sean militantes organizados. El punto de partida sólo pueden ser las clases y sus expresiones políticas; el proletariado y sus minorías, corrientes, grupos y partidos revolucionarios.
“Partir de la unidad-individuo para sacar de ella deducciones sociales y elaborar planes de sociedad, o incluso para negar la sociedad, es partir de un supuesto irreal...” [6]
Por eso, por nuestra parte, “reivindicamos los combates” de la Liga de los Comunistas, de la I Internacional, de la II Internacional, de la III Internacional y de todas las corrientes y fracciones de izquierda que han asumido la continuidad histórica del programa comunista combatiendo el oportunismo en su seno. ¿Reivindicar los combates? Es decir, reivindicar no las posiciones tomadas en sí mismas, sino el momento y las circunstancias en las que se tomaron; es decir, estar del mismo lado que la Izquierda marxista en las distintas barricadas o sucesivas batallas a nivel político, teórico, organizativo, etc. en las que ha participado. Y, en este sentido, también podemos “referirnos” a los militantes más eminentes, empezando por Marx y Engels, por supuesto, para apoyar nuestra reivindicación histórica y nuestros argumentos.]
El comunismo es una sociedad sin dinero, mercancía ni propiedad privada, y por tanto sin clases sociales, familia ni Estado. La única forma abolir estas categorías es mediante la constitución de una comunidad mundial en la que se destruyan todas las fronteras, se planifique la producción conforme a las necesidades humanas a partir de las diferentes capacidades de sus miembros y se distribuya el producto del trabajo conforme a sus necesidades. Frente al capitalismo, que se basa en la producción por la producción porque tiene como finalidad el incremento permanente del valor, el comunismo es antiproductivista, porque se destina a las necesidades humanas de las generaciones presentes y futuras. La transición al comunismo implicará un proceso tanto de reducción y transformación de la producción como de eliminación del derroche permanente a que obliga la forma de consumir en este sistema, uno de cuyos elementos centrales está en la separación entre el campo y la ciudad.
[Compartimos la concepción indiscutiblemente comunista del comunismo aquí expuesta, que se refiere a cuestiones de principio de clase.]
El comunismo no solo es deseable y posible, sino que es más actual que nunca. La misma causa de la crisis social y ecológica que estamos viviendo de manera creciente, el agotamiento del valor, es la confesión de que el desarrollo humano ya no soporta la existencia de la propiedad privada y sus derivaciones lógicas (mercancía, dinero, trabajo asalariado, clases sociales, familia, Estado). Cada vez hay menos trabajo, estamos rodeados de dinero sin valor, la clase capitalista es cada vez más impersonal, la familia está en permanente crisis, el Estado ve puesta en cuestión su soberanía al mismo tiempo por fuerzas nacionalistas a su interior y por la fuerza del capital internacional. El propio capitalismo está poniendo en cuestión sus categorías. Ningún modo de producción surge de la nada, sino que se va gestando en las contradicciones del anterior. Hace un siglo que el comunismo es posible, pero hoy en día su actualidad es manifiesta, perentoria.
[Creemos que es un error considerar que las fuerzas nacionalistas, imaginamos que se trata de las fuerzas de “extrema derecha”, al igual que el capital internacional, puedan “poner en cuestión” la soberanía de los Estados. El imperialismo puede reducir la soberanía de los Estados capitalistas más débiles en beneficio de los más fuertes. Pero la extrema derecha, incluidos los libertarios estadounidenses y otros, están implicados en el fortalecimiento del Estado, al igual que el capital internacional, es decir, el capital siempre en competencia, que necesita más que nunca al Estado nacional para defender sus intereses: ¿no es éste el caso en países como China y Rusia? Y más aún en los países de “libre mercado” de Occidente, empezando por Estados Unidos y el papel del Estado en la política económica, la bidenomics por ejemplo, o capitalistas como Elon Musk que sólo han podido desarrollarse gracias al apoyo del Estado y a las órdenes públicas.
Al presentar a las fuerzas de derecha “nacionalistas” como un cuestionamiento del Estado se corre el riesgo de malinterpretar las cuestiones políticas en juego y, en particular, la importancia de su llegada al poder cuando ésta se produce.]
