(Mayo 2024) |
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El curso histórico actual y el peligro del pacifismo
Convencer a la gente de la crisis del capitalismo y de la amenaza de una guerra imperialista generalizada ya no son prioridades reales para los revolucionarios consecuentes de la Izquierda Comunista Internacional. La propia burguesía ya no afirma que la prosperidad para todos está a la vuelta de la esquina. Tampoco oculta la necesidad de prepararse para la guerra. No cabe duda de que todavía hay fracciones o sectores y muchos individuos de la clase capitalista y del proletariado, más aún en las capas pequeñoburguesas, que se niegan a mirar de frente al drama que se avecina. Pero los sectores más conscientes y decididos tanto de la burguesía como del proletariado, en particular sus expresiones políticas, saben hacia dónde se dirige el mundo capitalista. A la guerra general.
Las vacilaciones o cegueras que pueden persistir en las filas del proletariado ante la tragedia histórica se reflejan – indirectamente, por supuesto – en las divergencias y debates sobre la crisis y sobre la guerra que ocupan al campo proletario. El hecho de que una organización de la Izquierda comunista como la Corriente Comunista Internacional (CCI) siga negando que exista una dinámica hacia la guerra generalizada es una expresión de ello. Pero en general, la cuestión central que opone la ideología burguesa y la teoría proletaria revolucionaria ya no se refiere a la crisis y la guerra. Sino al curso histórico: ¿es inevitable la guerra? ¿Se puede oponer? ¿Puede evitarse? Y si es así, ¿cómo? ¿Quién puede hacerlo? ¿Qué fuerza?
El marxismo siempre ha sostenido que sólo el proletariado internacional puede levantarse contra la guerra imperialista. Como clase explotada, la producción en vista y para la guerra agrava la explotación del trabajo por el capital. Toda lucha en defensa contra las condiciones de trabajo impuestas por la guerra representa en sí misma, objetivamente, resistencia y oposición a ella. Como clase revolucionaria, es la única fuerza social o histórica capaz de destruir el capitalismo, que lleva en sí la guerra imperialista generalizada. En resumen, la lucha del proletariado contra la explotación capitalista es, por tanto, también una lucha contra la guerra imperialista cuando ésta figura en el orden del día. Puesto que “toda huelga oculta la hidra de la revolución”, frase que Lenin tomó de un ministro del interior prusiano [1], sólo el proletariado puede luchar, no contra la guerra y por la paz, es decir, el terreno del pacifismo, sino para transformar la guerra imperialista en guerra de clase, es decir, o sea sobre el terreno del internacionalismo proletario.
Sin embargo, pareciendo invalidar esta tesis, los proletariados de Rusia, Ucrania, Israel, Palestina, Oriente Medio y África han mostrado y siguen mostrando su impotencia ante las guerras a las que están directamente expuestos en el trabajo y en los frentes militares. A mayor escala, el proletariado internacional no consigue contrarrestar la marcha hacia la guerra generalizada. Ni las huelgas y luchas obreras en todos los continentes, que no podemos mencionar aquí. Ni las movilizaciones proletarias masivas que tuvieron lugar en Gran Bretaña en 2022 y en Francia en 2023. Ni siquiera la sucesión de huelgas de los dos últimos años en Norteamérica, que culminó con la huelga en la industria del automóvil “lanzada” y saboteada por el sindicato UAW. Peor aún, la burguesía norteamericana, guiada por el demócrata Biden, que vino a echar una mano al sindicato en los piquetes, consiguió convertir la huelga en un momento para adaptar el aparato de producción industrial norteamericano y entrenar a una parte del proletariado norteamericano en la preparación para la guerra. [2]
Sería inútil negar las limitaciones de estas luchas obreras, su incapacidad para disputar su dirección a los sindicatos y a las fuerzas burguesas en medio obrero y para oponerse a su sabotaje. Cuando lucha obrera hay, lo que dista mucho de ser siempre el caso. Hoy, el proletariado internacional no está en condiciones de afirmar y ofrecer, ni siquiera de dejar entrever, una alternativa al capitalismo y a la guerra. La fotografía inmediata sólo puede provocar escepticismo y fatalismo, no sólo en sus propias filas, sino también entre los individuos, proletarios o no, y los grupos “habitados” por la esperanza revolucionaria, sea cual sea ésta.
Una vez más, este "sentimiento" de impotencia en las filas proletarias puede hacerse eco y expresarse de un modo u otro en el seno de las fuerzas del campo proletario, e incluso en el seno de la propia Izquierda Comunista: el proletariado está totalmente sometido. Es impotente ante la guerra. O está derrotado y la guerra es inevitable. O, por el contrario, la foto puede provocar un acto o profesión de fe y una frase revolucionaria desprovista de sentido político: el proletariado no está derrotado o la burguesía no puede avanzar hacia la guerra generalizada porque la clase obrera no está derrotada. En este caso, un simple hecho de la ecuación histórica se convierte en un esquema absoluto.
Esta dificultad para ver más allá de la foto y considerar sólo la debilidad inmediata – real – del proletariado debilita y mina la convicción de los revolucionarios, grupos, círculos e individuos más o menos conscientes en su carácter revolucionario y en su capacidad para levantarse y oponerse a la dinámica hacia la guerra generalizada. A esto se añade el hecho de que la burguesía, sus medios de comunicación y sus propagandistas no se quedan de brazos cruzados e insisten en que el proletariado revolucionario es impotente o incluso inexistente. Sobre todo, no duda en hacer que sus fuerzas de izquierda et izquierdistas ocupen el terreno del “pacifismo”.