4. Revolución mundial y dictatura del proletariado
No se pueden transformar las relaciones existentes desde dentro del Estado burgués, a través de un lento trabajo legislativo que vaya ensanchando los espacios de poder obrero en este sistema. Tampoco se pueden transformar en paralelo al Estado, a través de un lento trabajo social de construcción de cooperativas, ecoaldeas, okupas y fórmulas semejantes: la autogestión es una trampa que nos hace interiorizar la explotación capitalista con la idea de que si no hay patrón, no hay explotación. La única forma de acabar con el capitalismo es mediante una insurrección violenta en la que el proletariado establezca sus propios órganos de poder —asambleas de clase e internacional comunista—tome las armas y destruya el Estado burgués para establecer su dictadura de clase.
[Compartimos la posición de clase sobre el parlamentarismo hoy. Pero, una vez más, aparte de que su carácter de “frontera” de clase no es explícito (como en el caso de la autogestión), se muestra sin referencia histórica.
Las posiciones sobre la insurrección proletaria y sobre la “dictadura de clase”, es decir, la “dictadura del proletariado”, son fundamentales, aunque la presentación de los “órganos de poder” carezca de precisión: ¿por qué no hablar explícitamente de los consejos obreros como órganos de insurrección y de poder?
Por otra parte, la Internacional comunista como “órgano de poder” devuelve a un debate en el seno del campo proletario, en particular sobre la cuestión del papel del partido en el ejercicio del poder. Cualquiera que sea la posición adoptada, puede o debe el partido ejercer el poder o no, ¿cómo imaginar que la Internacional, o el partido internacional, sea un “órgano de poder”, asuma el poder, como Internacional mientras la dictadura de clase no se haya extendido a todo el planeta? Pero esta pregunta mereciría, y merece hoy – ¿exige? – un debate en profundidad que hemos iniciado en el seno del GIIC, pero que aún no hemos podido completar, y que debería ser retomado por el conjunto del campo proletario.]
El capitalismo tiene una naturaleza internacional. Mientras la revolución no se extienda mundialmente, no se puede acabar con el valor en ningún territorio: no existe el socialismo en un solo país. Por ello mismo, no se puede acabar con la existencia de clases sociales y se hace precisa una dictadura de clase. Al interior del territorio insurrecto, ésta debe imponerse autoritariamente contra la reacción burguesa y contra el desarrollo de las relaciones mercantiles, iniciando desde el primer día la máxima reducción y reparto del tiempo de trabajo, la gratuidad de los medios de subsistencia fundamentales, la desinversión en la producción de medios de producción y su redireccionamiento hacia el consumo. Hacia el exterior, única salvaguarda de que el proceso no degenere, la Internacional debe impulsar por todos los medios la extensión de la revolución mundial y la ampliación de la dictadura de clase sin fronteras hasta recubrir el globo. Para ello, la Internacional no puede ser una federación de partidos nacionales, sino un único partido mundial con un único programa al que se subordinen sus distintas secciones, especialmente aquellas donde la insurrección proletaria ha sido victoriosa. Solo entonces, habiendo triunfado internacionalmente la revolución, se podrá acabar con el valor y, en consecuencia, con las clases sociales. Así, el órgano que nació para gestionar una sociedad fracturada en clases, el Estado, quedará relegado al basurero de la historia.
[También aquí se expone claramente la visión del comunismo y del período de transición. En particular, los objetivos que debe fijarse la dictadura de clase. Por orden de prioridad, en nuestra opinión: 1) la dictadura de clase contra la burguesía; 2) la extensión de la revolución; 3) la máxima mejora de las condiciones de vida y de trabajo del proletariado – que sigue siendo una clase explotada hasta que el modo de producción haya desaparecido a escala mundial; 4) la planificación de la producción en la dirección de esta mejora de las condiciones proletarias, a sabiendas de que el proletariado en el poder se enfrentará a la guerra civil y a la contrarrevolución armada. Sabemos, sobre todo por la experiencia rusa, que el ejercicio de la dictadura del proletariado en países o grupos de países más o menos aislados se enfrentará a una contradicción entre las necesidades de la extensión de la revolución y de la guerra civil que impondrá la burguesía y la defensa de las condiciones de vida y de trabajo del proletariado, es decir, entre producir para el consumo de los trabajadores en una situación de escasez y de guerra, e incluso de destrucción masiva, por una parte, y, por otra, la defensa del poder proletario y del estado de dictadura de clase.