Peligrosas son también, aunque de otra naturaleza, las iniciativas “radicales”, pero todavía en el terreno del pacifismo, de militantes e individuos sinceramente revolucionarios, incluso y más aún cuando hacen gala de un radicalismo político anarquista. No cabe duda de que la visión de un proletariado impotente, o incluso su ausencia en la foto, sólo puede alimentar tanto la desesperación como la aventura de los más rebeldes. El Llamamiento del Congreso Anti-guerra de Praga es una expresión de ello. [3] Su objetivo es “la coordinación de acciones directas para sabotear la máquina de guerra”, sin ninguna referencia al proletariado y menos aún a la realidad de la relación de fuerzas entre las clases. En su estado actual, este congreso, si tiene un mínimo éxito, corre el riesgo de atraer a individuos y círculos, a menudo anarquistas, hacia el aventurerismo y el activismo de la pequeña burguesía rebelde. El papel y la responsabilidad de la Izquierda Comunista es a la vez advertir a los participantes del peligro y del callejón sin salida político de lo que en el fondo no es más que la expresión de un “pacifismo radical” y ofrecerles la alternativa del internacionalismo proletario tal como puede expresarse hoy, es decir, en función de la relación real de fuerzas entre las clases y de su dinámica. Hasta la fecha, nuestra participación en este congreso ha tomado la forma de un Discurso público que hemos enviado a los participantes. [4] Le oponemos la alternativa de clase del internacionalismo proletario que son los comités NWBCW lanzados por la TCI, por modestos y limitados que sean, y a los que nos habíamos adherido. Evidentemente, esta última no es excluyente y cualquier otra iniciativa que se sitúe claramente en el terreno de la lucha de clases debe ser tomada en consideración y debatida.
Contra las visiones estáticas y unilaterales que conducen al fatalismo o al voluntarismo, hay que reafirmar que no hay “una lucha del proletariado”, sino “una lucha entre la burguesía y el proletariado”, lucha de clases y no “de clase”. Hoy ya está y estará cada vez más determinada por el factor “marcha hacia la guerra generalizada”. Tal es el curso inevitable de la historia. Es por estas necesidades que cada clase burguesa redobla, y redoblará, sus ataques contra “su” proletariado. Es la necesidad de “prepararse para la guerra imperialista”, y ya no simplemente la defensa de la competitividad del capital nacional frente a la competencia, lo que se convierte en la principal preocupación de cada capital nacional frente al proletariado. Producción de armas, reactivación de las industrias de guerra, explosión de los presupuestos de defensa militar, todo ello a costa de un endeudamiento que se acerca al abismo – crisis y guerra alimentándose mutuamente, como decíamos – dictarán el terreno y el calendario de los enfrentamientos de clases que la burguesía se verá obligada a provocar. A esto se añadirá la necesidad de imponer tanto la disciplina social como la movilización de grandes masas de soldados para las masacres en el frente, a largo plazo para la mayoría de los países, como hoy mismo para Rusia, Ucrania e Israel.
Contrariamente a una visión esquemática que hace de la derrota histórica proletaria una condición previa absoluta para la guerra, no podemos excluir la posibilidad de que, presionada por la crisis e impulsada por la lógica de las rivalidades imperialistas y militares, la burguesía se vea obligada a lanzarse a la guerra general sin antes infligir una derrota proletaria ideológica, política y sangrienta. En ese caso, la burguesía correría un riesgo mayor, el mismo que experimentó durante la oleada revolucionaria de 1917-1923. El mismo riesgo contra el que se protegió infligiendo una derrota política y un terror sangriento en los años 1930.
Es cierto que este riesgo histórico podría resultar insignificante en caso de una guerra nuclear generalizada que destruyera el planeta. Por el momento, aún no hemos llegado a ese punto. Habrá enfrentamientos de clases. Razón de más, pues, para que los revolucionarios se preparen lo mejor posible para que el proletariado pueda responder lo más eficazmente posible; en otras palabras, y para decirlo de manera sencilla, para que pueda apropiarse masivamente de las orientaciones y consignas propuestas por los grupos comunistas. Para ello, debe dotarse de una fuerza política material capaz de definir, llevar y difundir las políticas y las consignas a las masas – y, por cierto, de defender rigurosamente el internacionalismo proletario contra toda forma de pacifismo. Debe dotarse su propio partido político, el Partido Comunista Mundial.
El combate por este, que los grupos comunistas deben de asumir, es también un elemento y un factor, en última instancia el principal, de la evolución de la relación de fuerzas entre la burguesía y el proletariado, del curso histórico.
Notas:
[1] . No conseguimos este “Informe sobre la revolución de 1905” en las páginas españolas de marxist.org. Lo traducimos del francés: Rapport sur la révolution de 1905, 1917, œuvres complètes, vol. 23.
[2] . Ver Revolución o guerra #26, Estados Unidos: derrota obrera, victoria sindical de la UAW y preparación para la guerra imperialista generalizada.
[3] . Reproducimos este Llamamiento en este número, y lo acompañamos de un Discurso a todos los participantes en el Congreso, en el que exponemos nuestra posición crítica sobre el Congreso y proponemos una alternativa.
[4] . De paso, destacamos que sus organizadores rechazan la participación de “constructores de partido”: ’no invitamos a ninguna de las más “famosas” grandes organizaciones llamadas ‘comunistas de izquierda’.” (Entrevista con el comité organizador)