Compartimos la opinión de que la Internacional no puede formarse sobre la base de una federación de diferentes partidos nacionales, sino sobre la base de un único partido mundial con un único programa.]
5. Programa mínimo y programa máximo
El comunismo es lo mínimo que debemos realizar: desde el primer asalto mundial del proletariado que se inició en 1917, precedido por las revoluciones de 1848 y 1871, la revolución comunista es posible materialmente en todo el mundo. Toda reivindicación democrático-burguesa o reformista irá entonces en contra de la revolución, porque servirá para reapuntalar un sistema que debería estar ya muerto. En consecuencia, los revolucionarios no pueden asumir estas reivindicaciones como parte de su programa mínimo, si no quieren que este acabe por trabajar en contra de su programa máximo: la lucha por el comunismo.
[Compartimos estas posiciones – programa máximo, reivindicación burguesa o reformista contra la revolución - hoy. Al hacerlo, nos encontramos hoy del mismo lado de la barricada en estas cuestiones. Es decir, para la época del imperialismo o decadencia del capitalismo, y eso a grandes rasgos desde la Primera Guerra Mundial de 1914. Pero la forma a-histórica en que se plantean devuelve a una visión de tipo “anarquizante” y no marxista, contraria al materialismo histórico. En efecto, al equiparar la oleada revolucionaria de 1848 en Europa con la oleada revolucionaria iniciada por la Revolución rusa en 1917, Barbaria parece rechazar las posiciones políticas de la Liga de los Comunistas y de Marx: en 1848, el proletariado podía y debía participar, sin dejar de ser autónomo, en las reivindicaciones “democrático-burguesas” para favorecer, no la instauración de tal o cual capital nacional en sí, sino la emergencia del proletariado mismo y el desarrollo de la lucha de clases. Las posiciones de Marx y Engels sobre Irlanda y Polonia son muy claras a este respecto.
En consecuencia, este enfoque abstracto y a-histórico debilita no sólo el propio argumento, sino sobre todo la capacidad futura de Barbaria de inscribirse y orientarse en la lucha de clases, como vanguardia, no desde un punto de vista ético o moral, sino en función de la realidad cambiante de la relación de fuerzas entre las clases.]
Por ello estamos en contra del apoyo a cualquier movimiento nacional de “liberación” que, por definición, promueve la constitución de un nuevo Estado burgués y funda su lucha no en el enfrentamiento entre clases, sino entre razas y naciones, dividiendo al proletariado, empujándolo a defender los intereses de “su” burguesía en la pugna imperialista y confundiendo el internacionalismo con la «solidaridad entre pueblos», es decir, con el apoyo desde el extranjero a esa burguesía.
[Misma observación y misma crítica: compartimos la posición misma, estamos hoy del mismo lado de esta barricada. Pero esta posición tiene un valor “histórico”, no eterno.]
La defensa de la democracia, como la forma de organización más característica del Estado capitalista, conlleva siempre el reforzamiento de ese mismo Estado y está siempre en contra de los intereses del proletariado: se dé esta defensa de manera directa, promoviendo la participación parlamentaria o los cambios legislativos, o de manera indirecta como «mal menor» frente a una dictadura militar o fascista. Históricamente, el antifascismo supuso una profunda derrota para el proletariado. Implicó su unión con la burguesía liberal —para la defensa del Estado que ella misma había dejado en manos del fascismo—, el abandono del internacionalismo y su utilización como carne de cañón en una nueva guerra imperialista.
[Estamos en el mismo lado de esa barricada, la barricada del antifascismo como arma de la contrarrevolución.]
El sindicalismo no es lo mismo que la lucha del proletariado en el lugar de trabajo: consiste en la especialización de la actividad militante en la reivindicación laboral, llevando a unos pocos trabajadores a construir órganos permanentes que acaban por autonomizarse del resto y constituirse, con mayor o menor éxito, en organismos de negociación —es decir, de mediación con el capital. Se lleve a cabo mediante sindicatos u otras fórmulas más horizontales, el sindicalismo ha implicado siempre una tendencia a la separación de los intereses inmediatos de los trabajadores respecto a sus intereses históricos. El sindicato es la forma que consolida esta separación: puesto que su función consiste en la negociación del valor de la fuerza de trabajo con el capital, jamás tendrá interés en luchar contra el trabajo asalariado, al que debe su existencia. Si los sindicatos están en contra de la revolución no se debe a las direcciones sindicales, sino a la actividad misma que las genera una y otra vez.
[No cabe duda de que también estamos del mismo lado de la barricada en lo que respecta a los sindicatos como órganos no proletarios y contrarrevolucionarios... en la actualidad. Pero la crítica de las tesis al sindicalismo es, una vez más, a-histórica. Su función contrarrevolucionaria estaría ligada a su “autonomización” y a su función de negociadores de la fuerza de trabajo, de mediadores... entre el trabajo y el capital, es decir, entre las clases. Desde su creación en el siglo XIX, los sindicatos e incluso el sindicalismo habrían sido “antinómicos” con la lucha proletaria.
Esta comprensión del sindicato difiere completamente de la que Marx y el conjunto del movimiento obrero tenían en su época: “los sindicatos son las escuelas del socialismo. En los sindicatos, los obreros se hacen socialistas porque ven cada día con sus propios ojos la lucha contra el capital. [7]
Las dos dimensiones, económica y política, son parte integrante de la lucha revolucionaria del proletariado y se “alimentan” mutuamente. Esto ya era cierto en la lucha sindical del siglo XIX, como lo es aún más hoy. La comprensión y la posición sobre esta cuestión, así como sobre la cuestión de los sindicatos “mediadores”, es decir, mediadores entre clases, tienen por tanto importantes implicaciones políticas para la intervención de los revolucionarios en las luchas obreras. [8]
Hoy en día, los sindicatos ya no son organizaciones unitarias del proletariado. Las condiciones de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado también han evolucionado y cambiado a lo largo de la historia. En las condiciones de lucha imperantes en el siglo XIX, eran auténticos órganos de defensa y lucha de la clase obrera. El desarrollo y la afirmación del capitalismo de Estado, en particular en vista y para las necesidades de la guerra imperialista generalizada, sofocaron progresivamente antes de la Primera Guerra Mundial, y luego brutalmente durante la guerra misma, toda posibilidad de vida y de lucha permanente para el proletariado y sus organizaciones de masas. El fenómeno de la huelga de masa fue la respuesta proletaria al creciente estancamiento e impotencia de las luchas sindicales por corporación. Luego a su progresiva integración en el aparato del Estado desde y para las necesidades de la 1ª guerra mundial imperialista. La huelga de masa, su fenómeno, su dinámica o proceso, es tanto más necesaria hoy, en 2024 y en la situación de crisis y de marcha hacia la guerra generalizada, cuanto que toda huelga o lucha obrera mirando a ser a minima “eficaz”, es decir, que pretenda ampliarse y extenderse para imponer una relación de fuerzas lo más favorable posible a la burguesía, es inmediatamente prohibida y reprimida...
Esta divergencia entre “sindicatos mediadores” y “sindicatos órganos políticos del Estado” tiene implicaciones concretas tanto en lo que se refiere a la comprensión de las luchas de los trabajadores, de su propia dinámica y de las acciones que los sindicatos llevan a cabo o incluso reclaman, como en lo que se refiere a la relación entre las dimensiones económica y política de la lucha; por ejemplo, en lo que se refiere a la intervención y a la posición que debe adoptarse con respecto a las reivindicaciones económicas y políticas. En efecto, lejos de adoptar una actitud indiferente frente a las reivindicaciones económicas, los revolucionarios tienen el deber de dirigir la lucha, contra las fuerzas sindicales, para plantear las reivindicaciones más unitarias posibles, que puedan interesar al mayor número de proletarios y de lugares de producción, con el fin de ampliar y generalizar su lucha; e imponer así una relación de fuerzas lo más favorable posible a la burguesía. La elección de las reivindicaciones económicas debe ser un momento de extensión y unificación de las luchas y no de su división. En este sentido, la lucha por establecer reivindicaciones lo más unidas posible, según el momento y el lugar, se convierte en una lucha política contra las fuerzas burguesas de la clase obrera y, más ampliamente, contra el Estado.
“El elemento económico y el elemento político [en la huelga de masas] están indisolublemente unidos. (...) Cuando la lucha política se extiende, se aclara y se intensifica, no solo no desaparece la lucha reivindicativa sino que se expande, se organiza y se intensifica paralelamente. Existe una interacción completa entre los dos.” [9]
El resultado es que hoy la función de los sindicatos no es “negociar” más o menos bien el valor de la fuerza de trabajo, como supuestos mediadores. Al contrario, su función es participar en la permanente rebaja del valor de la fuerza de trabajo por parte del capital, asegurándose al mismo tiempo de conservar un mínimo de credibilidad y eficacia política – e ideológica –, para poder seguir manejando al proletariado y, si es necesario, sabotear sus luchas e impedir cualquier dinámica de huelga de masa. Por lo tanto, los sindicatos deben ser entendidos y denunciados como órganos políticos de pleno derecho del Estado capitalista.]
Notas:
[3] . “El método dialéctico se opone al método metafísico. El método metafísico, herencia tenaz de una formulación errónea del pensamiento derivada de concepciones religiosas basadas en la revelación dogmática, presenta los conceptos de las cosas como inmutables, absolutos, eternos y reducibles a ciertos primeros principios, sin relación entre sí y dotados de una especie de vida autónoma. Para el método dialéctico, todas las cosas están en movimiento, y no sólo eso, sino que en su movimiento se influyen mutuamente, de modo que incluso sus conceptos, es decir, los reflejos de las cosas mismas en nuestra nada, están vinculados y en relación unos con otros. La metafísica procede por antinomias, es decir, por términos absolutos opuestos entre sí. Estos términos opuestos nunca pueden mezclarse ni alcanzarse, y nada nuevo puede surgir de su conexión, como no sea la simple afirmación de la presencia de uno y la ausencia del otro, y viceversa.” (Sul metodo dialettico, Prometeo, Serie II, n°1,1950, traducimos)
[4] . Friedrich Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, 1884, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/cap2.htm.
[5] . Rosa Luxemburg, Suffrage féminin et lutte de classes, 1912. Traducimos del francés (e inglés), ya que la versión española hace un contra-sentido de traducción. Dice “es un residuo del pasado muerto pero también el resultado del dominio del Emperador por la Gracia de Dios” lo cual cambia todo el significado político. La versión inglesa es la siguiente: “as much a reactionary remnant of the ‘dead past as the reign by Divine Right on the throne.”
[6] . Il principio democrático, Rassegna Comunista, 1922, traducción de la versión francesa.
[7] . Intrevista de Marx de 1869 al Volkstaat reproducido por La Révolution prolétarienne #26 de 1926. Traducción nuestra.
]” Aquí, los sindicatos eran vistos como organizaciones de lucha del proletariado contra el capital. Contrariamente a la tesis de Barbaria, Marx hacía hincapié en el vínculo, y no en la separación, que el sindicato permitía establecer entre los intereses inmediatos y los históricos; o, si se prefiere, entre las dimensiones económica y política de la lucha proletaria. Detrás de esta cuestión se esconde una divergencia importante en la comprensión de la lucha de clases y de la lucha proletaria en particular.
“No existen dos luchas distintas de la clase obrera, económica una y política la otra, sino una única lucha de clases, que apunta a la vez a la disminución de la explotación capitalista dentro de la sociedad burguesa y a la abolición de la explotación junto con la sociedad burguesa.”[[. Rosa Luxemburg, Huelga de masas, partido y sindicatos, https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos_0.pdf.
[8] . cf. notre débat avec la TCI à propos des grèves en Grande-Bretagne de l’été 2002 in Révolution ou guerre #24 (http://igcl.org/Suite-de-la-correspondance-avec-B)
[9] . Rosa Luxemburg, idem., de nuevo, traducimos del francés ya que la versión española de este pasaje del sitio marxists.org es dudosa.